Todos estos desarrollos son básicamente «ideas fuerza» para generar un movimiento de consciencia acerca de la situación en la que estamos. Requieren futuros procesos para que vayan tomando cuerpo y se puedan ir implementando.
En el artículo anterior, señalaba que las dos herramientas que han de aplicarse de manera simultánea para ir generando una nueva forma de democracia que se «salga» del paradigma actual de los opuestos «en lucha» y desarrollar un diferente sistema o modelo social que nos lleve hacia un nuevo paradigma «de inclusión mutua en la diversidad» priorizando el bien común, ha de ser adoptada en algún país, (Chile, por ejemplo), ratificado en base a un acuerdo nacional plebiscitado, para ir implementando:
Programa Nacional de Educación flexible
Respetuoso de la diversidad respecto al resto de las materias que forman los programas de estudio y de la libertad de enseñanza, sin conculcar ninguno de los derechos ciudadanos, que entreguen a todos los niños y jóvenes la posibilidad de aprender de manera voluntaria y activa valores humanistas, éticos, que lleven a sustentar, a vivir, una cultura ciudadana de alto valor de vida: respeto, inclusión, aprendizaje relacional, reflexión, apertura mental, solidaridad, y así sucesivamente. (Se trata de herramientas para expandir la consciencia que implican aprender a vivir y desenvolver la «trascendencia»; este término y la significación que se le da, será parte de un futuro desarrollo).
Un nuevo sistema de Cámara Legislativa
Que priorice el bien común ciudadano, con personas competentes, altamente capacitados, multidisciplinarios, con antecedentes personales adecuados para ese tipo de trabajo, que junto a personas electas desde las «bases territoriales» ciudadanas elegidas para que participen activamente en los diversos equipos legislativos, formando parte de dichos equipos, trabajando de manera continua, interviniendo en el proceso de legislar y en dar el visto bueno respecto al buen entendimiento de lo redactado, previa consulta con sus «bases».
No será un proceso fácil, pero es urgente. Lo sucedido en Chile nos ilustra acerca de la fuerza del actual paradigma.
Terminado el período eleccionario chileno, tratemos de obtener algunos aprendizajes que apunten realmente a un Chile y a un mundo mejor: El reciente proceso electoral de Chile y el bajo nivel del mismo en muchos aspectos, nos invita a que como sociedades en el mundo necesitamos tener la capacidad para atrevernos a crear una nueva democracia. Muy diferente a la actual.
Es muy claro que el modo como funcionamos y nos relacionamos en Chile y el mundo ya no tiene sustento. Pensar que si lo tiene y que podemos mantenernos de esa manera tratándonos como «amigos contra enemigos» nos conduce al desastre. Seguir así es una verdadera ingenuidad. Procurar sembrar el cambio en ese modo de relacionarnos no es una ingenuidad sino una urgente necesidad. Es evidente la falta de líderes, la falta de vivencia de valores esenciales humanitarios y éticos, la falta de participación activa, reflexiva, desde los ciudadanos. Chile está lejos de ser una excepción: la relativización de lo ético ha llevado a escándalos de todo tipo, actos diversos de corrupción, de falta de probidad, de violencia y a una sensación generalizada entre los ciudadanos de un alto nivel social de impunidad; a una indignación por los privilegios desatados.
Cuando se propone «salirnos de un paradigma de luchas» que llevan miles de años para ir a un proceso que nos lleve a un paradigma que implique vivir de manera esencialmente humana, nos califican de «ingenuos». Más aún, cuando se postula que de seguir como estamos se trata de una situación «que no es sustentable en el tiempo», ya que es evidente desde muchísimas variables, que la humanidad de seguir así se dirige de manera inexorable hacia su auto destrucción. ¿No es acaso una mayor ingenuidad hacer como que «no pasa nada» pretendiendo mantenernos en la inercia en la que estamos inmersos?
