El Museo de Jade y la Cultura Precolombina del Instituto Nacional de Seguros, San José, Costa Rica, abre del 4 de junio al 4 de agosto la muestra bicentenaria de arte actual, titulada «Mesoamérica: Tierra Encendida», 2021, curada por Erandi Ávalos de México, Illimani de los Andes de Nicaragua, Luis Fernando Quirós de Costa Rica, con cuarenta y cinco artistas de la región. El evento fue inaugurado con el recital virtual «Voces Poéticas Mesoamericanas» y un nutrido programa de conferencias magistrales y conversatorios en línea. Se trata de un proyecto expositivo del colectivo de arte contemporáneo Museo de Pobre & Trabajador de Costa Rica. El motivo del presente artículo es visualizar el arco de acciones culturales que anteceden a esta propuesta expositiva.
Vivenciar el Bicentenario de Independencia de las patrias centroamericanas, 2021, con una muestra de arte contemporáneo de este calibre, exhibida primeramente en San José, Costa Rica (junio-agosto 2021), para inaugurar en el año 2022 en México; conlleva el interés de resaltar el arte con diversos ejes como el político, acercarse a la descolonización, a la agroecología, la conservación de recursos del planeta, las migraciones: tierra y cultura, en particular en el ámbito de Mesoamérica, expandido hacia identidades como la náhuatl y purépecha de México, e intereses culturales del Caribe, en particular Cuba, e importantes movimientos migratorios y solidaridad con sus artistas, debido a pugnas políticas que embargan la realidad actual. La muestra dedica in memoriam a la artista guatemalteca, Isabel Ruiz, su instalación Historias Sitiadas de «MESóTica II» y la quema de las sillas en la entrada del museo que son símbolo fehaciente de las acciones culturales centroamericanas.
Historia y cultura mesoamericana
¿Por qué esta particular focalización? Se recuerda que, durante el siglo IX y X, la frontera sur mesoamericana fue poblada por migrantes provenientes de regiones centrales de México, impactando sus formas de arte y, en particular, el trabajo con la arcilla. La aparición de la cerámica policroma e iconografía de la serpiente emplumada no se conocía en los pueblos chibchas, anteriores a los chorotegas de la Gran Nicoya, los cuales se asentaron en la costa del Pacífico en Nicaragua y norte de Costa Rica. De ahí que los ceramistas actuales de Guaitíl, San Vicente de Nicoya en Costa Rica, y San Juan de Oriente, Masaya en Nicaragua, ofrezcan un producto ataviado de rica hibridez. El origen del nombre Guanacaste —provincia costarricense fronteriza con Nicaragua—, proviene del náhuatl, que significa árbol de oreja.
En los registros independentistas centroamericanos, se rememora que, al llegar el Acta de Independencia a la ciudad de León, Nicaragua, y trasladarla a Cartago, Costa Rica, existió la iniciativa de anexarse al Reino de Iturbide, México. Aunque el intento no fue real, en tanto que en 1823 fue sellado el establecimiento de la Federación de Estados Centroamericanos, con Guatemala como capitanía general, hasta 1838-1839, cuando estos estados se declararon independientes.
Pero la región no está nada exenta de la guerra y violencia social, su memoria también se pinta de sangre. Se recuerdan, en el siglo pasado, las guerrillas en Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y el sur de México en la región de Chiapas. Cada inicio de año, para la efeméride del Cristo Negro de Esquipulas, Guatemala, se evoca también la firma de los acuerdos del Tratado de Paz, 1987, y el arte actual aborda estos eventos que marcaron el devenir de la región; algunos de los artistas que integran el corpus de este proyecto lo asumen.
Importantes exposiciones regionales fortalecieron el arte contemporáneo del istmo, citamos la «Primera Bienal Centroamericana de Pintura», convocada por el Consejo Superior Universitario de Centro América (CSUCA) en 1971, con sede en San José. La pieza Guatebala (1971) del guatemalteco Luis Díaz, figura como ganadora del gran premio, y entre otras, se recuerda el dibujo de Rolando Castellón, Danza Alegórica (1971), representando a Nicaragua, su país de origen. El jurado lo integró la crítica de arte argentino-colombiana Marta Traba, el mexicano José Luis Cuevas, el peruano Fernando di Szyszlo, el ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, y el nicaragüense Armando Morales.
