La lectura de fondo de lo exhibido en el Museo de Jade y la Cultura Precolombina del INS, San José, Costa Rica, en «Mesoamérica Tierra Encendida», curada por Erandi Ávalos, Illimani de los Andes y LFQ; abierta hasta el 4 de agosto 2021, implica un contenido que está en el interior del público que lo observa y analiza.
Después de la aletargada espera en estado de off y los estrictos protocolos sanitarios para frenar la pandemia, que cerraron museos y espacios culturales, en junio 2021, la cultura se enciende: El Museo de Arte Costarricense (MAC) a partir del 1 de junio abrió sus puertas a «Recuperar e Reimaginar», nuevas adquisiciones entre 2018 y 2021. ¡Claro!, se acerca el Bicentenario, debemos demostrar al resto de América y al mundo estar en on. El Museo de Arte y Diseño Contemporáneo abrió el 3 de junio «El Cubo Negro. Centro América Centro del Mundo». Hace un par de meses el Museo de Arte Contemporáneo de Panamá, encendió motores con «MesoTrópicos. «Después del Edén, arte y medio ambiente», se expone en la Alianza Francesa de Managua. Entorno a su vez —y como hemos tratado en anteriores artículos—, para «Mesoamérica Tierra Encendida», que argumenta la metáfora de un paisaje candente, para hablar de territorios, rutas, travesías, vivencias al margen, confrontaciones sociales y políticas, pero también añoranzas, sueños, modos de vivir hoy y aquí.
Tierra, naturaleza y biodiversidad como origen, medio y destino
Capturada en cuatro núcleos curatoriales, la propuesta observa reflexiones a partir de la relación entre lo humano y la naturaleza, desde lo básico y utilitario hasta lo simbólico y cosmogónico. Se aprecia en el trabajo de investigación de Diana Barquero, documentado por Verónica Alfaro: afectaciones al terreno por efectos del agua, deslaves, inundaciones y humedales. Y quizás, metafísico, el cubano-mexicano Carlos Aguilar, viniendo de una isla aprecia otro carácter de contingencia de la tierra: la inmersión de la arcilla cruda en el agua, es un símil de lo ocurrido con nuestras culturas de esta faja terrestre rodeada de mares.
Mariela Richmond acentúa la bioagricultura, una profunda revisión de la relación entre el campo y el alimento del pueblo. Diana Manrique visualiza la siembra de semillas iluminadas por la flama de las esperanzas puestas en una vela y plegaria por la sanación de los campos y los cultivos. Stephanie Williams aprecia la materia geológica, la roca, componentes del planeta, para escuchar la frase: sacar afuera. Alessandro Valerio trabaja con el paisaje de los procesos de biodegradación para salvar los manantiales y ríos. El guatemalteco, Edgar Calel, sensible a la comunidad originaria, recolecta productos de la siembra y los dispone en un altar a la memoria de sus antepasados.
Maribel Sánchez Grijalba valora lo chorotega a través de la mujer vasija, aquella que portaba el campesino vernáculo a la milpa llevando agua, evocando la gracia de la mujer que queda en casa al cuidado de los hijos. Ramón Merino rememora el juego de pelota purépecha, que se hacía con fuego. El hondureño Josué Orellana graba en video el ceremonial de la siembra del maíz, Yum kaak, en espacios simbólicos como el de la biblioteca nacional de la ciudad de origen, Tegucigalpa. Para el nicaragüense, Raúl Quintanilla, una piedra es estética, pero también engulle el aguijón que provoca la eterna discordia.
Illimani de los Andes, Lila Espinoza, Xochitl Guevara, Morena Espinoza, amasan la arcilla con manos y pies, que conlleva cubrir la memoria colonial y descolonizar esta materia terrestre. Guillermina Ortega trabaja sobre la acción del fuego para transformar ese barro en utensilios domésticos, y en los procesos simbólicos que intervienen en la tradicional cerámica veracruzana. Jesús Cornejo devela la poesía capaz de contener la imagen fotográfica de una mujer al recoger el agua, pero además el significado de celebrar el día de muertos en Oaxaca. Se exponen fotos de productos y hornos de cerámica de San Juan de Oriente, municipio histórico, y estandarte de resistencia indígena del Monimbó, barriada de Masaya, Nicaragua, que encendió la gesta heroica de la insurrección de 1979 y de 2018 que ahora intenta apagar el gobierno orteguista. Tamara Ávalos trae a la sala otro signo de lo femenino, la mujer y la materia origen que escucha la poesía de sus adentros. Viviana Ramos, de Cuba, prefigura un bosque de madera que, entre sus ramajes, sostiene casitas para pajaritos, instalación sonora que, en contradicción, deja escuchar, no el canto de las aves sino los murmullos urbanos que a veces aturden.
