Conocí el concepto desde pequeño. Muy temprano durante mi infancia me di cuenta de que, para lograr cosas importantes, necesitaba compincharme con mis hermanos mayores y también descubrí que, para ciertas cosas, ellos también necesitaban de mí. Es decir, juntos lográbamos más que separados. La palabra la conocí muchísimos años después.
Luego seguí disfrutando de su magia en los diferentes deportes que practiqué. Recuerdo que en segundo año de bachillerato formamos un equipo de beisbol, «Los mulos», que terminamos toda la temporada invictos. No recuerdo que ninguno de los integrantes nos destacáramos por ser fuera de serie ni grandes estrellas, pero juntos éramos invencibles. Yo, por ejemplo, era muy malo bateando, pero al hacerlo me arrimaba mucho para provocar que me dieran la base por bolas o me golpearan con la pelota y así lograba llegar a la primera base y comenzar a correr que era mi gran habilidad. Los compañeros se encargaban de hacer que luego anotara. Este es un excelente ejemplo de que, al juntar de forma equilibrada nuestras diferentes destrezas en aras de un objetivo común, potenciamos las habilidades individuales.
Durante mi vida laboral y como emprendedor finalmente le puse nombre al concepto y descubrí, practiqué, y he enseñado a otros, a potenciar las diferentes habilidades de un equipo de trabajo en beneficio de un objetivo común.
Lograr la sinergia no es siempre fácil. A veces se da de forma natural, cuando un grupo de seres humanos comparten objetivos y valores y deciden emprender juntos algún proyecto de tipo personal o profesional. Eso fue lo que pasó en el ejemplo de mi equipo de beisbol en bachillerato. No nos lo enseñaron, sino que lo hicimos de forma natural y, lo más importante, dejó huella. Casi sesenta años después es el mejor ejemplo que viene a mi mente cuando trato el tema.
Recientemente viví otro gran ejemplo de sinergia que vale la pena compartir. En diciembre de 2020, cuatro personas, en tres países diferentes, nos conectamos en torno a un objetivo común y nos propusimos publicar un libro con la colaboración de otras personas. Después de decidir, con base en investigaciones y opiniones reconocidas, cuáles eran las competencias «blandas», preferimos llamarlas «de poder», claves para el profesional de la década, nos dimos a la tarea de encontrar a ocho expertos en las competencias que nosotros cuatro no cubríamos. Es decir, teníamos primero que integrar a un equipo de desconocidos y luego lograr la sinergia necesaria para alcanzar un objetivo común. Para hacer el cuento corto, debo decir que lo logramos en el tiempo y con la calidad que nos propusimos. Es impresionante cómo funcionó la sinergia entre doce personas —la mayoría no nos conocemos personalmente— de cinco nacionalidades distintas y con diferencias horarias de hasta siete horas.
Revelaré cuál fue el secreto. La selección la basamos en conseguir ocho personas que fueran expertos en su competencia, se comprometieran fuertemente con el objetivo común y que tuvieran, muy importante, nuestros mismos valores: pasión por lo que hacemos y un interés genuino en compartir nuestros conocimientos y experiencias sin mezquindades. Una vez que logramos unir al equipo, la sinergia se dio casi que de forma natural y juntos conseguimos lo que muchos de nosotros no habíamos logrado hacer por cuenta propia.
En este caso tuvimos la gran oportunidad de formar un equipo homogéneo. En otros casos, el reto es superior ya que nos vemos en la necesidad de crear sinergia en equipos ya establecidos con valores y objetivos diversos. Algunos de mis compañeros en el libro, por cierto, son especialistas en lograr esto.
A menudo nos encontramos con casos en los cuales se enfrentan dos equipos sinérgicos. Pasa con frecuencia en los deportes y alguno de los dos debe imponerse. Acá cuenta mucho la motivación que se logre transmitir al equipo y la suma de detalles. Los entrenadores, los dirigentes, tienen que hacer un gran trabajo en este sentido.
Me gustaría analizar el poder de la sinergia en dos aspectos que considero fundamentales en los momentos actuales: La familia y la política.
