Y respecto a la entronización de Jesucristo, es decir que si es un rey dónde está su trono, los cristianos han sostenido que la cruz, tosca y afrentosa, es ese trono reinante, como tosco y afrentoso era aquel pesebre de Belén.
(H. O.)
Como todo gran momento de la historia humana, la Navidad ha impulsado a las grandes plumas. Surge la pregunta: ¿cómo la han abordado? ¿Tomando distancia?, ¿sintiéndose parte, creyendo que les atañe?, ¿conmovidos?, ¿fríamente?
Vayamos a leer algunos ejemplos donde el suceso de aquella noche es el tema, la gran referencia o el telón de fondo (con la anotación de que en los fragmentos elegidos no siempre es evidente su relación con la Nochebuena; asimismo, se ha tomado en cuenta la observación del poeta mexicano José Emilio Pacheco en cuanto a que la biografía del autor no tiene la relevancia de la obra en sí, por lo que los datos del creador han sido colocados en segundo término).
Un árbol de Noel y una boda (fragmento)
Era el tal chico un niño tímido, pusilánime. Vestía una blusilla rusa de nanquín barato. Después de recoger su libro, anduvo largo rato huroneando en torno a los juguetes de los demás niños; se le notaban unas ganas terribles de jugar con ellos; pero no se atrevía; era claro que ya comprendía muy bien su posición social. Yo contemplaba complacido los juguetes de los niños. Me resultaba de un interés extraordinario la independencia con que se manifestaban en la vida. Me chocaba que aquel pobre chico de que hablé se sintiera tan atraído por los valiosos juguetes de los otros nenes, sobre todo por un teatrillo de marionetas en el que seguramente habría deseado desempeñar algún papel, hasta el extremo de decidirse a una lisonja. Se sonrió y trató de hacerse simpático a los demás: le dio su manzana a una nena mofletuda, que ya tenía todo un bolso de golosinas, y llegó hasta el punto de decidirse a llevar a uno de los chicos a cuestas, todo con tal de que no lo excluyesen del teatro.
Autor: Fiódor Dostoyevski (Moscú, 1821; San Petersburgo, 1881). Escritor del que sobra la presentación. Dueño de una capacidad incomparable de penetrar en el alma y delinear las actitudes (o, más bien, de delinear las actitudes y penetrar el alma de que provienen), lo que lo ha convertido en maestro de todos los narradores; también llamado «el mejor novelista de todos los tiempos».
Mi tío sonreía en Navidad (fragmento)
No respondo. Ella entonces vuelve a contarme, como si yo no lo supiera, cómo era el tío. Era bueno, dice, y una vez sonrió, lo puedo asegurar. Era un día de fiesta. Creo que Navidad. Ustedes dormían en el patio y nosotros estábamos despiertos todavía, tomando clericó. Él se puso a contarlos uno por uno, señalándolos con un dedo, y dijo que después de todo estaban casi criados, que después de todo estaban todos vivos. Yo le vi la cara. Fue una sonrisa muy corta, pero una verdadera sonrisa. ¡Y qué hermoso, Dios mío, parecía tu tío aquella noche!
Autor: Daniel Moyano. Escritor argentino. Hombre polifacético (plomero, músico). En 1967 tuvo un gran despegue al ganar con El oscuro el premio «Primera plana»; el jurado —que vino siendo padrino, dada la influencia entonces y más tarde de sus integrantes—, estuvo formado por Borges, Cortázar y García Márquez. Luego de ser prisionero de la dictadura, se exilió con su familia en España, hasta su muerte. (Desde un primer momento —hace unos 44 años—, pensé que ese cuento debió titularse Mi abuelo sonrió una vez, en Navidad).
Resplandor del ser
Para la adoración no traje oro.
(Aquí muestro mis manos despojadas.)
Para la adoración no traje mirra.
(¿Quién cargaría tanta ciencia amarga?)
Para la adoración traje un grano de incienso:
mi corazón ardiendo en alabanzas.
Autor: Rosario Castellanos (Ciudad de México, 1925; Tel Aviv, Israel, 1974). Creó una importante obra, tanto narrativa como poética. Por su infancia en Chiapas y su gran amor al indígena, en particular al de aquellos lares, es considerada —ya sea simbólica o de plano erróneamente— chiapaneca; así también como por su aguda mirada del papel de la mujer en la vida mexicana de entonces, se le considera precursora de su reivindicación. Fue maestra destacada, en México y en el extranjero. Murió a los 49 años de su edad, a causa de una malhadada descarga eléctrica, cuando portaba la representación de su patria en Israel.
La Navidad en las montañas (fragmento)
Así, venero la religión de Jesucristo, como usted la practica, es decir, como él la enseñó, y no como la practican en todas partes. ¡Bendita Navidad esta que me reservaba la mayor dicha de mi vida, y es el haber encontrado a un discípulo del sublime Misionero, cuya venida al mundo se celebra hoy! Y yo venía triste, recordando las Navidades pasadas en mi infancia y en mi juventud, ¡y sintiéndome desgraciado por verme en estas montañas solo con mis recuerdos! ¿Qué valen aquellas fiestas de mi niñez, solo gratas por la alegría tradicional y por la presencia de la familia? ¿Qué valen los profanos regocijos de la gran ciudad, que no dejan en el espíritu sino una pasajera impresión de placer? ¿Qué vale todo eso en comparación de la inmensa dicha de encontrar la virtud cristiana, la buena, la santa, la modesta, la práctica, la fecunda en beneficios?
Autor: Ignacio Manuel Altamirano. (Tixtla, [hoy] Guerrero, México 1834; San Remo, Italia 1893). (Casi) indígena, enarbolado como emblema de esa etnia. Escritor, diplomático, funcionario público, soldado y maestro. Su prolífica y preciosa obra, en la que plasma un gran fresco de las costumbres mexicanas, y su dinámica promoción cultural lo hicieron acreedor al título de «Padre de la literatura nacional».
Unas líneas de otros autores
La entrega del niño Dios al descender al mundo despierta una solidaridad en las letras del escritor uruguayo Ernesto Pinto:
¡Déjame ir, mi madre,
déjame ir!
Desde la gruta el Niño
pide por mí.
Quiero sentir, mi madre,
quiero sentir
cuando en el duro establo
sufre por mí.
Santa Teresa, mística al fin, va más allá… su comunión con Dios la hace pedir la muerte para sí (y para el que se apunte):
…muramos por le servir,
y pues Él viene a morir
muramos con Él, Llorente,
pues es Dios omnipotente.
Mientras que su alma gemela, san Juan de la Cruz, nos dice cómo la alegría, que no era del hombre, y el llanto, que no era de Dios, se hacen presentes en la Navidad:
…el llanto del hombre en Dios
y en el hombre la alegría,
lo cual del uno y del otro
tan ajeno ser solía.
Con toda la belleza, precisión, empatía que muestran los escritores al tocar el tema de la Navidad, nada me ha quedado tan grabado como cuando el portugués José María Eça de Queirós escribe, como si él hubiera estado ahí: «y entonces vi a Jesús, nuestro Señor, que dulcemente, por entre la mañana clara, pequeñito como cuando nació en el establo, lo iba llevando al cielo».