«Tina Modotti, hermana, no duermes, no, no duermes: tal vez tu corazón oye crecer la rosa de ayer, la última rosa de ayer, la nueva rosa. Descansa dulcemente, hermana»: son los primeros versos del adiós de Pablo Neruda a Tina Modotti, que el poeta escribió el 5 de enero de 1942, inmediatamente después de enterarse de la muerte de la fotógrafa italiana.
Ciudad de México: una velada sin preocupaciones con amigos se convierte en una tragedia. El 5 de enero de 1942, Tina Modotti muere de infarto en un taxi después de una cena en casa de amigos donde fue con su pareja Vittorio Vidali. Las circunstancias de su muerte parecen inmediatamente confusas y, de hecho, aún hoy, después de setenta años, persisten algunas dudas. Las noticias van y vienen. Las malas lenguas atribuyen la muerte de la fotógrafa a su pareja, pero tanto los amigos de la pareja como todos aquellos que se identifican con los ideales comunistas no aceptan la idea de una posible implicación de Vidali.
El más indignado es el poeta Pablo Neruda, que había llegado a México en 1940, quien al momento de la muerte de Tina era cónsul general en la Ciudad de México en representación del gobierno chileno: con un conmovedor poema dedicado a la fotógrafa quiere despejar los rumores, la instrumentalización, los escándalos, entre otros. El poeta quiere celebrar solo el ejemplo de una vida dedicada al compromiso político, a la pasión revolucionaria, al arte y al amor.
Y Génova quiere rendir homenaje a esta vida gracias a la exposición «Tina Modotti. Mujeres, México y Libertad», del 8 de abril al 9 de octubre en el Palacio Ducal promovida por la Fundación Palacio Ducal, Región de Liguria, Municipio de Génova. La producción estuvo a cargo de 24 ORE Cultura-Gruppo 24 ORE, mientras la comisaria fue Biba Giacchetti, en colaboración con Sudest57 con el importante aporte científico del Comité Tina Modotti.
Entre las más grandes intérpretes femeninas de la vanguardia artística del siglo pasado, Tina Modotti expresó su idea de libertad a través de la fotografía y el compromiso político y social, convirtiéndose en un ícono del país que la había acogido. Su talento pronto trascendió las fronteras de México y fue reconocida en el panorama artístico mundial. Incluso hoy, Tina Modotti sigue siendo el símbolo de una mujer emancipada y moderna, cuyo arte está indisolublemente ligado a la búsqueda de una «nueva humanidad».
En la exposición, un centenar de fotografías, impresiones originales en sales de plata de los años 70 realizadas a partir de los negativos de Tina, que Vittorio Vidali entregó al fotógrafo Riccardo Toffoletti. Junto a las fotografías, cartas y documentos conservados por su hermana Jolanda, y videos que van hilvanando un historia fascinante, que acercará al público a este espíritu libre, que pasó por la miseria y la fama, el arte y el compromiso político y social, arrestos y persecuciones, pero que también despertó una admiración sin límites por el respeto pleno y constante a sí misma, a su pensamiento, y su libertad.
«Estamos muy contentos de acoger esta exposición en el Palacio Ducal, que se confirma no solo como un lugar de producción artística y accesibilidad cultural, sino también como un importante cruce de caminos para la reflexión ciudadana», subrayó la directora de la Fundación Palacio Ducal para la Cultura, Serena Bertolucci para quien la exposición «es un homenaje a un gran fotógrafo, con un estilo único y muy reconocible, cuyas instantáneas forman parte de las colecciones de los museos más importantes del mundo; pero es, al mismo tiempo, un viaje para descubrir a una mujer extraordinaria, polifacética, apasionada, inconformista, comprometida en la lucha por el reconocimiento de todo tipo de derechos. Una mujer que, si tuviera que definir con un solo adjetivo, diría muy moderna».
Assunta Adelaide Luigia Modotti Mondini, abreviada como Tina Modotti (Udine, 1896 - Ciudad de México, 1942) fue sin duda una mujer polifacética: fue actriz, fotógrafa, activista. Es considerada una de las más grandes fotógrafas de las primeras décadas del siglo XX, así como una figura muy comprometida en el movimiento comunista internacional.
Las fotografías que tomó en México, lugar donde se trasladó desde Estados Unidos en 1923, ilustran su militancia política, humana y político-social. Su creatividad, expresada en los pocos años que podrá dedicarse a la fotografía, habla plenamente de un espíritu libre y poco convencional que anima el cuerpo con una particular belleza, a la que ella misma concederá muy poca importancia.
