Salí de casa a las 6.05 de la mañana. Mi paseo habitual comenzó un poco más temprano que de costumbre, porque pude terminar las cosas que estaba haciendo rápidamente. Caminé hacia el oeste, doblé hacia el norte, después nuevamente al oeste y al final de una calle, doblé hacia el sur. Corrí y volví a caminar, contando las personas que a esa hora caminaban o corrían. Llegando a la avenida principal de mi recorrido, tomé en dirección este, pasé por una fábrica de tractores y continúe en la misma dirección. Corrí nuevamente y doblé hacia el norte por unos 400 metros para seguir en dirección este y noreste, atravesando un parque, donde a menudo me encuentro con conejos de colores blanco y gris.
La cantidad de personas caminando y corriendo ha aumentado en estos últimos meses y sobre todo por la mañana temprano. Al llegar al final del parque tomé hacia el oeste y suroeste y volví a correr. Llevaba unos pantalones cortos de color negro, una camiseta azul oscura y mis sandalias con calcetines negros. Reconozco muchas de las personas que voy cruzando durante el recorrido, porque para ellos y para mí esta es ya una actividad habitual. La concentración más alta de paseantes es en la zona del parque.
Un kilómetro más adelante, doblé hacia el sur, después hacia el oeste. Corrí un poco más, doble a la derecha y a la izquierda varias veces, después nuevamente a la izquierda y otra vez más para volver a casa corriendo. Hice unos 9000 pasos en una hora y diez minutos, subí las escalas, entré a casa, me bañé con agua fría y puse mis atuendos en la lavadora. Me vestí y salí nuevamente a dar unos pocos pasos antes de partir a la oficina. Mientras manejaba, pensaba a todas las personas que había cruzado, algunas con sus perros, otras acompañadas y tantas solas, caminando, cuando muchos duermen antes de iniciar su jornada.
He leído tantos artículos sobre los efectos positivos de una caminata diaria de 30 minutos o más y he visto aumentar el número de personas que han hecho suya esta práctica. Por otro lado, el porcentaje de la población total, de esta forma de actividad física y mental es menor del 10% de las personas. La cantidad y el porcentaje crece, pero es siempre una minoría la que elije moverse y hacer alguna forma de ejercicio.
Uno de los resultados, independientemente de la cantidad de calorías que se queman, es un aumento de la capacidad de oxigenar el cuerpo, que es uno de los parámetros más importantes para medir nuestro estado físico. Esta oxigenación y la posible aceleración de los latidos cardiacos inicia un proceso de capilarización del cuerpo, músculos y cerebro.
Durante la pandemia, cuando las personas ancianas se contagiaban, el personal médico para evaluar los riesgos en Italia hacía un test rápido, que demostraba la fuerza física de las personas o su debilidad. El test consistía en sentarse en una silla, apoyada a la pared y levantarse sin ayuda de las manos, volverse a sentar y levantarse sucesivamente por 30 segundos. Si durante este breve tiempo, uno alcanzaba un número inferior a 12 veces, la decisión de hospitalizar a la persona aumentaba enormemente. Posteriormente se ha descubierto que la masa muscular tiene una función importante no solo en la calidad de la vida que llevamos, sino que también en las expectativas de vida, el metabolismo, inmunidad y bienestar psicofísico. No digo que todos tienen que convertirse en atletas, esto sería una exageración, pero dedicar un poco de tiempo a la actividad física cada día es un consejo que no deberíamos ignorar.