La frase: «Larga vida y prosperidad», acompañado de la mano derecha extendida, pero con los cuatro dedos del índice al meñique separados en una forma de «V»; es el famoso saludo vulcano que todos conocemos gracias a el doctor Spock (personaje fundamental de la serie de TV: Star Trek). Para los que también lo hemos incorporado a nuestras vidas como una especie de mantra y cada vez que lo decimos suspiramos por este sueño, nos llena de esperanza que un familiar: mi querida tía abuela Mercedes Vicci, lo haya logrado al cumplir el día de ayer (19 de octubre) un siglo de vida con «su cabeza perfecta». Desde esta sencilla semblanza deseo rendirle un merecido homenaje y dar gracias a Dios por su vida. Pero también a ella por el ejemplo y cariño que nos ha brindado a todos sus familiares, en especial a sus hijos, sobrinos, nietos ¡y bisnietos!
Mi «tía Mercedes», tal como me enseñó a llamarla mi madre desde muy pequeño, siempre la veía en las reuniones familiares que se realizaban con gran frecuencia en casa de mi abuela materna «Mamaca» en El Paraíso. Ella iba solo con sus hijos (Fanny, Luis y Blanquita) y con sus nietos, porque ya había enviudado. Sus nietos fueron los que yo llamaba primos, aunque la verdad es que eran mis primos «terceros» (si es que eso existe) porque estaban relativamente cercanos a mí en edad. En esa casa se reunía la gran familia de los hermanos, cuñados, tíos y primos de mi madre. Mi tía Mercedes es la segunda hija de cinco hermanos después de tío Juan, mi abuela Blanca que es la tercera y posteriormente venían tío «Carlucho» (del cual proviene mi nombre) y tía Flor.
Solo mi tía es la que mantiene el testimonio de aquella Venezuela de los tiempos gomecistas (1908-1935), en la que el gobernador del estado Lara: Eustoquio Gómez, le confisca el negocio a su padre (Juan Jacinto Vicci Oropeza) y este, al verse sin nada para mantener a tan numerosa familia, se llena de angustia y sufre un infarto. Ella era una adolescente de 13 años que tuvo que ayudar a su madre (María Oberto) con el cuidado de tantos hermanos en medio de grandes carencias, aunque a los dos años tuvieron el apoyo del Estado gracias a que el nuevo presidente: el general Eleazar López Contreras, resarciría el daño dándoles un monto de dinero con el que se pudieron comprar una casa pequeña en la carrera 19 entre calles 28 y 29 de su ciudad: Barquisimeto.
Más adelante, cuando se casa y se traslada a Caracas, estudió para ser maestra normalista y se puso a trabajar de inmediato. Dicta clases y tiene cargos directivos en varias Escuelas como la «Francisco Pimentel». Durante diez años será la subdirectora de la Escuela Experimental «República del Ecuador». Ejerce una labor importante como multiplicadora de la «Matemática moderna» para el sistema educativo Básico a lo largo del país. Sus últimos años de trabajo en la educación pública estará en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL). El presidente Luis Herrera Campins la condecorará con la Orden «27 de junio» en primer grado por sus 30 años de docencia.
Mi tía Mercedes siempre ha sido una maestra en todo el sentido de la palabra. Fuerte de carácter, transpira firmeza y disciplina. Es el perfecto ejemplo de esa buena semilla que sembraron las Escuelas Normalistas en nuestro país, y que junto a otros factores han permitido que la Patria no termine de colapsar en medio de tanto mal. ¡Cómo me gustaría conocer las historias de su labor pedagógica! (sabemos que nos darán para una segunda parte). Su gran legado en este siglo de existencia, es que la educación entendida como permanente disposición a aprender es el mejor medio que existe para lograr la superación personal. Nunca dejó de hacer cursos, de mejorar en su noble vocación como maestra. Y todo esto lo transmitía de modo generoso.
No voy a negar que en mi niñez su personalidad estricta me producía algo de temor. Y más de una vez salí corriendo ante sus regaños, porque no manteníamos el orden debido o tomábamos cosas sin permiso. En esos tiempos recuerdo muy bien una época en la que fuimos en varias ocasiones al pueblo de Chichiriviche (estado Falcón) algunos miembros de la familia. Una vez en la carretera tuvimos un fuerte accidente contra un camión y ella manejaba. Pudimos habernos matado, así lo pensamos todos los que lo vivimos. Nunca olvidaré que cuando nos bajamos del carro ella tenía la cara ensangrentada y nada de eso la hizo ponerse nerviosa. Con firmeza ordenó todo y a las horas, ya curada, iniciamos nuestras vacaciones de playa. Era y es fuerte y valiente.
En mi juventud creo que mi tía se dio cuenta que me había convertido en alguien serio e incluso estudioso, y dejó de tratarme con esa disciplina que me atemorizaba. Desde ese momento me demostró un cariño especial, el cual de mi parte ha sido mutuo. Y cuando fui conociendo toda su vida de esfuerzos y superación de dificultades, mi admiración por ella no ha dejado de crecer. Como buena maestra, me cuenta mi madre que muchas veces la vio llegar a la casa de un fuerte día de trabajo y salir a dictar clases en la tarde-noche. E incluso ha apoyado siempre a su hija Fanny Montiel a llevar la Academia de Ballet que como bailarina profesional fundó en 1967.
Desde principios de los noventa la casa donde vive mi tía Mercedes se convirtió en ese lugar de encuentro de la familia. Un lugar acogedor con una vista hermosísima de Caracas y en especial de su montaña: el Ávila. Para mí es motivo de alegría que desde que falleciera mi abuela materna, mi tía abuela como la última de los hermanos Vicci Oberto fuera el permanente recordatorio de mis antepasados. De todo lo bueno que ellos me han legado. ¡Feliz centenario querida tía Mercedes y gracias por tanto!