El Museo Diocesano de Arte Sacro, situado en el antiguo Palacio Episcopal de la ciudad española de Orihuela, es uno de los centros museísticos más relevantes de la Comunidad Valenciana. En su extraordinaria colección artística se conservan obras de Andrés de Llanos, Matías Stom, Pedro Orrente, Francisco Salzillo, Antonio Villanueva, Vicente López y, sobre todo, la obra pictórica más relevante, La Tentación de Santo Tomás de Aquino, del pintor sevillano Diego Velázquez, maestro de la pintura universal.

Pero, además de esta importancia patrimonial y artística, su actividad investigadora y cultural lo ha situado como referencia nacional entre los museos de arte sacro. Asimismo, desde el año 2011 desarrolla un intenso programa de prácticas profesionales universitarias formando a alumnos del grado en Historia, Historia del Arte y Bellas Artes de la Universidad de Murcia, y del Máster en Investigación y Gestión del Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural de la misma sede universitaria, hasta el punto de que actualmente es el museo que mayor número de alumnos en prácticas recibe en todo el ámbito del sureste español y el mejor valorado por el alumnado. Además, participa en otros programas de prácticas curriculares en colaboración con la Universidad de Alicante, en el Grado en Historia y en el Máster en Arqueología profesional, así como, con la Universidad de Valencia, en concreto, con su Máster en Patrimonio Cultural.

Los alumnos complementan su formación universitaria con tareas relacionadas con la gestión patrimonial, la mediación cultural, el inventario y la catalogación de bienes culturales, así como en museografía, museología y en la organización de exposiciones temporales y actividades culturales. También se realizan actividades formativas más específicas relacionadas con la investigación en el Archivo Histórico Diocesano, situado en el mismo centro, y en tareas de conservación preventiva de los bienes culturales. Los alumnos están tutorizados por los conservadores del museo, los doctores Gemma Ruiz y Mariano Cecilia, profesores de Historia del Arte de la Universidad de Murcia, y por el propio director del centro, el Dr. José Antonio Martínez.

Fruto de este binomio universidad-museo se han materializado numerosos trabajos de investigación desde TFG, TFM y tesis doctorales centrados en el estudio de la historia y del arte en la antigua Gobernación y Obispado de Orihuela, aspecto que ha permitido importantes avances en el conocimiento científico del patrimonio cultural de la comarca.

Orígenes

Tras finalizar la guerra civil española se devolvieron a la iglesia diocesana los objetos de interés histórico y artístico incautados por la Subjunta Delegada del Tesoro Artístico de Orihuela, y conservados durante el periodo bélico en un museo destinado a evitar su saqueo y destrucción, el Museo Nacional de Orihuela, bajo el cuidado del historiador Justo García Soriano. Inmediatamente, el entonces canónigo de la S. I. Catedral de Orihuela y vicario general del Obispado, Luis Almarcha, funda (9 de mayo de 1939) el «Museo Diocesano de Arte Sacro de Orihuela y documentos históricos» con «los objetos de arte, cuadros y muebles de procedencia eclesiástica y documentos de relieve histórico recuperados por la iglesia y no restituidos al culto o a sus archivos», instalándose provisionalmente en el piso superior del Palacio Episcopal. A estas piezas se sumaron las obras artísticas pertenecientes a la catedral, creándose dos secciones dentro del museo: la sección Palacio Episcopal y la del Tesoro Artístico de la Catedral. En el documento de fundación se instituye además la Comisión Diocesana de Liturgia y Arte Sagrado, con sede en el mismo edificio.

Desde su creación, el museo se convirtió en uno de los referentes artísticos de la ciudad, debido fundamentalmente a la calidad de su colección, en la que destaca su excepcional pinacoteca donde se conservan obras de Velázquez, Orrente y Vicente López. No obstante, el deterioro del Palacio Episcopal motivó que, en la década de 1960, se trasladaran todas sus obras a la Catedral de Orihuela. Allí, en su sala capitular y en las galerías superiores del claustro catedralicio, se instalaron las obras de arte, organizadas en tres áreas: la sala de Tablas (donde se agruparon las pinturas realizadas sobre tabla), la sala de Sínodos, y la sala de Velázquez, en la que se conservaron las obras más valiosas del museo.

