El pensamiento es un vino del que los soñadores están ebrios.
(Víctor Hugo)
En este ensayo dejo por un momento los textos sobre escuelas de pensamiento, situaciones culturales y pensadores relevantes de la Historia universal, que he venido publicando en Meer, para concentrarme en los «Prolegómenos a la cosmovisión filosófica del presente». Este título puede parecer ostentoso y autosuficiente, pero no lo es. La cosmovisión del presente hace referencia a un tipo de discernimiento racional y afectivo originado en la pluralidad de la experiencia, y, por lo tanto, construido desde la multiplicidad de las perspectivas científicas y humanistas. Mi enfoque es uno entre muchos, y su propósito es cooperar en la construcción personal y colectiva de la cosmovisión indicada. En la singularidad de este aporte son fundamentales conceptos como metafísica, ontología, ontopraxeolgía, óntico, praxeología, antropología fundamental, fundamento no fundado, autonomía y autogestión. A estas categorías me refiero en las siguientes líneas, lo hago de manera general, apenas perfilando algunos temas centrales.
Ámbitos de estudio
A grandes rasgos los ámbitos de estudio dentro de los cuales diseño y ejecuto los esfuerzos de investigación son los siguientes:
Metafísica: en este ámbito se busca analizar y explicar la raíz o fundamento no fundado de lo real, siendo su pregunta cardinal ¿por qué existe el ser y no más bien nada? Esta interrogante constituye la más importante de las preguntas metafísicas, por lo menos hasta el momento de escribir este texto, y ha sido heredada, retomada y replanteada por varios científicos relativistas y cuánticos contemporáneos tales como Leonard Mlodinow, Stephen Hawking, Roger Penrose y Michio Kaku, entre muchos otros. No se trata de una pregunta que se formula y se responde desde la mera especulación o desde dogmas, sectas e ideologías. Al enunciar la interrogante y al contestarla es cardinal contar con el acervo de conocimientos científicos y humanistas de que se dispone, y es sobre esa base, la del conocimiento y la sabiduría, que cabe cultivar la posibilidad de encontrar una o varias respuestas. La metafísica, entonces, no se construye sin ciencia, sin humanismo y sin sabiduría, y solo cuando se la edifica de ese modo se descubre su fusión con la experiencia. Dicho de otra manera, la metafísica es inherente a la experiencia, y es ahí donde se articula con los conocimientos científico-humanistas y la sabiduría. Al hablar de metafísica no lo hacemos como si se tratara de un corpus del saber, rígido e inmutable, sino como una experiencia analítico-crítica en constante innovación y profundización.
Ontología: las eventuales respuestas a la pregunta ¿por qué existe el ser y no más bien nada? permiten profundizar en los contenidos ontológicos de lo real. ¿De qué trata lo ontológico? Una vez situados en la metafísica como experiencia de reflexión sistemática sobre el fundamento o raíz de lo real y sobre la realidad en cuanto tal, es necesario dar un paso más y hurgar en la concreción de esa metafísica en el plano del espacio-tiempo, distinguiendo en las coordenadas espaciotemporales el «ser» (lo ontológico) del «ente» (lo óntico), esto es, aquello que existe de lo que lo hace existir. La investigación sobre estos temas me ha llevado a formular una cosmovisión metafísico-ontológica basada en ciencia, humanismo y sabiduría, desde la cual se puede analizar e interpretar lo óntico.