En 1992, el Museo de Arte Costarricense convocó a la «Segunda Bienal de Pintura Centroamericana», que, por contradicción premió otro dibujo, Naranjas guácimas del nicaragüense Carlos Montenegro (contradicción, en la medida de que, en esos tiempos, en una bienal de pintura se esperaba que premiara una pintura y no un dibujo en blanco y negro). En esos mismos años noventa, un grupo de amigos del arte y empresarios centroamericanos, fundaron la «Bienal del Istmo», con la modalidad de un evento nacional —en el caso de Costa Rica se llamó «Bienarte»—, el cual seleccionaba a los participantes para la versión centroamericana. Persistió sin interrupciones hasta 2016, la «Décima Bienal de Arte Centroamericano», dirigida por Tamara Díaz Bringas, quien infundió una dinámica muy singular al evento; sin embargo, trascendió que sería la última en realizarse, en tanto que los empresarios retiraron el patrocinio. En Nicaragua, en 1998, empezó el ciclo de bienales, organizado por la Fundación Ortiz Gurdián, hasta llegar a la del 2016: «Todas las vidas».
En 1996, tal y como se dijo, el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo MADC, inauguró la muestra «MESóTica II: Centroamérica re-generación», cocurada por Virginia Pérez-Ratton (1950-2010) y Rolando Castellón, itinerante en 1997 por varias ciudades de Europa, paradigmática por la visibilidad que ofreció al arte del istmo (fue la primera vez que curadores de un museo regional viajaran por países centroamericanos para gestar el cuerpo expositivo del proyecto itinerante al viejo continente con catálogo impreso, costes de seguros u otros rigores primermundistas incluidos) y que la crítica internacional distinguió un carácter contestatario muy propio de lo centroamericano actual gestado en los setenta con «La Nueva Figuración Centroamericana», como la llamó Marta Traba. Otro proyecto de esa cala fue «Estrecho Dudoso», 2006, cocurada por Pérez-Ratton y Tamara Díaz Bringas, expuesta en varias sedes de la capital costarricense. Refiero a estos eventos para afirmar que el arte de Mesoamérica es siempre focalizado por diversos filtros curatoriales e investigaciones, ofreciendo nuevos visos para esclarecer su complejidad cultural.
En un texto de la cubana Tamara Díaz, titulado La primera guerra de las bananas. MESóTica II: Centroamérica re-generación, la curadora y crítica de arte, al contextualizar este proyecto escribió:
Si la alusión a Mesoamérica recurría a una zona cultural delineada por una civilización indígena, la Centroamérica —de esta exposición— trazó sus contornos a partir del reparto colonial de los cinco países que integraban la antigua Capitanía General de Guatemala. Referencias a las culturas indígenas y a una larga historia colonial estarían presentes en varias obras de «MESóTica II». Sin embargo, el territorio común era también el de un presente de «posguerra», como muy pronto comenzó a nombrarse a sí misma esa época —y a veces la generación— que sucedió a los acuerdos de paz (Díaz, T. Julio 9 de 2019).
Con «Estrecho Dudoso», 2006, Pérez-Ratton introduce el catálogo con un epíteto que abstrae el escenario de impacto del proyecto, sin perder vigencia delante la realidad actual:
…algo que sucede en un tiempo y un espacio particular, que navega entre límites, barreras e intersticios, inmerso en una época de profunda duda e incertidumbre, pero que mira y reflexiona hacia la esperanza y la lucha positiva por la posibilidad de un mundo mejor y contra el espíritu de rendición (Pérez Ratton, catálogo «Estrecho Dudoso», 2006).
La idea de expandir la visión del arte mesoamericano al Caribe y en particular Cuba, se sustenta en un carácter histórico, la región (pared occidental del Caribe) ha abierto sus brazos a los emigrantes isleños. A la localidad de Mansión de Nicoya, Guanacaste, a finales del siglo XIX llegó el patriota cubano Antonio Maceo para fundar una colonia agrícola, acto que demuestra dicho carácter en la conformación multicultural de la región.
México juega otro rol muy peculiar en Latinoamérica, debido, en gran medida, a su cercanía geográfica con los Estados Unidos de Norteamérica. Si bien no comparte el idioma de aquel país, ni alcanza el nivel de potencia económica, sí ha resentido durante décadas influencias culturales que no abonan al fortalecimiento de una identidad soberana y decolonial. Esto se ha visto reforzado debido a la constante migración México-EE. UU. y la resonancia que esta tiene en todo el territorio mexicano.
