En el barrio de Çukurcuma, dentro del distrito de Beyoğlu, Estambul, el Museo de la Inocencia exhibe la historia de un amor inmortalizado en los objetos.
Creado por el Premio Nobel de Literatura Orhan Pamuk, este recinto abrió sus puertas el 28 de abril de 2012, bajo el nombre de la novela epónima que el autor publicó en el 2008.
La ficción El Museo de la Inocencia nos presenta la relación amorosa y obsesiva entre Kemal, un joven burgués estambulí, y Füsun, su pariente lejana de menos recursos, ambientándose en el día a día turco entre 1975 y 1984. Se trata de un viaje que zarpa en la aventura inocente y que nos hace navegar por las aguas de la pasión, para después arribar al puerto de una gran melancolía que se produce en Kemal, quien solo halla consuelo coleccionando las cosas que, alguna vez, pasaron por las manos de su amada.
Sobre esa premisa se levantan los cimientos de la casa del siglo XIX que expone más de mil artefactos que los personajes del relato «usaban, se ponían, escuchaban, veían, coleccionaban y con lo que soñaban; todo, meticulosamente ordenado en cajas y exhibidores», según lo que se explica en el sitio web de este establecimiento, ganador del Premio al Mejor Museo Europeo del 2014.
Fue el momento más feliz de mi vida y no lo sabía. De haberlo sabido, ¿habría podido proteger dicha felicidad? ¿Habría sucedido todo de otra manera? Sí, de haber comprendido que aquel era el momento más feliz de mi vida, nunca lo habría dejado escapar.
(Orhan Pamuk, El Museo de la Inocencia)
Hombre polémico para muchos de sus compatriotas dada su posición civil sobre los derechos humanos, Orhan Pamuk fue acusado de traidor a la identidad turca cuando se pronunció en contra del genocidio cometido a los armenios en 1915.
Mencionamos este acontecimiento puntual en representación de una de las diversas razones por las que está posicionado como un genuino defensor de sus convicciones, y cual canalizador de su narrativa para comunicar lo propio de su ciudad natal, contraponiendo las culturas de Oriente y Occidente.
Esa tenacidad no solo le llevó a ser nombrado Premio Nobel de Literatura en 2006, a convertirse en el primer representante de Turquía en recibir ese título, y a lograr difundir su legado en más de 40 idiomas, sino, además, a construir el museo dedicado a exhibir un amor inmortalizado en los objetos, tal y como hizo Kemal, personaje de su pluma, con todos aquellos elementos personales de Füsun que tuviera él a su alcance.
Contando con visitas guiadas y entradas gratuitas para quienes presenten un ejemplar de El Museo de la Inocencia –pues cada uno contiene entre sus páginas un pase de cortesía al lugar–, la galería es, a su vez, una extensión del universo que Orhan Pamuk creó detalladamente para los amantes de su texto –tanto aquellos que habitan en sus líneas como quienes sentimos su historia del otro lado del papel–.
Pero también sabemos que en cuanto señalemos el momento más feliz hará mucho que este habrá quedado en el pasado, que no volverá nunca más y que, precisamente por eso, nos producirá dolor. Y lo único que puede hacemos soportable dicho dolor es poseer algún objeto perteneciente a ese instante dorado. Los objetos que nos quedan de los momentos felices guardan con mucha más fidelidad que las personas que nos hicieron vivir esa dicha el placer de su recuerdo, sus colores, sus impresiones táctiles y visuales.
(Orhan Pamuk, El Museo de la Inocencia)
Dentro de la Literatura contemporánea, El Museo de la Inocencia es uno de esos trabajos que con cada palabra nos comparten la esencia de lo que desean contar en su más pura expresión. En ese sentido, y considerando la persistencia de este escritor por describir lo inmanente de su cultura, en la novela también asoma temas como la industria cinematográfica turca del siglo XX, las costumbres familiares, las tradiciones nacionales y el rol de la mujer en contraste con la visión occidental.
Por ello y más, El Museo de la Inocencia –relato y sitio– pasa de ser solo una historia de pasión y obsesión, trascendiendo como una crítica al entorno que, ampliada hacia el plano físico en la forma del galardonado establecimiento en cuestión, invita a ser presenciada y vivida de cerca, trasladando al visitante de la Literatura al barrio de Çukurcuma en Estambul, y sumergiéndolo en imágenes, aromas y sonidos de un amor inmortalizado en los objetos.