Vivirá en Estados Unidos, México, Rusia y Europa, profundamente dividida en la década de 1930 por el enfrentamiento entre fascismo y antifascismo. Participará en primera línea en la acción de solidaridad y en la ayuda a las víctimas civiles de la Guerra Civil Española (1936 a 1939), compartirá su vida con Vittorio Vidali en estos mismos años y, a diferencia de su pareja, Tina nunca podrá regresar a su amada patria (Udine) no solo por sus actividades antifascistas, sino también por su prematura muerte en el exilio mexicano, con apenas 46 años de edad.
El tema de la libertad en Tina Modotti está esencialmente ligado a su personalidad multifacética, y siempre, a lo largo de toda su existencia, con una coherencia que raya la intransigencia, marcada por capítulos que han atravesado la historia política del mundo. Muy pobre y obligada a emigrar con solo dieciséis años, Tina podría haber seguido su carrera como actriz en Hollywood, y explotado su belleza en busca de tranquilidad económica.
Pero su elección por la libertad la lleva en cambio al estudio, y a la profundización de sus habilidades artísticas innatas, cultivadas en el círculo de amigos que frecuentaba con su primer compañero, el pintor Robo Richey, hasta que conoce a Edward Weston, un fotógrafo que aún no es famoso, quien la inicia en las técnicas fotográficas. Si Weston será su mentor, fue Tina quién decidió ir a México para compartir un renacimiento artístico que descansó sobre bases sociales y culturales, en la fase particular posrevolucionaria, donde hacían apogeo las corrientes estridentistas. Fue en ese momento cuando la fotógrafa se relacionó con intelectuales y pintores, entre ellos Frida Kahlo, Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros.
Con el paso de los años Tina dejará de ser actriz, pero no modelo: posará para los grandes intelectuales, muralistas. En sus primeros años mexicanos experimentará una total libertad de pensamiento que se verá reflejada en su estilo de vida, en su comportamiento y en sus amores. Pero sobre todo se liberará rápidamente del estilo de Weston para afirmar su arte, su manera de fotografiar que permanecerá única en el tiempo y será inmediatamente reconocida internacionalmente.
Artista sensible y partícipe del movimiento por la emancipación de los oprimidos, Tina no dudará en abandonar el arte debido a su creciente compromiso con el activismo político. Por ello será acusada falsamente de complicidad en el asesinato de su pareja, el periodista cubano Antonio Mella, y luego, a principios de 1929, de haber participado en un atentado contra el presidente mexicano. Por tal motivo la fotógrafa será expulsada de México; Estados Unidos la habría aceptado nuevamente si hubiera renunciado a sus convicciones políticas, pero su libertad de pensamiento y su coherencia, llevada al límite incluso del riesgo de su propia seguridad la hicieron declinar la oferta.
Comenzó así una etapa de refugiada política que la llevó a Alemania, a Rusia, y luego a involucrarse directamente en la guerra de España para ayudar a las víctimas del conflicto, con especial atención a los niños. Al final de la guerra en España, Tina, cansada en cuerpo y espíritu, será acogida de nuevo en México, donde vivirá sus últimos años casi retirada, junto a Vittorio Vidali: hoy es reconocida como una fotógrafa que ha dejado una huella imborrable en la historia contemporánea.
Sus célebres tomas integran las colecciones de los museos más importantes del mundo y su fama es mundial, como demuestra el éxito de la subasta de una de sus tomas en la exposición (Perspectiva con cables eléctricos, 1925) cuyo original se vendió en subasta en 2019 por 692.000 euros (Phillips, de Pury & Luxembourg, NY, abril 2019).
«En las viejas cocinas de tu patria, en las rutas polvorientas, algo se dice y pasa, algo vuelve a la llama de tu dorado pueblo, algo despierta y canta. Son los tuyos, hermana: los que hoy te dicen tu nombre, los que, de todas partes, del agua, de la tierra, con tu nombre otros nombres callamos y decimos, porque el fuego no muere». Son los últimos versos del poema de Neruda a Tina Modotti, símbolo de emancipación y modernidad, cuyo arte está indisolublemente ligado al compromiso social.
Mientras el primer párrafo del poema constituye el epitafio tallado en la tumba de Tina en el Panteón de Dolores en la Ciudad de México, este último está grabado en una estela conmemorativa en Udine, realizada por el Comité Tina Modotti.