Cuando se postula que al expandir nuestra consciencia, cada uno como parte del conjunto, podríamos salvar esta humanidad dado que tenemos todas las posibilidades de hacerlo, bastando solo decidirnos a salir de nuestra actual estupidez relacional, ¿Eso es una ingenuidad?
La sociedad y la gobernanza vistas como «enfrentamiento entre enemigos»
Mantengo grupos de diálogo sean estos escritos o verbales. Con la pandemia en estos últimos 2 años, los diálogos verbales presenciales que solíamos sostener con grupos de amigos o con personas que compartimos la necesidad de aprender de nuestra diversidad, los hemos tenido que hacer por vía electrónica, usando Zoom o Skype. Paralelamente por vía mail desarrollamos diálogos en base a escritos, lo que tiene la desventaja de no ser intervenciones ágiles, más tiene la ventaja de que se pueden corregir las expresiones escritas antes de enviarse y además quedan como referencias para seguir reflexionando. Todo anda bien mientras se respeten las «reglas del diálogo». Pero cuando personas tienen en sus mentes el imponer sus creencias, sus prejuicios, sus ideologías cerradas, su visión de lo que es «la verdad», suelen terminar descalificando a quien tiene una visión diferente a la suya y termina rompiendo el diálogo.
Como veremos en este artículo, hay una gran diferencia tanto en la técnica como en el propósito entre un diálogo o un debate.
Cuando se desarrollaron en Chile las actividades publicas con los candidatos a presidentes, los medios desecharon el diálogo y prefirieron solo hacer debates entre ellos. Es un importante síntoma de la falta de consciencia de parte de los medios y del nivel cultural y político del país, una pena por lo que significa, ya que como se apreciará, un diálogo lleva a puntos de encuentro, a validar lo que quienes participan tienen en común. Los debates en cambio crean «oposición» entre las partes que deben demostrar que la otra parte está equivocada: se busca «ganar» al enemigo.
La elección de debate por parte de los medios, demuestra que la visión de «lo político», del arte de gobernar, se considera lamentablemente, solo como visiones opuestas «enemigas». Corresponde a la visión actual ideologizada de lo político, que los medios ayudan a profundizar y a sostener. Es el juego dentro de las características del actual paradigma de «lucha entre enemigos opuestos». Es eso justamente lo que este país y el mundo han de superar. ¿Cuánto habrá que esperar para que nuestra relación sea constructiva, priorizando el bien común, una sociedad de bienestar y respeto, donde todos aportemos a ello, en lugar de seguir encerrados en conceptos de «amigos contra enemigos» y aprendamos a incluirnos en nuestra universal diversidad?
El diálogo busca visiones complementarias y válidas entre sí. Todos comparten, aprenden y profundizan. Corresponde a una visión incluyente de las relaciones humanas: aceptarnos, respetarnos y aprender de lo diverso, como cuando uno aprende de todo lo manifestado en su diversidad.
A modo de ilustración: Un enfoque orientado hacia «grandes acuerdos» implica el priorizar el bien común, en lugar de las ideologías partidistas que defienden ciertos intereses corporativos y a veces determinados privilegios para ciertos grupos o personas. Es sabido que la experiencia política de la humanidad es la del «péndulo». Lo que ha sido característico en nuestra historia humana, es que un grupo determinado de la sociedad tiene el privilegio del poder. Y luego de alguna «revolución» otros grupos suelen reemplazar a los anteriores dueños de dicho poder y de los privilegios que este conlleva.
La humanidad ha ido desarrollando tecnología y conocimientos que la han llevado a contar con más «bienes materiales» modificando su manera de vivir, pero sigue siendo desigual, injusta, alienante en la manera de relacionarse, depredadora y destructora de la naturaleza poniendo en evidente peligro la sustentabilidad de la vida en la tierra. Vivimos con más «cosas» pero con menos sabiduría, gracias al actual paradigma de los opuestos.
