El título acomuna una extraordinaria selección de obras antiguas, medievales, modernas y contemporáneas, procedentes de los depósitos del Museo Nacional Romano y de otros museos del país. Algunas de las piezas, fueron descubiertas, restauradas durante los últimos meses y ahora exhibidas por primera vez al público, para dar más significado al instante y a la eternidad.
Organizada con el Ministerio de la Cultura de Grecia, que ha cedido una importante serie de obras maestras antiguas y bizantinas para la ocasión, la cita romana abre su recorrido expositivo con una clamorosa ausencia, la de los cuerpos de las víctimas anónimas de la erupción del Vesubio del año 79, modelados con yeso o resina colmando el vacío dejado por los relativos restos humanos, permitiendo documentar la tragedia que interrumpió la vida de los habitantes instantáneamente. Alrededor de esta evocativa presencia, se presentan diversas formas populares y culturales para facilitar la reinterpretación de la civilización del antiguo Mediterráneo: la cultura visual, el pensamiento filosófico y la producción literaria del mundo griego y romano que, con alternadas vicisitudes, fueron marcando el tiempo.
Y es justamente en la dimensión temporal, que percibimos como una eternidad sin límites o como un instante puntual que se mide, entre continuidad y rupturas, el legado del pasado. Gracias a lo que en este Aula algunos personajes históricos y figuras antiguas toman forma en frisos monumentales y vajillas de porcelana creadas en época moderna, son reminiscencias del pasado. A partir de este núcleo fruto de la herencia antigua, se bifurcan dos itinerarios, cada uno en nombre de una valiosa medida del tiempo: la eternidad (Aulas II y III) y el instante (Aulas IV y V).
La gloria eterna de los héroes resulta bien ilustrada en el Aula II para rememorar la guerra entre griegos y troyanos, ilustrando sus orígenes, sus evoluciones y las historias individuales de sus protagonistas. Narraciones transmitidas oralmente y recogidas por escrito, cuya dimensión histórica fue excavada en Troya y Micenas, llevada a cabo por Heinrich Schliemann. Sin olvidar los capítulos que perviven en las tradiciones que han hecho arribar aquellos héroes en los diversos rincones del Mediterráneo, como Eneas en Lacio y que, en algunas épocas, tuvieron mejor destino que en la Ilíada y en la Odisea. Bajo el común denominador de la amistad entre los héroes, el amor por los familiares y los atroces sufrimientos generados por las guerras convierten los poemas homéricos universalmente actuales. Basta recordar el personaje de Ulises, un personaje de todos los tiempos, sediento de conocer el mundo si bien, al tiempo, ligado a su hogar y a su tierra, encontrando su sitio en el Infierno de Dante e inspirando la novela homónima de Joyce y tantos más... mientras algunos mitos resultan universales, muchos otros han obtenido una difusión más contenida o han quedado totalmente naufragados en el tiempo.
De hecho, a la izquierda del Aula II se ofrece una serie de imágenes míticas interpretables gracias a la literatura, sobre todo dramática, conocida por fragmentos o citaciones o bien perdidas. Y ladeando tales escenas, se destacan criaturas híbridas fantásticas como los centauros, mitad hombre y mitad caballo; Pan, mitad humano y mitad caprino o el Minotauro, formado por un cuerpo humano y una cabeza de toro.
Algunos han sido objeto de variadas interpretaciones. Entre todos, entre el Aula II y III, se recuerda el mito de Leda seducida por Zeus convertido en cisne. Esta mujer durante la misma noche copuló con su marido, el rey espartano Tíndaro. Así que la paternidad y el nacimiento de los hijos de Leda son elementos que varían notablemente según las tradiciones de cada cultura: curiosamente, la misma Leda a veces queda reducida al papel de nodriza, mientras Némesis, la diosa de la venganza, resulta indicada como madre.
Asimismo, un papel de primer plano ha asimilado las personificaciones en el transcurrir del tiempo, en el alternarse de las horas, de los días, en la sucesión de las estaciones, respondiendo a la necesidad de organizar las actividades cotidianas.
Los personajes antiguos que muy a menudo parecían lejanos y diferentes de nosotros se volvían de improviso cercanísimos, identificando las vicisitudes de sendas vidas con las de las nuestras. Ya en el Aula IV, mientras en la Ilíada o en la Odisea se narran las gestas de los héroes, hacia la misma época el poeta épico Hesíodo (VIII-VII a.C.) describe muy concretamente los quehaceres diarios, a base de gestos repetitivos, ritos que acompañan al cambio de las estaciones. La casa, particularmente, es un organismo constituido por personas y objetos, así como un lugar de rituales diarios, de hospitalidad y ostentación de las valiosas decoraciones. El tiempo del individuo procede en los festejos matrimoniales y en los cortejos festivos, en los rituales del nacimiento y de la muerte y en las tantas actividades de vida común de mercantes y artesanos: es el tiempo de Kairós (momento supremo) el instante en el que puede acontecer de todo.
En la parte izquierda del Aula IV, se delinea la ciudad antigua, exhibida a través de una síntesis de momentos heterogéneos, con una atenta mirada al espacio colectivo de la política y de lo sagrado. En el escenario urbano, con fuertes contrastes sociales y desigualdades, se observa el surgir y el desarrollo de los valores democráticos y del derecho, las premisas históricas de nuestra cultura: cuyas imperfecciones nos invitan a reflexionar sobre las complejidades y los dramas del mundo contemporáneo.
La antigüedad nos ha dejado una inagotable variedad de modos de representar al individuo. En el centro del Aula V, esta figuración no sigue un recorrido cronológico o estilístico, como sucedía en los santuarios griegos o en los jardines romanos, la reunión de las diversas formas de representación del cuerpo humano forma la imagen de una humanidad variada, que desde muchos puntos de vista -estético, social y moral- se confirma de gran actualidad y modernidad. Entre el instante de la muerte y la eternidad del más allá, interviene el rito. En el mismo Aula se evocan las etapas de este largo itinerario, que consiente al difunto acceder a la ultratumba, cuyas varias versiones han sido transmitidas por la Antigüedad. Por ejemplo, los exvotos anatómicos de los Santuarios Laciales Republicanos (III-II siglos a.C.), figuran piezas separadas del cuerpo humano. La rica tumba de Baragiano ejemplifica el recuerdo del difunto por medio del grupo de los objetos más significativos utilizados durante su existencia, cuyas diferentes procedencias indican la serie de contactos y el grado de apropiación de costumbres indígenas del sur de Italia. Y para ilustrar estas medidas cronológicas, se ha elegido la sede más idónea: las magníficas Termas de Diocleciano en Roma, las más extensas del imperio