A muchos artistas visuales les interesa el entorno y crear a partir de la imagen del paisaje. Abstraer lo que mira cerca o lejos, desde adentro o afuera, pero no solo el paisaje natural, sino social, político, humano. Hoy en día interesa crear con la materia de la que está hecho ese paisaje. Entonces, esta muestra fue curada por distintas observaciones a aquello que el artista experimenta con esa materia de la cual está constituido el entorno: con la tierra, desde sus condiciones geológicas, a las problemáticas por el extractivismo y la mercantilización del agro, pero también refiere a los conflictos actuales, pues, hablamos de un territorio vivo de perennes remezones, conflictos culturales, y gobernantes corruptos que se aprovechan para seguir de manera nefasta montados en el poder.
Historia, política y migración
Al eje se adhieren autores y obras que repasan estéticamente momentos destacados de la historia en diversos países mesoamericanos. Tensiones, crímenes, vandalismo y represión. Participa LFQ con una documentación titulada «Demolición y tensiones», que trae a la conciencia lo ocurrido con el mausoleo a Florencio del Castillo, de donde desaparecieron sus restos, y cuyos muros fueron derribados, quedando solo un tiesto expuesto en la muestra. Claudia Gordillo, con un ensayo fotográfico rememora una Nicaragua revolucionaria que hoy se desvive en nuevas tensiones sociales y dictadura, e Illimani de los Andes, también nicaragüense, comparte un video performance que evoca las muertes del 18 de abril 2018, donde revive la llaga y el clamor de exigir libertad en esa patria. En condiciones similares, «AMA y no olvida, Museo de la Memoria contra la Impunidad el Museo de la Memoria Madres de Abril», con un libro interactivo que utiliza la realidad aumentada, repasa la ausencia de quienes, de manera tan desconsoladora, desaparecieron de esa realidad centroamericana humeante.
Nora Pérez, de Guatemala, Juanma García, de Cuba, referencian el valor de los íconos con asperezas sociales o políticas que demarcan el territorio observado, como también lo hace el beliceño Santiago Cal, al dibujar la cartografía mexicana asida a un machete, o adosar la típica guayabera criolla tejida con sus sublimes memorias.
En esta muestra fue integrada Cuba, pues tensiones migratorias y desplazamientos no se dan solo en esta faja que Virginia Pérez-Ratton llamara «Estrecho Dudoso» (2006), sino que se dan en los mares que bañan estas costas, de ahí que se incluya a Cuba, pues también en la isla hay seres humanos intentando encender sus vidas con el impulso creativo, pero requieren hacerlo en libertad y no ante un garabato de poder que se desdice ante el mundo, con lo que no es. Algo similar ocurre en nuestra vecina del Norte, Nicaragua.
La identidad y mestizaje a través del cuerpo y el lenguaje
Aquí se proponen piezas en las cuales el cuerpo físico y simbólico, así como el lenguaje oral, son la vía de manifestación de la identidad que evoca los orígenes de la cultura mesoamericana, la migración, el desplazamiento y la memoria. Participa Ricardo Ávila con una pintura que focaliza la acción simbólica del migrante: caminar y levantar las manos para manifestar su existencia. Nelson Morales, de México, fotografía a las Muxe, con trajes típicos de elegante y provocativo buqué y que aportan al paisaje de diversidad. Pablo Aguinaco Llano capta personajes vestidos a usanza originaria y orgullosos de su nacionalidad. Rodrigo Vidal Padilla expone Chipahuak, un foto-performance en el cual inscribe el retrato en un plano colmado de la semilla sagrada y símbolo de renacer y esperanza.