Un diálogo no es atractivo para los medios. Ellos buscan el «enfrentamiento»; buscan el criticar al otro o sorprenderlo como ocurre en un debate. El diálogo supone validación, apertura mental, colaboración. En cambio los medios y la actual cultura imperante suponen que los candidatos son «enemigos que se enfrentan». El que gana será gobierno y el que pierde «oposición». Por eso prefieren hacer «debates».
Se acostumbra a la gente que para gobernar es «normal» hacerlo desde gobierno y oposición, dado que se supone que quien gobernará o tratará de legislar «defenderá sus posturas, sus creencias, sus intereses», en lugar de defender la inclusión de todos, el respeto mutuo, de manera que cada cual pueda actuar y decidir desde sus creencias, pertenencias o según le haga sentido. Se prefiere mantener una «cultura de amigos contra enemigos», en lugar de alimentar una cultura de entendimiento, colaboración, inclusión y respeto mutuo, del saber «pensar y sentir al otro/a». Como si «ser enemigos» sea «lo natural imposible de cambiar». Como quienes defienden que las guerras y conflictos son «lo natural», solo porque hemos estado hundidos en ese paradigma de unos contra otros.
En el proceso eleccionario chileno, uno de los candidatos pretendía de ser elegido, enviar una ley para eliminar otra ley vigente, que da la posibilidad de que la mujer pueda abortar según 3 determinadas causales, pretendiendo imponer su particular «creencia, su visión del mundo y de la vida» a toda la sociedad civil. Es decir que en lugar de respetar el libre albedrío de las personas, de las mujeres, de manera que si les parece adecuado, si les hace sentido, usen el derecho a abortar que le da la ley, mientras otra mujer, a la que esa posibilidad no le hace sentido, con toda libertad pueda elegir el no utilizar la posibilidad que esa ley le otorga. La mentalidad de ese candidato es la tradicional de los partidos: imponer su particular ideología, sus creencias a toda la sociedad civil, en lugar de respetar el libre albedrío de las personas, su derecho a elegir con libertad.
Quien gobierna o quien legisla, en lugar de priorizar sus creencias, sus doctrinas o pertenencias, debería legislar para que todas las creencias o doctrinas estén incluidas y respetadas y que cada cual decida según su libre albedrío. Se trata de que el país no se identifique con ninguna religión o credo en particular, con ningún «ismo», (capitalismo, consumismo, comunismo), sino que prevalezca el bien común de la ciudadanía que implica derechos y responsabilidades humanas, respeto mutuo.
Acerca del diálogo y del debate
David Bohm es un físico que estudió el fenómeno de Inteligencia Colectiva. Ha sido una de las personas que más ha colaborado en referirse a estas dos técnicas de la relación humana. Dice:
El dialogo es juntar los pensamientos creando un significado que fluye y evoluciona continuamente, llevándonos a niveles más profundos de entendimiento. Se crea un nuevo tipo de mente y de aprendizaje que aumenta nuestra Inteligencia Colectiva.
¿Qué es técnicamente el diálogo y que es un «debate»?
- El Diálogo es colaborador: dos o más o personas trabajando juntas hacia un entendimiento común. El Debate crea oposición: dos o más personas o bandos se oponen e intentan demostrar que la otra parte está equivocada.
- En el diálogo, el objetivo es encontrar terreno en común. En el debate, el objetivo es ganar.
- En el diálogo, uno escucha a otra(s) parte(s) para encontrar significado, aclarar intenciones y encontrar acuerdo. En el debate, uno escucha a otra parte para encontrar defectos y rebatir sus argumentos.
- El diálogo extiende, agranda y posiblemente cambia el punto de vista del participante. El debate reafirma el punto de vista del participante.
- El diálogo revela suposiciones para re-evaluación. El debate defiende las suposiciones cómo verdad.
- El diálogo provoca introspección de la posición de uno. El debate provoca crítica de la otra posición.