La colección artística permaneció en la catedral hasta que, después de una profunda rehabilitación del Palacio Episcopal y su adecuación como centro museístico, permitió la vuelta a su lugar originario. La inauguración del Museo Diocesano de Arte Sacro de Orihuela se realizó el día 24 de febrero de 2011 por el obispo Rafael Palmero Ramos.

En la actualidad, el Museo Diocesano de Arte Sacro de Orihuela, es uno de los principales centros museísticos y uno de los mayores atractivos de la ciudad, dada la riqueza y el valor cultural de las obras de arte que conserva, las más prestigiosas de la provincia y en algunos casos concretos de la Comunidad Valenciana, como por ejemplo La Tentación de Santo Tomás de Aquino de Diego Velázquez, La Vieja del Candil de Matías Stom, la tabla de San Miguel Arcángel, el conjunto de platería de la catedral o de la parroquial de Santiago de Orihuela y las obras escultóricas de Francisco Salzillo.

La Tentación de Santo Tomás

La Tentación de Santo Tomás (óleo sobre lienzo, 244 cm.x203) corresponde al regreso de Velázquez tras su primer viaje a Italia, cuando realiza entre otras una obra tan destacada como La fragua de Vulcano. En este momento alcanza una técnica de la suave perfección, como se denomina este periodo, su época de madurez. Un elemento que también sirve a los estudiosos para ubicar el lienzo en este periodo es la pincelada suelta y ligera, pero que todavía responde a un firme dibujo. Además, ayuda a ubicar cronológicamente la obra la utilización de ese amarillo calabaza que vemos en la túnica del ángel y que utiliza en otras obras como La fragua de Vulcano o La túnica de José. Velázquez trae consigo este color de Italia y lo utiliza en más o menos proporción en sus obras hasta que se le agota.

El cuadro representa a Santo Tomás de Aquino en el momento de la negación a la tentación carnal. Santo Tomás era un joven de una familia acaudalada que decide dedicar su vida a la religión e ingresar en la orden dominica, pero su familia, que sabe que tiene un futuro prometedor, no está de acuerdo con este propósito. Cuentan las crónicas que, en una de las jornadas de Tomás a caballo, hace noche en un hospicio y la familia aprovecha la situación para introducirle en su estancia a una prostituta para que sucumba a sus deseos y abandone los hábitos. La leyenda relata que el joven logró domar sus instintos cogiendo un carbón ardiente de la chimenea y dibujar con él una cruz en la pared, tras lo que se arrodilló ante ella y rezó, consiguiendo expulsar de esa manera a la prostituta. Tomás se deja caer vencido por el esfuerzo de esa intensa oración a Dios, momento en el que dos ángeles le reconfortan.

Diego Velázquez es capaz de expresar de manera estática toda una escena ocurrida en un movimiento continuo. El lienzo se distribuye en tres espacios que proporcionan la profundidad de la obra ayudado por elementos característicos como la chimenea, la cruz pintada con ceniza en la pared o la puerta ubicada en la zona superior izquierda. Claramente se trata de una composición en aspa que marca el punto central como escena principal, siendo este el rostro de Santo Tomás.

En un primer plano y más cercano al espectador, encontramos en la parte derecha, una mesa con documentos, una pluma y un tintero, y libros en el suelo que proyectan sensación de amplitud, conectando con el tizón humeante que existe en este plano primero en la parte izquierda. En la escena principal de la obra y segundo plano de profundidad, pero no por ello menos importante, ya que se trata del acontecimiento significativo de la obra, encontramos a Santo Tomas de Aquino junto a dos ángeles que lo rodean y lo ayudan en su desmayo. En la parte superior izquierda encontramos a una mujer abandonando la sala por la puerta de la habitación, en actitud de impresión y sobresalto por lo ocurrido en el interior de la habitación.