Ontopraxeología: al disponer de tal cosmovisión surge el siguiente desafío, traducirla en la inteligibilidad del ser histórico, y es al abordar ese desafío que se construye la ontopraxeología como una rama o especialidad del saber centrada en la dilucidación, explicación e interpretación del proceso histórico. Y aquí permítaseme una breve digresión. El vocablo ontopraxeología puede definirse desde dos enfoques contrapuestos. Uno parte de la disyuntiva clásica materialismo-idealismo, y sobre esa base entiende la ontopraxeología como el estudio de la materialidad o de la idealidad según sea el énfasis elegido, obteniéndose o una ontopraxeología materialista del ser histórico o una ontopraxeología idealista. No comparto ninguna de estas perspectivas. Estimo que la disyuntiva materialismo-idealismo es una falsa, simplista y desorientadora contraposición. Considero que el principio constitutivo de la ontopraxeología es el de la unidad-fusión materialidad-idealidad, lo que también puede expresarse como la relación dialéctica del ser, el hacer y el pensar, que trasciende, supera y erradica la falsa dualidad materialidad-idealidad. El ser se refiere al fundamento ontológico del proceso histórico, el hacer a la historia como praxis óntica, y el pensar configura la epistemología sobre el ser y el hacer, y en estos ámbitos la materialidad y la idealidad se conectan y fusionan, y solo así se comprenden. La ontopraxeología da cuenta de esa fusión y unidad profunda del ser, el hacer y el pensar, lo que le permite develar de manera simultánea lo ontológico, lo óntico y lo epistemológico, tal y como se expresan en el ámbito histórico. Dicho de otra forma, la cosmovisión metafísico-ontológica permite construir la ontología fundamental del ser histórico per se, la ontopraxeología como teoría de la historia, y la praxeología como expresión teorética de la acción humana.
Traducción disciplinar de los ámbitos de estudio
Al concretar las tres disciplinas indicadas (ontología del ser histórico, ontopraxeología y praxeología) he obtenido tres resultados: una teoría de la historia como sistema de posibilidades, probabilidades y propensiones; una filosofía de la intrahistoria, es decir, de la historia humana en sí misma considerada, cuyo dinamismo no requiere una instancia suprahistórica; y una pragmática de ideales cuyo núcleo está formado por los principios de acción que le permiten al ser humano traducir ideales en hechos. Cuando se toman en conjunto los contenidos de cada una de estas disciplinas (que no son dogmas ni estructuras rígidas del pensar, sino resultados en constante innovación y profundización, sintonizados con los contenidos de las ciencias, del humanismo y de la sabiduría) pueden cultivarse nuevos paradigmas de inteligibilidad que superen las cosmovisiones generales del pasado, y permitan hurgar en las cosmovisiones pertinentes al siglo XXI, tanto al período de transición contemporánea como a lo que surja después de esa transición.
Experiencia multidimensional
Obsérvese que las disciplinas mencionadas se refieren en exclusiva al intramundo, pero esto no significa que se cierre a priori la posibilidad del supramundo, del inframundo o del transmundo; de lo que se trata es de dilucidar el intramundo en su constitución metafísico-ontológica, y si al hacerlo se descubren otras dimensiones de lo real (supramundo, transmundo, inframundo u otras), entonces han de ser experimentadas y estudiadas como tales y en su unidad con el intramundo. Si tal fuera el caso debe decirse que la experiencia humana lo es de todos los mundos existentes en interacción constante. Pero esto último es algo que debe ser experimentado, sabido y articulado en ciencia, humanismo y sabiduría. Lo real es unitario y multidimensional, pero en qué consista esa unidad y esa multidimensionalidad y en qué consista lo unitario es algo que debe hacerse inteligible en la pluralidad multidimensional de la experiencia.
En términos de producción intelectual-editorial las investigaciones efectuadas han conducido (y conducen) a varios libros e innumerables artículos y conferencias, que deben ser vistos como estaciones susceptibles de profundización, innovación, reinvención y corrección. Repárese en el hecho de que cualquiera sea el texto generado, este se fundamenta en las investigaciones derivadas de la metafísica, la ontología fundamental del ser histórico, la ontopraxeología y la praxeología. El conjunto de estas disciplinas se construye de modo simultáneo e interactivo, es decir, la cosmovisión metafísico-ontológica no debe verse como un corpus rígido y apriorístico de saberes o de dogmas a partir de los cuales se desprenden, como ramificaciones, otros dogmas sobre el ser, el hacer y el pensar. No. Tal cosmovisión y las disciplinas que he mencionado se elaboran de modo simultáneo, correlacionándose y apoyándose entre sí, de ahí que las investigaciones sean siempre un ejercicio innovador y de constante profundización, crítica, autocrítica y corrección progresiva.
