Los pachucos encontraron una forma de subsistir mediante la resistencia social y política que los envolvió durante su época de apogeo. Tiempo después se formaron espacios de convivencia y, gracias a su representación en el cine mexicano, terminaron siendo aceptados y acogidos por la hegemonía mexicana.
Si bien la presencia de «Tin Tan» no logró una generalización en igualdad de condiciones entre grupos sociales, sí creo un vínculo entre ciudades y fomentó la colectividad de la frontera.
Los «pachucos» no reivindican su raza ni la nacionalidad de sus antepasados. A pesar de que su actitud revela una obstinada y casi fanática voluntad de ser, esa voluntad no afirma nada concreto sino la decisión —ambigua, como se verá— de no ser como los otros que los rodean. El «pachuco» no quiere volver a su origen mexicano; tampoco —al menos en apariencia— desea fundirse a la vida norteamericana (Paz, 1992).
Si bien los pachucos comparten territorio con otros grupos sociales, no terminan por identificarse con estos, debido a su genealogía como grupo social. En un principio los estigmas de violencia y criminalidad les persiguieron por mucho tiempo, situaciones que al final terminaron por ser apartadas de sus estándares por la disminución de población de pachucos y por la llegada de otros grupos sociales, que tomaron su lugar en las escalas de segregación estadounidenses y mexicanas.
Los pachucos: resistencia en ambos lados de la frontera
En la construcción occidental de la otredad es fundamental la negación de la humanidad total o parcial del otro para afirmar el yo.
(Arsenio Dacosta)
Pierre Bourdieu expresaba que la violencia simbólica que se ejerce es «esa violencia que arranca sumisiones que ni siquiera se perciben como tales apoyándose en unas ‘expectativas colectivas’, en unas creencias socialmente inculcadas» (Fernández, 2005, pág. 9). Bordieu expresaba que el capital simbólico era una de las vías de ejercer la violencia, en el caso de este ensayo es el del capital cultural en el que los grupos hegemónicos (Irwin, 2009, pág. 124) se ocupaban de destruir en la subcultura de los pachucos su identidad y su intento de salir de los cánones (Irwin, 2009, pág. 50) del mundo anglosajón de los años 30 y 40; un mundo en guerra y en el que la persecución de personas e ideologías eran parte de la cotidianidad.
Los pachucos han sido una de las subculturas que han mostrado resistencia ante los embates de los contextos sociales que los han rodeado; llámese en un primer momento afrodescendientes y después, mexicanoamericanos, quienes se vieron envueltos en conflictos simbólicos y físicos con grupos hegemónicos y de dominación predominantemente racistas.1
La marginalidad en la que los grupos de afrodescendientes se ha visto envuelta ha sido parte de su cotidianidad desde que fueron traídos a América como esclavos, señal de segregación, discriminación e ideología2 por parte de grupos de hombres y mujeres caucásicas que consideran su color de piel como signo de grandeza.
Durante la Segunda Guerra Mundial la austeridad era parte de las consignas nacionalistas del gobierno norteamericano, por lo que usar trajes extravagantes y de gran medida se consideraba poco patriótico; motivo por el cual los jazzistas afrodescendientes que usaban el zoot suit3 fueron perseguidos.
Ya durante los años 40, el atuendo zoot sería adoptado por otros grupos minoritarios, entre ellos los latinos y más específicamente los mexicanoamericanos, quienes portaban:
Un saco largo de solapa ancha (tacuche), una camisa de cuello ancho (lisa), un chaleco, un pantalón holgado con una cadena (drapes), zapatos bicolor pulcramente brillosos (calcos) y el infaltable sombrero borsalino (tando). Las mujeres también traían prendas y maquillaje llamativos, además de que era (casi) infaltable un saco o gabardina a cuadros (BBC News, 2019).
El evento que cambió el curso de la historia de los pachucos y que generó una transformación de la población latina zoot suiter ocurrió en 1943 en Los Ángeles, cuando militares estadounidenses atacaron a algunos jóvenes latinos que vestían trajes holgados y al cual se le atribuyó el argumento de rescate del patriotismo; sin embargo, la verdadera razón fue el racismo imperante hacia minorías de otros países.4 Después de los enfrentamientos, la Ciudad de Los Ángeles emitiría una prohibición al uso del atuendo pachuco, por lo que desafiar la norma implicaba cárcel.
La agresión contra los pachucos derivó en un movimiento truncado, uno de los muchos genocidios culturales para mantener el orden establecido. «Los menos, se radicalizaron y conformaron grupos que luego se expresaron en las primeras formas de pandillas en California» (BBC News, 2019).
La irritación del norteamericano procede, a mi juicio, de que ve en el pachuco un ser mítico y por lo tanto virtualmente peligroso. Su peligrosidad brota de su singularidad. Todos coinciden en ver en él algo híbrido, perturbador y fascinante. En torno suyo se crea una constelación de nociones ambivalentes: su singularidad parece nutrirse de poderes alternativamente nefastos o benéficos (Paz, 1992).
La palabra pachuco proviene de la «mexicanización» de «para el chucko», así se le llamaba al Paso, Texas; Chuck en inglés, que significa arrojar, por ser uno de los lugares en los que la patrulla fronteriza aprehendiera y deportara a muchos connacionales que cruzaban ilegalmente. La frontera5 geográfica de Ciudad Juárez, Chihuahua es justamente El Paso, Texas; por lo que quienes pasaban a la ciudad estadounidense, se expresaban con la frase «vamos pa’l chucko»; es decir, vamos para donde nos arrojan, nos corren, nos deportan; por lo que la palabra tiene una connotación6 y un profundo contenido proveniente de la clase laboral migrante.