Yutsil Cruz también de México aborda el mito de Quetzalcóatl, fragmentado y reinterpretado como la serpiente emplumada rubia que alguna vez pintara alguno de los maestros de la escuela mexicana de pintura. La guatemalteca, Sandra Monterroso, va también a la raíz de la cultura maya tematizando el Popol Vuh en su performance El Penacho de Vocub caquix. Rodrigo Zárate Moedano y José Santiago Francisco cargan la propuesta de extrañamiento por una lengua originaria como el totonaco: «Existe cuando hablas». Luis Ricaurte, de origen colombiano, explora un universo de imágenes de la cultura urbana en tensión, manifestadas en la interesante técnica del láser grabado. Antonio Zaragoza-Ericka Bulle atisban hacia los escenarios de la droga, con un fogoso trazo territorial demarcado sobre su mismo cuerpo cargado de incertidumbre y ansiedad. Rolando Castellón, además del video performance en el cual declama la poesía de Omar De’ León, es autor del mapa de tierra de Mesoamérica, en la visión de Aztlán, la patria chicana que según Ibarra-Frausto en «Temas Centrales 2000», organizado por Teorética, dista desde California hasta Panamá.
Tal y como se acotó en la introducción, la cercanía a las efemérides patrias centroamericanas puso la cultura en «on» con un conjunto de muestras, algunas de las cuales se sobreponen e incluso nos referencian. Pero no es con los parecidos que nos interesa resaltar esta propuesta, son las diferencias las que nos permiten alcanzar otro nivel, otro sesgo de la percepción de nuestra realidad postpandemia.
Iconografías de la violencia, la resistencia y la muerte
A través de técnicas y estéticas se manifiestan y exploran, diversidad de asuntos relacionados con ritos y elementos funerarios, reflexiones filosóficas, políticas o físicas sobre la muerte, la violencia y la resistencia. Participan César Manzanares, de Honduras, con un video performance donde se advierte el tiempo que engulle la muerte y la vida que aflora a través de la niña que regala frutas a quien saca pompas de jabón de una calavera-vasija. Geraldine Guillén y Sofía Hamilton con un grabado argumentan la noción vida-muerte y dejan abierta la esperanza en el recordar. Juan José Estrada Serafín, mexicano, sortea el icono de la violencia empuñada por la mujer armada y, en particular, la de una aguerrida anciana portadora de la metralla.
El connacional Alexander Chaves Villalobos, simboliza los territorios del trasiego y consumo de droga, que se vuelve como el agua, al equivaler el precio del oro. Omar Torres, de México, aborda las grandes estructuras de una masa que aplasta la figura tridimensional de cristal, a punto de ceder. La cubana, Yaily Martínez, devela la metáfora del oro que, al caer sobre el escenario minimalista que simboliza la región, esas «pepitas» son sentidas al costo de una lágrima. El salvadoreño, Juan Deras, apunta hacia otro tópico del dolor, el de un pueblo que extraña a sus muertos y estos son extraídos de una fosa común para el descanso eterno en un sepulcro familiar. Jesús Cornejo recuerda el día de los muertos en Oaxaca como persistencia en lo popular y en el imaginario del de la muerte asido a la memoria de aquella sociedad. Gabriel Rico, también mexicano, aborda esa misma efeméride desde los juegos de artificio, que prefiguran algarabía y luz, para conmemorar a quienes ya no están.
A manera de cierre
Uno de los caracteres de diversidad de esta singular muestra fue el recital virtual «Voces Poéticas Mesoamericanas», con un selecto grupo de poetas: Norma Zamarrón, Pedro Chavajay, Sashenka Hernández, Noé Lima, Valeria Cobos, Shirley Campbell Barr, Minor Arias Uva, reseñado por el nicaragüense, Yasser Salamanca, que en ciertos recodos del recital enciende el extrañamiento por una gran patria.
Además, lo expuesto es acompañado por el nutrido programa de conferencias magistrales y conversatorios online, donde se aprecia el sentido filoso de esos puntos candentes en el panorama internacional y la realidad cultural mesoamericana. El interés de acercarnos a asuntos de conservación del planeta, como los agrícolas, agua, clima, fuego, tierra, cerámica, tejidos, nos implica al hablar de holismo en gratitud a Pachamama, a la materia tierra, centro neurálgico de este proyecto, que ahora se alista para viajar a México. Se atiende a nuevas preocupaciones sociales, culturales, históricas, asuntos de género, minorías, inclusión o exclusión, preferencias sexuales; factores siempre encendidos como lo es la descolonización, las condicionantes neohegemónicas y neofilibusteras tan persistentes, a más de cinco siglos de atizar la leña que supla el fuego.