Ideologías, dogmas, sectas: genocidio en acción
Muy lejos se encuentra esta visión de cualquier construcción ideológica. No se está en presencia de un conjunto de dogmas y sectarismos generales y específicos planteados como saberes inmutables, a partir de los cuales se desprenden otros dogmas y sectas, y así hasta el infinito. La mentalidad no dogmática, que es la que inspira el trabajo metafísico-ontológico, científico, humanista y de sabiduría, genera sistemas de descubrimiento experiencial paulatino de la realidad, con capacidad de corrección, innovación y profundización. A esto lo denomino conocimiento y sabiduría, experiencia en acto.
Mientras la mente dogmática crea dogmas que dividen a las personas, las enfrentan y excluyen, la mente no dogmática realiza descubrimientos a través de la experiencia y los muestra, no los impone, los propone. Este postulado sobre la mente no dogmática es de difícil y compleja aplicación en disciplinas sociales y humanísticas debido al impacto que en esas áreas ejercen los intereses políticos e ideológicos. La ideología obstaculiza e impide que en disciplinas sociales y humanísticas prevalezca la prudencia y los conocimientos validados en la experiencia. Esto también ocurre en ciencias fisicomatemáticas y en ciencias formales, pero en estos casos a las ideologías se les hace mucho más difícil manipular contenidos y adaptarlos a sus intereses. En términos generales puede afirmarse que la mente dogmática y sectaria se rige por el siguiente principio: si la experiencia no coincide con la ideología, peor para la experiencia. En cambio, el principio constitutivo de la mente no dogmática se enuncia del siguiente modo: la más pequeña de las experiencias es más profunda e integral que la más perfecta y grande de las teorías.
Eje transversal de los ámbitos de estudio
Antropología fundamental: tenemos hasta aquí la propuesta de una cosmovisión metafísico-ontológica fundamentada en ciencia, humanismo y sabiduría; una ontología del ser histórico, una ontopraxeología (teoría de la historia) y una praxeología (teoría de la acción humana), pero aún falta un ámbito de investigación que en cierta forma configura el eje transversal de los anteriores. Es la antropología fundamental o estudio de la condición humana per se. Me limito a dejar planteado el principio que configura esta antropología. Por una parte, la metafísica y la ontología se descubren en tanto son develadas por el ser humano y desde el ser humano, y, por otro lado, la ontopraxeología, como teoría de la historia, sitúa en su núcleo al creador de la historia, que es, de nuevo, el ser humano. La praxeología, por su parte, se construye como disciplina que estudia las características y condiciones de la acción humana. Dicho de otra manera, el ser humano en su ser devela el ser y la interacción del ser y el ente (lo metafísico, lo ontológico, lo ontopraxeológico, lo praxeológico y lo óntico), y esto ocurre en las coordenadas espaciotemporales de su existir, que encuentran en el proceso histórico su ámbito de expresión por antonomasia.
Si bien el ser humano existe en estructuras colectivas o «colectivos», no son las estructuras las que hacen la historia. La historia en puridad no existe, existen las personas que al crear estructuras y al interactuar con ellas y en ellas, originan el proceso histórico. La historia, por lo tanto, no es un sistema natural-objetivo sin sujeto o cuyo sujeto sea un acumulado determinístico de colectivos estructurales, sino un sistema de posibilidades, probabilidades y propensiones fundamentado en una raíz antropológica que crea colectivos, vive, es en ellos e interactúa con ellos, sin dejar de ser sujeto creador individual y social. Tal raíz antropológica no se diluye en lo colectivo debido a que lo trasciende, siempre es más que lo colectivo y por eso lo crea, lo interpreta, lo modifica, lo cambia, lo transforma y dinamiza desde el pasado, en el presente y con dirección al futuro. La historia no es, para su sujeto creador, una prisión de colectivos donde cultiva sus penas, alegrías y limitaciones, sino la oportunidad para transformarse y liberarse.