Importa recordar que este istmo centroamericano está rodeado de mares, el Caribe y el Pacífico, posee importantes lagos, el Gran Lago de Nicaragua, y Atitlán en Guatemala, humedales y cuencas hídricas de gran importancia para el vital líquido, por ello la muestra propone experimentar un alto en el camino para reflexionar sobre la conservación del agua, proteger los mantos acuíferos y eliminar la contaminación. Se requiere aún más árboles, más bosques, que son, en última instancia los que inician el proceso del agua, al purificar el oxígeno cada noche, y absorber los nocivos gases efecto invernadero fijándolos a la tierra. Ese aire liberado es el responsable de generar las nubes y la lluvia.
La estructura expositiva de «Tierra Encendida»
La muestra obedece, como se dijo, a una importante investigación, que prefigura un corpus de artistas de la región, y, para fines museográficos, fue resuelta por la curaduría en cuatro núcleos temáticos:
Tierra, naturaleza y biodiversidad como origen, medio y destino
Observa reflexiones a partir de la relación entre humano-naturaleza desde lo básico y utilitario hasta lo simbólico y cosmogónico.
Participan en este eje las artistas Diana Barquero, Verónica Alfaro, Carlos Aguilar, Mariela Richmond, Diana Manrique, Stephanie Williams, Alessandro Valerio, Edgar Calel, Maribel Sánchez Gijalba, Ramón Merino, Josué Orellana, Raúl Quintanilla, Illimani de los Andes, Lila Espinoza, Xóchitl Guevara, Morena Espinoza, Guillermina Ortega, Jesús Cornejo, Cerámica de San Juan de Oriente, Tamara Ávalos y Viviana Ramos.
Historia, política y migración
Al núcleo se adhieren los autores y obras que revisan estéticamente momentos destacados de la historia en diversos países mesoamericanos.
Participan Luis Fernando Quirós, Claudia Gordillo, Illimani de los Andes, el Museo de la Memoria Madres de Abril, Nora Pérez, Juanma García y Santiago Cal.
La identidad y mestizaje a través del cuerpo y el lenguaje
Exhibe piezas en las que el cuerpo físico y simbólico, así como el lenguaje oral, son la vía de manifestación de la identidad.
Participan Ricardo Ávila, Nelson Morales, Pablo Aguinaco Llano, Rodrigo Vidal Padilla, Yutsil Cruz, Sandra Monterroso, Rodrigo Zárate Moedano y José Santiago Fran, Luis Ricaurte, Antonio Zaragoza-Ericka Bulle, Rolando Castellón, Santiago Cal.
Iconografías de la violencia, la resistencia y la muerte
Incluye manifestaciones a través de técnicas y estéticas diversas de temas relacionados con ritos y elementos funerarios, reflexiones filosóficas, políticas y físicas sobre la muerte, la violencia y la resistencia.
Participan César Manzanares, Geraldine Guillén y Sofía Hamilton, Juan José Estrada Serafín, Antonio Zaragoza, Alexander Chaves Villalobos, Omar Torres, Yaily Martínez, Juan Deras, Jesús Cornejo y Gabriel Rico.
Para una conclusión preliminar
Se aprecia en el cuerpo expositivo el interés en acercarse a asuntos de conservación del planeta, como los forestales y agrícolas, el agua, el clima, el fuego, la tierra, la cerámica, los tejidos, pero también las tensiones sociales, culturales, factores políticos como la descolonización y condicionantes neohegemónicas y neofilibusteras que aún persisten en la región. Son aspectos de lectura e interpretación de lo expuesto a tratar en un tercer artículo acerca de «Mesoamérica Tierra Encendida», y de ahí el vocablo preliminar.
Lo planeado por el equipo de curaduría es un intento por reconocer, revalorar y reivindicar el hermanamiento cultural ancestral que tenemos a partir de zonas culturales que nada tienen que ver con fronteras políticas actuales; proponemos para esta muestra una mirada crítica, dialógica, fraternal y creativa desde una Mesoamérica abierta a resolver conflictos, tender lazos a través del arte con las regiones cercanas y con regiones internas que durante años mantuvieron un flujo migratorio, de hibridez e intercambio de saberes que forjaron un área culturalmente magnánima. Es por ello que este ejercicio tiende puentes entre Costa Rica, México, y demás países hermanos centroamericanos, Belice y Cuba.
(Artículo en colaboración con Erandi Ávalos e Illimani de los Andes)