En este momento ya ni siquiera puedo saber cuál es mi nombre: soy el olvido, soy la Marina, soy la Malinche, soy Malinalli… yo soy la que tuvo dos cuerpos con un solo nombre: los enemigos de todos y los aliados convirtieron a don Hernando en parte de mi carne. Él y yo éramos Malinche, el ser doble que era palabra y espada.
(José Luis Trueba Lara, «Malinche»)
La Malinche es la mujer más despreciada en la tradición mexicana, quien es culpada del triunfo de las tropas de Hernán Cortés y las masacres de los españoles en México. Ha sido y sigue siendo un misterio para historiadores y escritores. Su nombre es sinónimo de traición en la historia oficial, el significado de esta palabra tiene varias versiones. Para el Diccionario Enciclopédico de México de Humberto Musacchio, «probablemente su nombre náhuatl fuera Ce-Malinalli, cuya forma reverencial era Malintzin y, por corrupción, Malinche». Por su parte, la Real Academia Española señala que significa «apego a lo extranjero con menosprecio a lo propio». A su vez, el Diccionario de Mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua la define como un «complejo» de apego a lo extranjero, así como explica que ser un «malinchista» ha sido equivalente a «traidor a la patria». Esto a raíz de una mujer conocida como «la Malinche», quien pasó de ser hija y heredera de un feudatario a esclava y finalmente traductora, consejera y amante del conquistador Hernán Cortés.
De acuerdo con el historiador José Antonio Flores Farfán, «Malinche es considerada como la que tiene la culpa de todas las desgracias nacionales y de todas las batallas perdidas en la historia de México». Sin embargo, advierte: «Esta idea del malinchismo, de atribuírselo a una sola mujer, es un gesto muy machista, muy misógino». De modo que, reducir la vida a un papel de traidora con el pueblo, resulta cada vez más insostenible a la luz de las investigaciones históricas modernas. Se convierte en «una ideología que no quiere ver la complejidad de la historia», señala Flores Farfán.
Se ha debatido durante años los orígenes de Malinche, diversos estudios concuerdan con que su nacimiento fue a fines del siglo XV y su nombre en náhuatl, lengua hablada por los aztecas, era Malintzin o Malinalli. Era oriunda de Veracruz, cerca de Coatzacoalcos, antigua capital olmeca. Se dice que nació en el seno de una familia poderosa, que cayó en desgracia con la muerte de su padre.
Bernal Díaz del Castillo, soldado y cronista, quien acompañó a Hernán Cortés en sus viajes, narró que a Malinche le correspondía ser la heredera de los dominios de su padre, un cacique local que murió cuando era niña, pero su madre, Cimatl, contrajo matrimonio con otro jefe indígena de la zona con quien concibió un varón. Para evitar el conflicto por la herencia, en la noche entregaron a la pequeña como regalo a unos indios de Xicalango y la dieron por muerta. Posteriormente, fue vendida como esclava a Chokan-Putun, cacique de Tabasco, donde aprendió maya y las costumbres con facilidad, destacándose de las otras cautivas.
El 12 de marzo de 1519 aconteció la batalla de Centla, ante el asombro de los maya-chontales aparecieron once barcos españoles y 750 hombres armados, quienes masacraron a los nativos. Tras la batalla, como se acostumbraba, se entregaron esclavas como tributo a los vencedores, y entre ellas venía la Malinche.
La imagen mítica de Malinche se ha modificado según los criterios historiográficos que la han estudiado, desde que irrumpió en el proceso de conquista, al ser ofrecida como esclava al conquistador, hasta su contribución en la formación de un México mestizo.
Hoy, para parte de la población mexicana la Malinche sigue siendo el estereotipo de la deslealtad; otros la consideran víctima del choque cultural producido; y algunos más la identifican con la madre simbólica de la nueva cultura mestiza, surgida de la fusión forzada de dos etnias. En opinión de Luis Barjau, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), «Malinche no era traidora, que traicionó a su país, porque no existía ningún país, entonces esta es una apreciación maniquea, una apreciación ideológica construida después del Virreinato, cuando viene la Independencia de México».
En 1508, aquel México se componía de diferentes pueblos, con diversas culturas y lenguas. En el centro del territorio estaban los mexicas, el pueblo más poderoso que encabezaba la triple alianza entre Tenochtitlán (hoy Ciudad de México), Tlacopan y Texcoco en el Valle de México. Al suroeste se encontraban los mayas fragmentados en estados independientes, cada uno con sus propias leyes. Once años más tarde, en 1519, cuando Hernán Cortés llegó desde Cuba a las costas de Cozumel desconocía la multiplicidad de civilizaciones existentes en el territorio; sus armas eran muy superiores a aquellas de los nativos. Según la visión de los nativos, se trataba de corazas que detenían las flechas, arcabuces o «palos por lo que habla el trueno» y hombres en la parte superior, pero que tenían cuatro patas, dioses o demonios que olían a fermentado. Para Malinche, las cuatro patas eran bestias desconocidas (los caballos) montadas por hombres venidos de otro lado y su hediondez era porque no se bañaban casi nunca.
