En la oscuridad. En la noche, algunas personas tratan de encontrar su camino. A lo largo de la luz de mil estrellas sigo vagando, sigo vagando por este camino solitario. Soy nómada, lo sé. Llamo a cualquier lugar, mi hogar... sin mirar hacia atrás. Y no sé cómo detenerme, soy este fuego fuera de control; porque no tardo ni ardo, donde no puedo ser feliz.
Atravieso ciudades que me dicen: «no te vayas». Pero soy una viajera solitaria. No quiero estar donde me lo pidan, ni donde me necesiten, quiero estar en un lugar donde mi corazón se sienta en paz, y mi vieja alma viajera, se sienta viva.
No soy ajena a la carretera, no soy ajena a la lluvia, no soy ajena a esta vida; pero soy una extraña ambulante, una extranjera sin raíces. Está escrito en mi cara. Camino sin mapa; transeúnte de un destino abierto.
Las historias que mejor recuerdo, son las que nunca he dicho. Altibajos, giros y vueltas. Una bitácora de encuentros y despedidas. Nací en una ciudad donde no se menciona mi nombre.
Soy nómada carente de placer en el vagar. Inquieta he estado por mucho tiempo, perdiéndome y buscando un lugar donde pueda descansar mi cabeza, revelarme bajo mis propios términos sin ser una contradicción, un pecado, o un ser forzadamente correcto.
Hay tanto por hacer, tanto por ver; y a veces, parece que el mundo está fuera de mi alcance. La vida me guía y yo la guío a ella, como si las reglas hubieran sido reescritas para mí. Enamorarme es todo lo que hago, y retrocedo cuando nadie está mirando.
Tengo una brújula en mi cabeza sin norte. Mis direcciones fluyen como rio en mi corazón. El viento parece soplar en mis venas, el firmamento es mi techo ilimitado. Hablo con la luna y es como hablar conmigo. He amado mis senderos y también los he burlado. No hago planes, para no tratar la vida demasiado en serio. Esquivo las demandas, no traiciono mi libertad. Murmuran que, resultaré sin nada ni nadie, ¿acaso yo soy nadie?
Siempre llega ese momento, en el que pienso que la ciudad no merece tenerme. Que me encierra en una caja, sospechándome y cercando mis caminos, ¡escapo! Anhelando sentir el sol en mi rostro, de un lugar en el que no he estado antes. Despido mi habitación, besando los objetos que me han hecho compañía. Ciudad vieja, viejas veredas, casco antiguo, palomas que aunque libres, posan sobre tu plaza; y si es un día de llovizna, te siento realmente triste, indiferente y medio muerta. No es tu culpa... soy una viajera solitaria.
¿Dónde puedo encontrar la esperanza y los sueños, que sé, están por ahí en alguna parte? Voy por todo el mundo, tal vez para llegar de vuelta a mí misma. Quiero encontrar mi país, darle mi nombre, hacer mi propio lugar; vivir en voz alta, vivir en la tierra de mi juventud, porque donde sea feliz, no envejece mi espíritu. El amor, es mi punto final.