La espiral infinita de la cosmovisión metafísico-ontológica
Hasta aquí he referido los ámbitos de estudio pertinentes a la investigación metafísica, ontológica, óntica, ontopraxeológica, antropológica y praxeológica, pero existe un conjunto de temas que ameritan mencionarse dada su importancia en el plano de la experiencia histórica. Me refiero, por ejemplo, a la «espiritualidad inmanente». A propósito de esta espiritualidad la misma no hace referencia inmediata al Ipsum Esse Subsistens (El ser que posee el existir por esencia, donde no hay distinción entre la esencia y el existir). Este Ipsum Esse Subsistens no es una condición necesaria para cultivar la espiritualidad inmanente, ni el tipo de investigaciones a las que me he referido, ni para generar los conocimientos correspondientes ni la sabiduría que de esos conocimientos pueda desprenderse, pero si es susceptible de constituir una realidad sujeta a demostración racional o logo-afectiva, si las investigaciones conducen a ese resultado. Lo escrito significa que la combinación de razonamientos religiosos con tesis metafísicas, ontológicas, ónticas, ontopraxeológicas, antropológicas y praxeológicas, es inválida cuando no se cuenta con los requisitos metódicos y de conocimiento que justifiquen ese proceder. Desde la perspectiva investigativa aquí referida, el Ipsum Esse Subsistens es demostrable racionalmente, y eso puede ser un propósito válido y hasta deseable, pero en ningún caso es factible realizar investigaciones metafísicas, ontológicas, antropológicas, ónticas y praxeológicas, partiendo de un dato interiorizado a nivel emocional que no ha sido demostrado en términos objetivos. El ser cuya esencia es su existir puede que exista o puede que no, esto es algo que es necesario derivar en la cosmovisión metafísico-ontológica en tanto experiencia en acto.
Reitero este tópico: los conocimientos científicos y humanísticos, raíces del tipo de investigaciones aquí perfiladas, generan un saber dinámico basado en la experiencia espaciotemporal que puede incluir al Ipsum Esse Subsistens como objeto de demostración racional y núcleo dinamizador de la espiritualidad inmanente, pero es inválido proceder como si a priori se tuviese el conocimiento de la verdad absoluta sobre la realidad, y después afirmar que se ostenta la autoridad para proponer e imponer una peculiar visión de la realidad. En el primer caso, como he afirmado, se genera un sistema de descubrimiento progresivo de lo real fundamentado en la pluralidad de la experiencia y de las fuentes de conocimiento y sabiduría, y en el segundo lo que se crea es un sistema de dogmas y sectas gestionado por grupos de personas que se presentan como elegidas desde la eternidad para ese cometido, y cuyo objetivo es uniformar y centralizar la experiencia a fin de hacerla conforme a la voluntad eterna que ellos dicen representar.
