Recurrente en las historias de los mitos griegos y romanos es el tema de la heroína que se enamora de un extranjero, lo ayuda en alguna difícil misión, yendo muchas veces contra sus propios principios y, en algunas ocasiones, traicionando a su patria y su familia, lo sigue en su peregrinación para después ser traicionada y abandonada.
Tres ejemplos claros podemos encontrar en este ámbito: Didón, Medea y Ariadna. Tres mitos que acomunan una ayuda sin límites a un «héroe seductor» el cual después de haber conseguido su objetivo, llámese matar bestias, robar un trofeo, o seguir el deseo de los dioses, las abandona sin ninguna piedad, en tierras extranjeras, entregándolas a su propia suerte.
Didón, hija del rey de Tiro, se ve obligada a escapar de su patria tras la muerte de su padre. Llega a las costas africanas y funda la ciudad de Cártago. Le será concedida toda la tierra que pudiese contener una piel de buey, entonces Didón corta la piel del animal en delgadas tiras, las amarra por las puntas obteniendo así una larga cuerda con la que puede conseguir bastante tierra como para edificar la nueva ciudad. El poeta latino Virgilio, autor de La Eneida, entrelaza esta historia con la del mítico troyano Eneas, diciendo que el padre de los romanos, escapado a la destrucción de su ciudad con varios compañeros, llega a Cártago, siendo acogido por su reina, quien lo amará perdidamente. Pero los dioses tenían preparado para este héroe otras hazañas, teniendo Italia como escenario.
La desesperación frente al abandono lleva a Didón a invocar una maldición sobre el amado, vaticinando solo guerra y dolor en las nuevas tierras fecundadas, no alcanzando la paz entre los pueblos de Cártago y Roma.
La reina se inmola en una pira de fuego, atravesándose con la espada que el mismo Eneas le había regalado.
Otro de los personajes más célebres de la mitología griega es Medea. Su nombre en griego significa «astucia» y efectivamente la tradición la describe como una maga dotada de poderes casi divinos.
Cuando Jasón llega a Cólquida junto a los Argonautas en la búsqueda del vellocino de oro que le permitiría recobrar el trono usurpado, Medea se enamora perdidamente de él y lo ayuda en esta empresa, traicionando así a su patria. Abandona su tierra, su familia y lo acompaña en su peregrinación, estableciéndose finalmente en Corintio. El rey Creonte, propone a Jasón la posibilidad de una sucesión al trono, ofreciéndole en matrimonio a su hija Glauce.
El ambicioso héroe, acepta y abandona a Medea. Esta, viendo la indiferencia de su amado frente a su dolor y desesperación, trama una gran venganza.
Se finge resignada y manda una manta como regalo a Glauce, quien no sabiendo que el regalo estaba empapado de veneno, lo viste y muere con gran sufrimiento. Su padre, al ver esto, corre a socorrerla, pereciendo también víctima del veneno.
Pero su venganza no terminaría aquí, según el gran dramaturgo y poeta Eurípides, para asegurarse que Jasón no tuviera descendencia, asesina a los hijos que tuvo con él. Este gran dolor lleva a Jasón al suicidio.
Ovidio, en su obra Las heroidas, da voz a Medea, que trata de conmover al marido:
¿No tienes tiempo para mí, estás ocupado con los cuidados del reino? Y yo por ti, lo recuerdo, yo, que era princesa de Cólquida supe encontrar el tiempo cuando pediste el auxilio de mi arte…
Como mujer representa la raza más desaventurada, porque no es dueña de si, siendo sometida siempre por alguien, padre, marido.
Luego encontramos a Ariadna, hija del rey de Creta Minos, quien comete el error de enemistarse con el dios del mar, Poseidón, quien le regala un bellísimo toro blanco y Minos no lo sacrifica como era la usanza. Poseidón hace enfurecer al toro que devasta el reino y además crea una atracción de Pasifae, la esposa del rey, hacia el toro. De esta sórdida relación, nace el Minotauro, medio humano, medio toro.
Dédalo construye una prisión, un laberinto del cual nadie podrá salir con vida. Como la bestia gusta de la carne humana, pide a Atenas que cada año le envíe 7 niños y 7 niñas en sacrificio.
Cuando Teseo llega a las costas de Creta haciéndose pasar por uno más de estos niños, dispuesto a derrotar al Minotauro, Ariadna se enamora de él y lo ayuda hablando con Dédalo: será el hilo que ella le dará el que le permite recorrer el laberinto donde la bestia se encuentra prisionera. Logra matar al minotauro y luego, siempre guiado por el hilo de Ariadna, encuentra la salida.
Ella traiciona los secretos y leyes paternas. Teseo reconoce esto y promete casarse con ella.
Saliendo victorioso de esta empresa, los dos huyen de Creta. En la Isla de Naxos, Ariadna cae vencida por el sueño y al despertar, se descubre sola entre restos del campamento, abandonada. El lamento es largo y doloroso, ella quiere a su Teseo, quisiera entender, quisiera ser amada o quizás quisiera que todo esto no hubiese nunca ocurrido.
La fortuna literaria de Ariadna nace con la poesía latina. Catulo es quien la realza, luego Propercio, pero será Ovidio quien contará más veces sobre Ariadna. Primero la aventura del laberinto, después el lamento famoso de Ariadna en la cuarta carta de sus Heroidas:
Aquella que fue abandonada a las fieras, oh, malvado Teseo, está aún viva; y tú ¿frente a esto querrías ser indiferente? He encontrado más dulzura en las fieras que en ti: ninguna habría sido capaz de dañarme más que tú.
Antiguas heroínas prisioneras del «furor», es decir de la pasión amorosa, anuladas y convertidas en prisioneras de su propio amor.
Podemos ver en estos mitos como muchas veces la compostura reportada por la enseñanza tradicional y conservadora puede llevar a vivir en un letargo la propia vida, hasta el momento en el cual se descubre la pasión que despierta todas las emociones de una persona perdiendo esa «diplomática compostura» para dar paso a los sentimientos que poco tienen de razón, logrando así vivir verdaderamente en la libertad del error, de la experiencia, de la pérdida de las comodidades y del miedo a atreverse a vivir espontáneamente.
En el ochocientos los personajes del mito asumen una validez cultural muy fuerte, tanto que sus nombres vienen precedidos de un artículo como testimonio de su transformación en arquetipo de la mujer abandonada.
Tú que huyes de lo que ya se ha hecho y persigues lo que aún está por hacerse.
(Extracto de carta de Didón a Eneas, Heroidas, Ovidio)