La familia
La familia es uno de los mejores ejemplos de sinergia. Cuando se constituye de la forma natural, entre un hombre y una mujer, sus posibilidades son infinitas. De hecho, es el único tipo de unión que garantiza la supervivencia de la especie humana.
Hace poco hicimos un recuento de los descendientes de mis abuelos maternos y resultó que la suma de ellos dos ya va por 157 y sigue creciendo. Lo más importante es que, sin pretender que hemos logrado la perfección, somos una familia que comparte los mismos valores y principios de nuestros antepasados y hemos logrado, en conjunto hacer aportes positivos a la sociedad.
La familia, sin embargo, es un peligro para algunos proyectos ideológicos y por eso el ataque que está sufriendo la institución familiar es bestial. Creo en la tolerancia por las preferencias de cada persona, la practico y la defiendo hasta los límites que me aconsejan mis creencias y valores. Por eso considero que es criminal que se pretenda imponer ideologías contrarias a los valores tradicionales de la familia y más aún cuando se hace con los miembros más vulnerables: los niños.
¿Qué tiene que ver la sinergia con esto? Mucho. Quienes pretenden imponer estas ideologías han logrado crear sinergia en torno a ella. Sus mensajes, muchos de ellos basados en el odio y el resentimiento, pero convenientemente edulcorados, calan muy fácilmente en diferentes colectivos y el avance que han logrado es impresionante.
Por otra parte, quienes defendemos el concepto de la institución familiar, estamos dispersos. No hemos logrado crear sinergia ante esta amenaza y eso le da una gran ventaja al otro equipo, tal y como sucede en los deportes. Yo mismo me he visto en la difícil circunstancia de decidir dónde queda exactamente el límite entre la necesaria tolerancia y la defensa de mis valores y principios. Esta línea a veces está muy bien trazada, pero en otras ocasiones es difusa.
¿Qué hacer? Ellos lo están haciendo muy bien. Tienen objetivos claros y una estrategia común. Para nosotros, esta es una asignatura pendiente. Aún en instituciones muy sólidas como la iglesia, uno encuentra diferencias de criterio. Ante esta situación solo queda que cada uno de nosotros levante su voz y genere cambios en su entorno más cercano: su familia, sus amistades, su entorno social. Debemos definir con claridad cuáles son los límites, seguir practicando la tolerancia hasta donde es aconsejable y actuar con firmeza cuando los límites son sobrepasados.
La política
En este ámbito, la problemática es similar que la descrita en los párrafos anteriores. Una parte de la población haciendo sinergia y la otra dispersa. En el caso de mi país, Venezuela, el panorama es patético. La unión de unos pocos criminales en torno a un objetivo común (mantenerse en el poder a toda costa) ha logrado imponer objetivos creados en gran parte de la población (luchar contra cualquiera que piense distinto o te «oprima»). Su éxito ha sido impresionante e incluso han logrado exportar su franquicia a diferentes países, ya no solo del continente americano.
De nuevo, ellos han logrado crear sinergia en torno a esos objetivos mientras que los que nos oponemos, la inmensa mayoría, estamos en desbandada. En este caso, debo opinar con tristeza que los líderes de oposición han quebrado la regla principal de la sinergia que consiste en trabajar por un objetivo común, y cuando han avanzado en este sentido, le han seguido dando prioridad a sus objetivos particulares.
En Venezuela la suma de unos pocos, amplificada por el poder de la sinergia, supera ampliamente a una inmensa mayoría.
Conclusión
Pertenezco al grupo de quienes creemos en los valores tradicionales de la familia, del respeto, del apego a la libertad, de la democracia bien entendida. Intento difundir estos valores en mi círculo de influencia, pero siento que los muchos que pensamos igual estamos dispersos, haciendo poco o nada. Todos tenemos nuestra parte de responsabilidad, pero la mayor parte se la llevan aquellos lideres que tienen influencia sobre grandes colectivos y no han depuesto sus objetivos personales o del grupo que representan en aras de un objetivo común.
Estamos perdiendo la partida y estamos obligados a revertir esta situación.