Tengo un amigo que no se ha vacunado. En realidad, en muchas cosas es original. No usa teléfono celular ni tarjetas de crédito. No tiene e-mail, no usa los medios sociales, tampoco ordenadores ni internet. En cierto modo vive en un mundo aparte, hecho de amistades, conversaciones, caminatas y viajes. Estos últimos han sido desgraciadamente suspendidos por la pandemia.
El sábado íbamos a comer juntos y hoy, el día antes, supe que se ha contagiado. Jamás se ha hecho un test de covid-19. Le he insinuado algunas veces de vacunarse, pero no me ha escuchado. Tiene más de 70 años y el no estar vacunado lo ha aislado socialmente. Nadie sabe cuáles podrán ser las consecuencias de su decisión. No lo reprocho, trato solamente de entenderlo y sé que no puedo aconsejarlo. Vive en un mundo que me es extraño, pero esto no lo hace menos amigo ni menos humano.
Lo llamé para saber cómo estaba, le pregunté por los síntomas: fiebre, dolor de cabeza, tos seca y cansancio. No es fácil poder distinguir entre los síntomas de la gripe y del covid-19. Con la última variante, Ómicron, no se pierde el gusto ni el olfato. La única posibilidad de saber que se padece es hacerse un test, pero no sé si se dejará convencer. Le dije que me hiciera saber si necesitaba algo y sospecho que no lo hará. Tendré que llamarlo yo para saber de él y lo haré sin mayor dificultad. Una amiga en común le hará las compras dejando todo en la puerta. Estoy pensando en llevarle un test para que se lo haga él mismo y sepamos si tiene covid-19 y cuáles pueden ser las precauciones que hay que tomar. Llegando a casa me entero que una amiga, que vive en las proximidades, se contagió y está enferma desde el miércoles. Ella tampoco había querido vacunarse y sus síntomas son tos, dolor de cabeza, fiebre. Ella se hizo un test que resultó positivo y esta es la segunda vez que se contagia con el covid-19.
Personalmente me he vacunado ya 3 veces, dos con Pfizer y una con Moderna. Estoy contento de haberlo hecho. No tengo duda que vacunarse sea la solución mejor y según los datos sobre la gravedad de los síntomas, hospitalizaciones, complicaciones y muertes, las vacunas protegen y reducen significativamente los riesgos. Esto no excluye que una persona vacunada se pueda contagiar, pero en la gran mayoría de los casos los síntomas y consecuencias son ligeros y sin mayores complicaciones a excepción de las personas que sufren de otras patologías. Estas observaciones son válidas también con las nuevas variantes. Cuantificando el riesgo de la vacunación, este es mínimo. No ignoremos que jamás en la historia de la humanidad tantas personas han sido vacunadas en un período tan breve de tiempo y muchas de ellas han recibido más de una dosis. Las complicaciones y efectos secundarios no representan un riesgo mayor que los de otras vacunas o uso de medicamentos. Es verdad, podríamos suponer efectos a largo plazo, pero en general, las complicaciones se manifiestan rápidamente.
Lo que realmente me sorprende es la falta de sentido común, la enorme tendencia al conspiracionismo. Me recuerdo cuando estudiaba, cuan a menudo me repetían que el contenido mental de las personas es en muchos casos el resultado de su propia imaginación y miedos y este, el contenido, está completamente desvinculado de la realidad y los hechos. El nombre de esta tendencia es «confabulación» y esta representa un enemigo interno que tenemos que neutralizar.
Para formarse una idea de estos contenidos basta leer muchas de las notas y comentarios en las redes sociales, que en cierta medida se han transformado en un espejo de las distorsiones, que dominan el imaginario colectivo. La epidemia ha sido un viaje en este mundo de impulsos inconscientes, que nos muestra una realidad que no siempre es fácil de acceder y representar.
Volviendo a mis amigos recién contagiados, puedo afirmar que padecían de covid-19, que ella ha sido contagiada por segunda vez y él por primera, según las informaciones disponibles y que muchos de nosotros vacunados o no afrontamos el riesgo de contagio, que espero no implique mayores complicaciones. Por otro lado, tenemos que aprender a convivir con este virus y el mejor de los métodos es evaluando riesgos y beneficios con informaciones demostradas y distinguiendo de caso en caso, pues lo que puede ser aconsejable para algunos podría ser un riesgo mayor para otros. Aquí no existe una única receta válida para todos y desgraciadamente tenemos que confiar en nuestra «dudosa capacidad» para juzgar los hechos y actuar.