Desde el punto de vista iconográfico es fácil reconocer la figura del santo por los hábitos que viste, túnica blanca y manto negro, colores característicos de la Orden dominica, fundada por Santo Domingo de Guzmán, conocida también como la Orden de Predicadores. Además, la tonsura de la cabeza del santo —otro elemento característico de esta y de otras órdenes religiosas— nos indica que es un monje, un personaje que dedica su vida a Dios.

La túnica de los ángeles es vaporosa, posee un plegado más blando que la pesada túnica dominica. Podemos ver en el ángel de la túnica rosada que Velázquez sustituye una túnica que caería de una manera parecida a la que lo hace la de Santo Tomás por otra que cae de forma vertical. Por último, resulta significativa la imagen de la prostituta huyendo de la estancia en un segundo plano. Parece lógico pensar que la familia de Santo Tomás habría elegido a una bella joven para que cayese en la tentación; sin embargo, Velázquez decide representar en ella la fealdad, en contraste con la belleza de los ángeles. Es decir, busca representar la simbología del pecado a través de la fealdad física; de hecho, la prostituta no tiene pies sino garras.

El Palacio Episcopal

El Palacio Episcopal de Orihuela, donde tiene su sede el Museo Diocesano de Arte Sacro, está construido sobre el solar que ocupó el antiguo Hospital del Corpus Christi desde el siglo XIV. En 1558 fue habilitado por el obispo Esteban de Almeida como residencia episcopal. En la segunda mitad del siglo XVIII fue remodelado por el titular de la diócesis, José Flores Osorio, con la ayuda económica del Concejo. El prelado Pedro de Albornoz continuaría las obras en 1762 y Gómez de Terán realizaría reformas.

Es un edificio de planta rectangular, de dimensiones considerable, con una fachada barroca de influencia francesa, donde la ornamentación queda prácticamente reducida al encuadernamiento de los vanos y a los motivos heráldicos del obispo Flores, que campean en la fachada. El patio es clasicista, con arquerías de medio punto sobre pilastras adosadas. En el claustro superior puede contemplarse la galería de los obispos de la diócesis.

Relata Gabriel Miró en Nuestro Padre San Daniel:

Llegó el obispo en una llameante mañana del verano. La ciudad se engalanó filialmente para alegría de su buen pastor […]. Se restauró en el dintel de palacio la inscripción inspirada en la Epístola II a los Corintios. «Pro Christo Legatione Fungimur» («Somos embajadores de Cristo»), la frase de San Pablo aparecía en el dintel del Palacio Episcopal. […] No parecía el mismo Palacio de otros tiempos. Doseles de cortinajes, espejos, arañas, estrados de damascos, y felpas, todo lo aúlico y magnífico yacía ocioso y oculto bajo fundas, como quedara desde el luto de la diócesis. En aquel ambiente de austera pragmática suntuaria, los relojes de salas y oficina, el surtidor del patio claustral, dejaban una emoción de desamparo.

El palacio ha recibido la visita de ilustres personalidades a lo largo de su dilatada historia: aquí se alojó junto con su familia y séquito la reina Isabel II en 1862; también estuvo, en 1925, el rey Alfonso XIII, que fue recibido por el obispo Francisco Javier Irastorza y Loinaz. Recogiendo la petición formulada por el Ayuntamiento de la ciudad, fue declarado Monumento Nacional por acuerdo del Consejo de Ministros del 10 de octubre de 1975.

Notas

Cecilia Espinosa, M. (2015). El patrimonio cultural de la ciudad de Orihuela: un modelo para la gestión de los bienes culturales. Tesis doctoral, Universidad de Alicante, Alicante.
Pérez Sánchez, A. E. (1992). Pintura barroca en España. 1600-1750. Madrid: Ediciones Cátedra.