Hay mujeres excepcionales en el mercado del arte que no son necesariamente artistas; este es el caso de Edith Halpert.
Edith Gregoryevna Fivoosiovitch nació en Odessa, actualmente Ucrania, en el año 1900. A sus 4 años de edad, tuvo que emigrar, junto con su mamá y hermana, a Nueva York como consecuencia del progrom que se llevó a cabo en el mes de octubre del año de 1905 en donde asesinaron alrededor de 400 judíos.
Cuando llegaron a Nueva York, se instalaron en el barrio de Harlem. Allí pasó su niñez y adolescencia. Al cumplir 14 años, decidió americanizar su nombre por Edith Georgina Fein. Y en ese momento se involucró en dos organizaciones de arte, por una parte, ingresó al People’s Art Guild y, por otro lado, se inscribió al Whitney Studio Club. Ambos grupos coincidían en mostrar el arte contemporáneo de la época a públicos diferentes. En el caso del People’s Art Guild, se desarrollaban exposiciones y otros eventos para que la gente participara en el desarrollo del arte, mientras que el Whitney Studio Club tenía un enfoque menos participativo, pero con un objetivo claro el cual era convertirse en un museo.
En ese entonces, cuando Edith trabajaba como tesorera del People’s Art Guild, conoció a su futuro esposo el artista Samuel Halpert de 37 años. En 1918 se casaron cuando Edith tenía 18 años y se desempeñaba como operadora del comptometer en Bloomingsdale’s. Más adelante se vinculó a Macy’s en el departamento de publicidad y finalmente se empleó en S.W Strauss, una firma de inversión bancaria.
De forma abrupta, Edith terminó su carrera de ejecutiva, ya que su matrimonio atravesaba por una crisis. Su esposo Samuel no se sentía a gusto con una mujer que ganara un mejor salario que él, de manera que consultaron a un psicólogo para que les ayudara a resolver esta situación y la solución fue presentar la renuncia de Edith a su último trabajo. Ambos se tomaron un año sabático en Europa, y cuando regresaron en el año de 1926, Edith determinó abrir su propio espacio comercial de arte.
El primer espacio se llamó Our Gallery y estaba ubicado en el Greenwich Village. Por consejo de uno de los primeros artistas que expuso en la galería, le cambió el nombre a Downtown Gallery, ya que no existían otros espacios expositivos en el mismo sector. Luego, durante la gran depresión de 1929, inauguró otra galería que se especializaría en el folk art; esta se llamó American Folk Gallery. Una de sus clientes asiduas era la señora Abby Rockefeller, quien fue una de las fundadoras del MoMa en Nueva York. Finalmente, en el transcurso de la década de los 30, abrió una tercera galería, la Daylight Gallery enfocada en mezclar arte con arquitectura y diseño.
Uno de los aspectos comunes que sirve para entender el éxito comercial de Halpert como galerista, es la aplicación de ideas provenientes del mundo de la publicidad de las tiendas por departamentos, a la forma de promocionar el arte. Por ejemplo, ella fue la primera galerista que impulsó el plan de pago a plazos para comprar una obra de arte. Esa es la razón por la cual varias personas que amaban el arte, y que no eran adineradas, comenzaron a construir sus colecciones de arte poco a poco, pagando, por ejemplo, 15 dólares mensuales por una obra.
Otro caso en el que se evidencia su experiencia laboral como publicista, antes de involucrarse en el mercado del arte, es el de los descuentos al finalizar las temporadas y también las ofertas durante la época navideña.
Aparte de su maestría en la forma de atraer nuevos clientes a su galería, también vale la pena destacar su visión como galerista. Edith Halpert era una mujer con una mente abierta, y esto se puede atestiguar en dos casos. El primero nos remite a los años 40, allí encontró un movimiento que le llamó la atención: el Harlem Rennaissence. Gracias a uno de sus líderes, Halpert conoció a unos de los artistas afroamericanos más importantes: Jacob Lawrence. El segundo tiene que ver con el artista japonés Yasuo Kuniyoshi, quien fue declarado enemigo de la nación después del suceso del ataque a Pearl Harbor. Halpert organizó una exposición retrospectiva de Kuniyoshi para mostrar el talento de este artista y resaltar que, en una nación como Estados Unidos, no se podía ignorar el gran desempeño artístico de una persona solo por venir de otro país.
Esta y otras historias son apenas un abreboca para seguir indagando en la vida de una de las mujeres galeristas más sobresalientes del siglo XX.