- El diálogo abre la posibilidad de conseguir una solución mejor que ninguna de las soluciones originales. El debate defiende la posición de uno como la mejor y excluye otras soluciones.
- El diálogo crea una actitud de mentalidad abierta: la apertura al ser equivocado y apertura al cambio. El debate crea una actitud de mentalidad cerrada, una determinación a tener la razón.
- En el diálogo, uno presenta su mejor pensamiento, sabiendo que las reflexiones de los demás ayudarán a mejorarlo, no a destruirlo. En el debate, uno presenta su mejor pensamiento y lo defiende contra los ataques para mostrar que es correcto.
- El diálogo pide dejar de lado temporalmente las creencias de uno. El debate pide implicarse completamente con las creencias de uno.
- En el diálogo, uno busca el acuerdo básico. En el debate, uno busca manifestar las diferencias.
- En el diálogo, uno busca las fortalezas de las otras posiciones. En el debate, uno busca los defectos y debilidades de las otras posiciones.
- El diálogo supone preocuparse por la otra persona y no busca ofenderla ni distanciarse de ella. El debate supone contrarrestar la posición del otro sin tomar en cuenta los sentimientos o relaciones y a menudo infravalora o desprecia a la otra persona.
- El diálogo supone que muchas personas tienen los trocitos de la respuesta y que juntos las pueden juntar hacia una solución factible. El debate supone que hay una respuesta correcta y que alguien la tiene.
- El diálogo queda abierto. El debate supone una conclusión.
Reglas del diálogo
La mayor parte de estas reglas son para diálogos verbales, en lo posible presenciales, pero con las limitaciones de la pandemia COVID suelen hacerse por vía electrónica, en plataformas del tipo Zoom o Skype.
Las reglas esenciales para el diálogo son:
- Se habla alternativamente, uno por vez.
- El que habla se dirige a la totalidad del grupo.
- Se habla cuando se tiene una convicción o un sentimiento profundo que se desea expresar.
- Durante el momento del diálogo se suspenden los roles y jerarquías.
- Se escucha sin emitir juicios.
- Se cultiva una actitud de compañerismo.
- Se está dispuesto a aprender.
- No se busca convencer a otros ni que otros cambien de opinión.
- Se evitan posturas no negociables o cerradas.
- Uno debe observarse a sí mismo.
- Se respetan las diferencias.
- Se evita reaccionar ante lo que dicen otros.
- El diálogo es abierto.
- Se valida lo que otros dicen.
- Se balancean preguntas con aseveraciones.
- No se predica.
- Se busca el próximo nivel de comprensión.
Cada uno expresa sus pensamientos y sentimientos con libertad y sin necesidad de apoyarse en lo que otros piensan o sienten.
¿Seremos capaces de generar cambios, en comenzar a validarnos en nuestra diversidad y aprender de ello? ¿Nos esforzaremos para que cambiando la manera de relacionarnos nos ayude a ir cambiando hacia el nuevo paradigma de lo sistémico, de lo incluyente? ¿Elegiremos profundizar en el diálogo en lugar de seguir priorizando el debate? ¿Seguiremos en la ruta de relacionarnos con desconfianza tratando de imponer nuestras creencias ideológicas a toda la sociedad en lugar de priorizar el bien común ciudadano? Ojalá. Eso espera la mayor parte de la humanidad que no apunta hacia la destrucción mutua como aparentemente lo desean de hecho quienes detentan el poder. En los próximos años cuando yo no esté encarnado en esta tierra se sabrá que es lo que finalmente hemos elegido como humanidad. Por ahora apunto a lo que muchos señalan como «ingenuidad»: la urgencia de trabajar hacia un diferente estado de consciencia, hacia un mundo realmente sustentable que nos aloje a los humanos viviendo en paz, armonía, respeto en la diversidad y sentido existencial para cada cual.
En vez de preguntar, ¿Cuáles son mis derechos? Preguntar: ¿en qué puedo aportar para un mundo mejor, más sano, más equilibrado en todo sentido?