Y la noche, cada vez se hacía más noche,
y del aire quedaba muy poco para respirar,
tus abrazos no llenaban la taza de café,
el viento ya no se fundía con el mar.

El revuelo de lo inevitable,
el tiempo y su click clack
por dentro, habían pedazos
que yo buscaba reparar.

La clave, era el amor
pero no había amor ni claridad,
me llevabas a lo lejos,
me llevabas donde no había paz.

Una almohada mojada,
una lámpara a medio prender,
un diario desbordado,
garabatos en el papel.

En la noche no había luna,
ni océano que manejar,
en el aire había fuego,
un montón de sueños sin zarpar.

Miedo, mucho miedo,
eso era para mi la ansiedad.
un muelle sin barquitos,
unos besos sin amor,
la locura de lo inexplicable,
éramos siempre ella y yo.

Ella, como reina de mis pensamientos,
yo, resultado de la desesperación.
«No te quiero» le dije mil veces,
muy oscura fue su decisión.
«No me iré hasta que me abraces»,
me decía en medio del dolor.

Ahora,
caminamos juntas de la mano,
ahora no soy victima, ni hay negación.

Coctel de pastillas y pinturas.
Montañas de amor y gratitud.
¿Cuánto puede haber de locura?
¿Cuándo podré volver a ser luz?

Un millón de preguntas disparadas a media noche,
un montón de pensamientos que se disipan sin ningún goce.

Hablemos de ansiedad para normalizar la vida,
hablemos de la modernidad y lo que nos traen las camas vacías.
Aceleración a mil por horas,
sensaciones de desmayo;
no sé si voy a morir
o si solo quiero estar a tu lado.

La enfermedad post-pandemia,
la mortalidad en cualquier huella.
Llamadas sin contestar,
reuniones sin participar,
¡qué difícil socializar!

Normalicemos este estado, porque al final, eso es: un estado. Los animales activan la ansiedad como medio para sobrevivir. Cuando el depredador se acerca, cuando deben huir en medio de la enorme selva, muchos deben correr. Y esa huida, ese escape o salvavidas es consecuencia del estado ansioso.

O no hablemos de animales, hablemos de nosotros. Un psiquiatra alguna vez me dijo que la ansiedad era exceso de noradrenalina. Sustancia química que produce el cerebro, como todo, nada en exceso es bueno. Haciendo así que la ansiedad no sea más que un estado de alerta prolongado, un susto que llega a su final. Un inicio que puede llegar a terminar y en medio de tanto caos es n o r m a l.

Y aún más normal, es poderlo identificar, comunicar y sanar. En definitiva, según los libros, la noradrenalina es positiva, es la que nos permite reaccionar ante cualquier peligro o incluso estar emocionados justo antes de ver a nuestros seres queridos. Sin embargo, cuando la piscina se desborda, cuando el río rebalsa, hay que buscar ayuda, hay que aplicar la calma: pedir ayuda, algo que nos cuesta sin duda. Pero es una realidad, la ansiedad tiene solución, hay ciertas medidas y grados, muchas veces se puede mejorar con amor, a veces este no es suficiente y hay que agregar meditación; más allá de eso es importante buscar a un profesional, la ansiedad no es el enemigo; el enemigo es callar.

Hoy te digo:
Estoy contigo.
Esto también pasará.