En esa época era aceptado el concubinato, pero solo con mujeres convertidas a la fe cristiana. Cortés mandó bautizar a las mujeres, notó que Marina era diferente, no tanto por su hermosura sino por su actitud desenvuelta; por ello se la otorgó al hombre de mayor importancia en su destacamento, al acaudalado capitán Alfonso Hernández Portocarrero, como una forma de congraciarse con él. «De una condición noble a la de esclava, abandonada y negada por sus padres, pasa a muy temprana edad a manos de desconocidos, violada por los invasores castellanos en la pubertad», describe Flores Farfán.
Más tarde, el conquistador descubrió el gran valor que tenía la mujer que sabía náhuatl y maya, en una reunión con una tribu que no hablaba maya y donde Jerónimo de Aguilar, cura, traductor y único que sabía esa lengua, quedó perplejo sin entender una palabra, de modo que fue auxiliado por Malinche. Astutamente, Cortés envió al capitán Alfonso Hernández a una «misión especial», a fin de convertirla en intérprete de la expedición y en su amante; también fue su consejera e intermediaria, así como dio a luz a su hijo Martín, considerado uno de los primeros mestizos de la invasión.
Por órdenes del conquistador, el romance se mantuvo en el más estricto secreto. Dicen los cronistas que, durante el primer período, estuvo enamorado de La Malinche, pero Cortés era mujeriego, por lo que tuvo once hijos de seis mujeres, cuatro de ellas eran nativas.
A principios de 1522, la prometida de Cortés, Catalina Suárez, llegó de Cuba para casarse. La boda se celebró, pero el matrimonio duró muy poco y tuvo un desenlace fatal. El 1 de noviembre de ese año, encontraron el cuerpo de Catalina en su alcoba, tendida con los ojos abiertos hacia el cobertizo y moretones en el cuello, una muerte, sin duda, sospechosa. Cortés dijo que fue un ataque de asma, cosa que nadie creyó, a todas luces había sido estrangulada. La madre y el hermano de Catalina acusaron a Cortés de asesinato. El escándalo mancharía no solo la reputación de Cortés sino la del imperio español, por lo que la incriminación desapareció en la Corte Penal, al menos por un tiempo.
Los documentos de los cronistas de la época y los códices indígenas (documentos realizados por los miembros de los pueblos indígenas) muestran cuál era la posición alta que alcanzó la joven indígena entre los conquistadores.
«Doña Marina mandaba absolutamente entre los indios en toda la Nueva España (…). Sin doña Marina no podíamos entender la lengua de Nueva España y México», decía el cronista Díaz del Castillo, quien la veía como una mujer «entrometida y desenvuelta». Sin embargo, su posición iba más allá de ser una simple traductora con los emisarios de los pueblos, incluidos los del imperio azteca. Señalan expertos que logró el entendimiento entre culturas, sin el cual la conquista pudo haber sido mucho más violenta.
De acuerdo con Díaz del Castillo, «el multilingüismo la puso en un lugar muy privilegiado. Pero también se le consideró la cara visible de Cortés en el sentido de la interpolación que podía tener con pueblos originarios», de modo que tenía mucho poder. Malinche además de traducir explicaba las costumbres sociales y militares, así como las creencias de los pueblos indígenas. En su travesía hacia la toma del imperio azteca, entre 1519 y 1521, dejó de ser Malintzin y Marina, y se encumbró en lo más alto de la avanzada conquistadora como Doña Marina. De esta manera ayudó a los españoles tanto como lo hicieron otros pueblos nativos, quienes padecían el yugo del sistema tributario imperialista implementado por Tenochtitlán.
Cabe destacar que los grandes errores militares perpetrados por los españoles a lo largo de la conquista se cometieron en ausencia de Malinche y de Cortés. Verbigracia, el caso de la Noche Triste ocurrido del 30 de junio al 1 de julio de 1520, cuando los españoles y sus aliados indígenas sufrieron una de las peores derrotas, cientos murieron asesinados y ahogados en las aguas de Tenochtitlán, junto a los botines de guerra. Todo comenzó cuando Hernán Cortés viajó a Veracruz con la Malinche, dejó encargado a Pedro de Alvarado, quien por codicia asesinó a los dirigentes aztecas y les robó sus tesoros en una fiesta sagrada. No había problemas, estaba preso el líder Moctezuma y la gente pagaba los tributos a los españoles. Sin embargo, este acontecimiento provocó la furia del pueblo mexica y la carnicería posterior, poniendo fin a la invasión por la vía pacífica. Según Ricardo Herren: «La hueste de Cortés, sin Marina, muy probablemente hubiera pasado a engrosar la larguísima lista de fracasos militares españoles… sobre los que la Historia suele guardar un piadoso silencio».