El Ipsum Esse Subsistens, si es real, no es un componente de ninguna ideología, ni de un sistema organizacional político, social, económico y/o religioso. El Ipsum Esse Subsistens, para el caso de que se demuestre su existencia, no puede ser más que el fundamento no fundado de lo real, al que se le descubre y vivencia sin requerir fuerza, violencia, manipulación emocional, propaganda o ejercicio arbitrario y unilateral del poder, cualquiera que este sea. Se está en presencia, por lo tanto, de un principio de inmanencia abierto al principio trascendental, pero ambos han de ser mostrados y explicados, vivenciados, si se quiere, en la investigación logo-afectiva imbricada en la pluralidad de la experiencia, y en los conocimientos científicos y humanistas originados en esa experiencia. Cuando esto se olvida o se violenta es inevitable dogmatizar, sectarizar, polarizar y dividir, hasta legitimar el odio como inherente a la condición humana. Si partimos de una espiritualidad inmanente dentro de la cual se mantiene como posibilidad el núcleo dinamizador del Ipsum Esse Subsistens, y se lleva esto al plano de la historia y la historicidad, los resultados que se obtienen enfatizan dos realidades sociales fundamentales: la autonomía del ser humano respecto a las estructuras de poder formal e informal (Estados, gobiernos, mercados, religiones y otras) y su capacidad de autogestión, es decir, de ser sí mismo, desde sí mismo, en interacción social permanente, en unidad con el universo y en estado de fusión con lo real. Reaparece de este modo el sentido humanista del concepto «persona». La realidad que con ese vocablo se designa no es el individuo aislado del individualismo egolátrico y narcisista, ni tampoco el individuo diluido en lo colectivo, el grupo y la tribu. La persona es, en tal tesitura, una monumental síntesis de realidades, del micromundo y del macromundo, de lo visible y de lo invisible, que en la experiencia de cada sujeto humano adopta la forma y el contenido de la autoconciencia, la autonomía y la autogestión, y es por esto por lo que cada sujeto es creador de sí mismo y creador del nosotros, de su singularidad en comunión, responsabilidad, corresponsabilidad y reciprocidad. De esta manera la espiral infinita de la cosmovisión-experiencia metafísico-ontológica se manifiesta como permanente e innovador dinamismo creativo: sujeto creador, espiritualidad inmanente, espiritualidad inmanente abierta a la trascendencia como posibilidad, metafísica, ontología, ontopraxeología, óntico, antropología fundamental, praxeología, y todo esto fundamentado no en el poder, ni en dogmas ni sectas, sino en la experiencia multidimensional del ser humana, raíz de las ciencias, del humanismo y de la sabiduría.
Es esa experiencia multidimensional la que opera como un sistema experiencial de descubrimiento que devela lo real al vivenciarlo. Este es el punto de llegada al momento de escribir este texto, pero debo recordar que todo punto de llegada es un nuevo momento para partir y reiniciar, y que si algo nos define en tanto viajeros es que buscamos y encontramos como quienes aún han de seguir buscando y encontrando.
Glosario
Traducción disciplinar de lo metafísico-ontológico como experiencia humana multidimensional
Metafísica: investigación sobre el ser (lo que es en tanto que es), el ser del ente, el ente y la nada, o la dialéctica del ser y la nada. Comprende las categorías en las que se expresa lo metafísico-ontológico como experiencia humana multidimensional. Esta investigación se fundamenta en los conocimientos científico-humanistas y sapienciales. La metafísica no es un corpus del saber, sino una práctica (experiencia) analítico-crítica liberadora que gira en torno a la pregunta ¿Por qué existe el ser y no más bien nada?
Ontología del ser histórico: investigación sobre la historicidad. La historicidad es el rasgo determinativo de todo fenómeno de interacción humana que tenga lugar en el espacio-tiempo. Historicidad e historia interactúan.
Ontopraxeología: estudio de la historia humana como sistema de probabilidades, posibilidades y propensiones. La historia es un sistema probabilístico, no determinístico.
Praxeología: estudio sobre las condiciones, principios y valores de la acción humana. La axiología (teoría de los valores) y la pragmática de ideales (investigación sobre la capacidad de concretar ideales, propósitos y objetivos) forman parte de la praxeología.
Antropología fundamental: investigación sobre el ser del ente denominado persona, y sobre ese ente en cuanto tal, concebido como eje transversal multidimensional de lo real.
Epistemología: la unidad multidimensional sujeto-objeto es su materia de estudio. Para investigar este asunto se concentra en dilucidar la posibilidad del conocimiento, el origen del conocimiento, la esencia del conocimiento, las especies de conocimiento, el criterio de verdad, y las formas y contenidos de los conocimientos especializados. La epistemología se subdivide en epistemología general y epistemologías específicas.