Aquí podemos hablar de una inminente desterritorialización, en la que los sujetos; en este caso los migrantes y aquellos nacidos en Estados Unidos, hijos de migrantes latinoamericanos; pretenden construir una identidad basada en la hibridación de culturas, como resultado de la mezcla y la «intersección de culturas de élite, la industria cultural y la cultura popular» (Szurmuk, 2009, pág. 134), elemento por el que las ciudades fronterizas se caracterizan.
«Tin Tan» y la reivindicación de los pachucos
El pachuco parece encarnar la libertad, el desorden, lo prohibido.
(Octavio Paz)
A fines de los años 40, el comediante Germán Valdés «Tin Tan» saltó a la fama por su imitación del cantante mexicano Agustín Lara y por vestirse como pachuco, lo que lo llevó a realizar giras por California y la parte fronteriza de México. Al llegar a la Ciudad de México, «Tin Tan» se convirtió en un ícono de clase mundial que representaba fuertemente a una minoría desplazada.
El contexto social y cultural lo llevaron a reivindicar la visión que se tenía de estos grupos sociales, a tal grado, que varios artistas y grupos de élite intentaron emularlo. Su manera humorística de encarnar a un personaje le valió los apodos de «El Pachuco de México» y «El Rey Pachuco».
Su representación del multiculturalismo existente, resultado de su vida adolescente en la frontera, le llevó a unir los límites geográficos de separación que existían entre grupos hegemónicos mexicanos y estadounidenses y este grupo minoritario en ambos lados de la frontera.
En los años 80, el grupo de rock en español La Maldita Vecindad y los Hijos del 5º patio retomaron el concepto cultural del pachuco como una reivindicación y demanda social de las facciones minoritarias de la Ciudad de México. En sus canciones representan a los barrios de baja economía y generan identidad cultural7 y entendimiento de estos por medio de vestimentas del pueblo y de, específicamente, los pachucos, como muestra de resistencia y cohesión social.
En pleno siglo XXI, los pachucos han encontrado la manera de mantener viva la «elegancia del pasado» al usar la vestimenta tradicional y al tener como ejemplo a «Tin Tan» (AFP, 2017).
Notas
1 De acuerdo con Stuart Hall, el «racismo biológico» recurre a las características corporales, como diacríticos de la raza estas características connotan diferencias sociales y culturales (Irwin, 2009).
2 Gramsci expresaba sobre la ideología que determinados grupos sociales luchan de modos diferentes, incluyendo el ideológico, para ganar el consentimiento de otros grupos y lograr una clase de ascendencia tanto en el pensamiento y la práctica sobre ellos, lo que determinó su definición de hegemonía, la cual «nunca es permanente, y no es reducible a los intereses económicos o a un simple modelo clasista de la sociedad» (Hall, 1997).
3 La palabra proviene del uso de zoot zoot, traducido como zigzag. Era utilizado de manera holgada porque eso permitía el movimiento del cuerpo con libertad a la hora de bailar.
4 Lo que Stuart Hall definiría como «la noción de raza que ha sido desplazada por un concepto explícitamente cultural. Las nociones biológicas extremas de la raza (expresadas en la eugenesia, el darwinismo social o el fascismo) han sido reemplazadas por definiciones culturales de la raza, las cuales permiten que la raza juegue un papel significativo en los discursos de la nación y la identidad nacional» (Irwin, 2009).
5 Las fronteras separan, unen, delimitan, marcan la diferencia y la similitud, pero también producen espacios intersticiales, nuevos espacios que inauguran relaciones. «Pueden ser burladas, acatadas, cruzadas, transgredidas, imaginadas, reales, reinventadas y destruidas. Confinan y liberan. Protegen y torturan» (Szurmuk, 2009).
6 Roland Barthes aporta a la conceptualización del modelo saussureano del signo el análisis semiótico de los conceptos de denotación y connotación; el primero se expresa como un primer nivel descriptivo, mientras que el segundo como un segundo nivel de interpretación de signos en los que se incluyen la ideología social, los marcos conceptuales y los sistemas de valores de la sociedad (Hall, 1997).
7 El concepto de identidad cultural encierra un sentido de pertenencia a un grupo social con el cual se comparten rasgos culturales, como costumbres, valores y creencias. La identidad no es un concepto fijo, sino que se recrea individual y colectivamente y se alimenta de forma continua de la influencia exterior. De acuerdo con estudios antropológicos y sociológicos, la identidad surge por diferenciación y como reafirmación frente al otro. Aunque el concepto de identidad trascienda las fronteras (como en el caso de los emigrantes), el origen de este concepto se encuentra con frecuencia vinculado a un territorio (Molano, 2007).
AFP. (2017). ¡Ya llegó su pachucote! La subcultura mexicana que se niega a desaparecer. Expansión. 30 de agosto.
BBC News. (2019). Zoot suit, el extravagante atuendo que provocó la persecución de mexicanos durante la Segunda Guerra Mundial. BBC News. 8 de junio.
Fernández, J. M. (2005). La noción de violencia simbólica en la obra de Pierre Bourdieu: una aproximación crítica. Madrid: Universidad Complutense de Madrid.
Hall, S. (1997). El trabajo de la representación. Londres: Sage Publications.
Molano, O. L. (2007). Identidad cultural un concepto que evoluciona. Revista Opera, 69-84.
Paz, O. (1992). El laberinto de la soledad. España: Fondo de Cultura Económica de España.
Rose, N. (1996). Inventing ourselves. Cambridge: Cambridge University Press.
Salas, P. M. (2021). Los Pachucos. (E. E. Cauich, entrevistador). 15 de noviembre.
Szurmuk, M. (2009). Diccionario de estudios culturales latinoamericanos. Ciudad de México: Siglo XXI.