A pesar de ello, la Malinche ha sido acusada de traidora y adúltera, principalmente por los sacerdotes historiadores de la época que la catalogaban como la puta «que iba de cama en cama», o como «la india que tuvo un hijo de Cortés». Así mismo, Jerónimo de Aguilar, traductor al maya de Cortés, también la maldijo cuando perdió la posición privilegiada que ocupó al hablar las varias lenguas de los nativos y el español.
La comunicación de la Malinche con los indígenas fue toda la campaña de conquista, desde el esfuerzo inicial por establecer relaciones amistosas con los representantes de Moctezuma, la negociación para forjar alianzas con los caciques descontentos por el dominio azteca, hasta la intimidación de Moctezuma y la rendición de Cuauhtémoc. Malinche persuadía a los indígenas a aceptar la alianza y a convertirse al catolicismo. Se dice que ella favorecía activamente las negociaciones en lugar del derramamiento de sangre. Sin ella la conquista habría sido imposible o por lo menos, mucho más difícil, sangrienta, destructiva y lenta. Cortés en sus Cartas evita mencionarla, probablemente como una forma de minimizar el destacado papel que cumplió en la conquista y ensalzar el propio. No obstante, reconoció su relevancia cuando escribió: «Después de Dios, le debemos la conquista de la Nueva España a Doña Marina».
Según analistas, Malinche salvó a su pueblo de los crueles aztecas que demandaban enormes aranceles, igualmente trasplantó el cristianismo europeo al «Nuevo Mundo» e influyó en que Cortés fuera más humano; así como señalan que, sin su ayuda, la conquista habría demorado más. Su figura, convertida en un arquetipo mítico, ha sido comparada con la Virgen María, La Llorona y las soldaderas mexicanas por sus valientes acciones y ha sido considerada la fundadora de la nación mexicana.
Sin embargo, la palabra malinchismo es utilizada despectivamente en México; desde esta mirada, Marina es la mujer que traicionó a los pueblos indígenas. De modo que surgen algunas preguntas: ¿no fue su madre quien la traicionó al venderla como esclava? En concordancia con el investigador, Nahum Megged: «a qué indios fue que traicionó: ¿a los totonacas que fueron los primeros que se sumaron a Hernán Cortés, a los de Huejotzingo y los de Tlaxcala que lucharon con él, a los xochimilcas que estaban primero con Cuauhtémoc y al último momento se pasaron con Cortés? Cuando los mexicanos hacen referencia a la traición de Malinche, primero deberían pensar ¿quién era el traidor aquí?».
Conviene enfatizar que hay múltiples obras enfocadas en la Malinche. En 1960, la obra de Rosario Castellanos (1925-1974) la describe como víctima y, en general, las feministas mexicanas defienden su imagen como una mujer atrapada entre dos culturas que, en definitiva, sirvió como madre de una nueva raza. Por su parte, Octavio Paz (1914-1998), en su obra El laberinto de la soledad, la calificó como la madre de la cultura mexicana originada desde la violación y el abuso. Sin embargo, la asocia nada menos que con «la Chingada», palabra malsonante en México que tiene muchas acepciones, entre la cuales «hijos de la chingada» se refiere a mestizos producto de violación sexual.
En palabras de Federico Navarrete, historiador y escritor: «Cuando se empieza a contar la historia de una manera diferente por los hombres blancos que gobernaban el país, las élites criollas, una de las primeras cosas que hacen es atacar la figura de la Malinche, porque la imagen de una mujer indígena triunfadora es algo que no va con su idea de lo que debe ser México, un país que no es indígena, que debe hacerse blanco o mestizo, un país que debe estar gobernado por los hombres, nunca por una mujer». En opinión de Luis Barjau, la figura de la Malinche «es emblemática de la justa lucha del feminismo en la historia de México y que debería ser una bandera de los grupos feministas y los grupos feministas no se atreven a tomar esta figura como un emblema».
La Malinche amasó un enorme rencor hacia Cortés. Se enamoró cuando el Conquistador la hizo subir a las cumbres más altas del poder, pero luego la expulsó y la regaló a un soldado. Después Cortés le pidió que declarara a su favor en uno de los tantos juicios en pugna. Ella se negó. Por lo mismo, su fallecimiento tiene tantas versiones como su nacimiento. Historiadores afirman que murió de viruela en 1528, pero esta versión perdió validez al encontrar documentos donde aparecía en años posteriores, como es el caso del historiador Sir Hugh Thomas quien sostiene que la fecha probable de su muerte es en 1551, por cartas que descubrió en España. Otros, conocedores del carácter violento del conquistador, señalan que fue apuñalada por órdenes de Cortés para que no declarara en su contra. Sea como sea, murió traicionada una madrugada del 29 de enero de 1529, en su casa ubicada en la calle Moneda en Ciudad de México.
(Agradecimientos por sus aportes y observaciones a la pintora y diseñadora Duška Markotić, croata, desde Ciudad de México, al historiador y periodista Mario Dujšin desde Lisboa, a la compositora Verónica Garay desde Puerto Aventuras, México y al escritor y periodista Humberto Musacchio, autor del Diccionario Enciclopédico de México)