Me despierto. Hay niebla afuera. Pero cuánta. Me impide contemplar el paisaje abarrancado de Giove, pueblo de Umbría, y las cumbres inmaculadas del Terminillo. Oculto está también el Tíber, que se esconde detrás de la autopista que lleva a Orte.
Lo primero que hago por la mañana, tan pronto como me levanto, es subir tres tramos de escalera para darle su comida a Luce, el gato de casa. A continuación, me preparo un vaso de agua tibia con limón.
Beber un vasito de agua no muy fría con un poco de limón es una costumbre muy saludable. Dando por supuesto que no se trata de una poción mágica, sino de un sencillo remedio que, tomado en ayunas, es muy bueno para el organismo y el cerebro. Hidrata el cuerpo, aporta potasio, es fuente de vitamina C y tiene óptimas propiedades alcalinas.
La virtud es una disposición adquirida de la voluntad, que consiste en una posición intermedia entre dos extremos negativos, el uno por exceso y el otro por defecto.
Lo dice Aristóteles y yo lo sigo a rajatabla cada mañana.
Ahora, por fin, estoy listo para hacer las camas. En enero, al inicio de la pandemia, decidí encargarme yo mismo y esto es un propósito de obligado cumplimiento, un objetivo, una meta. Ah, también tomé la decisión de poner el lavavajillas; como yo lo hago, no lo hace nadie. En primer lugar, los vasos, delante, procurando no romperlos. Siguen los cubiertos, las tazas, los recipientes, el cucharón, utensilios varios y otros objetos. Casi todos se pueden lavar en el lavaplatos y así no hay que dedicar demasiado tiempo a limpiar la cocina.
Limpiar la cocina, pero ¿quién lo hubiera creído? ¿Y poner la lavadora? No sabía ni siquiera cuáles eran los programas, ya no digamos poner una lavadora. Metía todo junto, calcetines, calzoncillos, toallas, ropa sucia, sin complicarme la vida, para mí todo era muda para lavar.
Gobernar la casa. Hoy hablaré de uno de los propósitos que me impuse a causa de la pandemia. La pandemia me llevó a asumir diversas responsabilidades y si antes otra persona pensaba en el día a día, ahora me encargo yo.
Pienso en mi madre, en las madres de mis amigos, pienso en las mujeres en general, que siempre tuvieron que desempeñar ese papel, que además de ocuparse de los quehaceres cotidianos se encargan, incluso, de organizar la jornada para los demás: aquí está la merienda, aquí los cuadernos, los libros, ¿te has lavado las orejas? Ahí tienes los pantalones, la camisa…, a propósito, ¿cuándo es el día de lavar las camisas?
¿Se lavan hoy los calcetines o es el día de las sábanas? ¿Qué se almuerza y qué se merienda? ¿Qué vamos a cenar esta noche?
Y las toallas, los manteles, las cortinas. Me da que hoy toca pasar la aspiradora y luego habrá que ponerse con las escaleras. ¿Y las ventanas para cuándo? ¿Cuándo hay que mudar las camas? Pero la cama conserva el calor. El calor que te envuelve se mantiene, así que hoy no la cambio. Mi gato parece estar de acuerdo y se acurruca en la esquina izquierda.
Por desgracia, teniendo ante nuestros ojos las sempiternas miserias de la política, la palabra «gobernar» se asocia recurrentemente con un significado restringido de administración y ejercicio de poder. Pero lo cierto es que, ensanchando la perspectiva, podemos encontrar un horizonte más vasto de significados.
Si removemos y profundizamos un poco en la bazofia, lo que descubrimos es una red de seguridad que ampara a políticos y empresarios intocables. Sobre esta inmundicia está construida nuestra democracia. Lo escribió Francisca en Twitter hace unos días.
Una escena de una película que tengo en mente es una especie de corrida, improvisada en una noche de luna llena, por parte de dos jóvenes completamente desnudos. Se puede oír con nitidez el ruido del capote, la tela que usan los toreros para atraer al toro. Solo de noche, aunque este paño es de color rojo, no se ve en el filme. Lo único que se ve es un toro a punto de embestir, el sonido de sus resuellos, el ruido del vidrio giratorio y la luna que lo contempla todo.
En el léxico rural, los animales son gobernados, es decir, se los cuida, se los alimenta, se gobiernan los establos y se gestiona la continua necesidad de manutención diaria. Décadas atrás, en las casas ricas existía la figura de ama de llaves, que no era ciertamente la tenedora del poder, sino una asistenta, una presencia atenta y cordial. En el Cántico de las criaturas de San Francisco de Asís, la Madre Tierra «sustenta y gobierna»; esto es, regula y provee, cuidándose de que a nadie falte nada. Tras la comida, se regobierna, lo que quiere decir que se lava el servicio usado en la pitanza, garantizando, con una amabilidad que por rutinaria no se percibe, higiene y dignidad.
Disipada la niebla por completo, hay un tímido intento del sol por dominar el cielo, pero me temo que hoy reinará la nubosidad.
Estar, ser al amanecer. Salir de casa cuando nadie se ha despertado todavía y, casi a tientas, ir alcanzando las pequeñas metas, los pequeños objetivos. Las paradas, las intersecciones. Los múltiples stop antes de llegar a una estación donde el tiempo siempre está y es el mismo tiempo y siempre está allí. Puntual. No debes, ni puedes llegar un minuto tarde, ni siquiera un segundo tarde. Tus esfuerzos por encontrar un objetivo; todas las salidas presuponen una meta. En mi caso, es después de iniciada la marcha que me pongo objetivos, propósitos, metas. Cuando voy a Viterbo, por ejemplo, y empiezo el regreso a casa, espero descubrir la rotonda siempre verde (meta no. 1). El letrero que indica las ruinas del teatro de Ferento (meta no. 2). El anuncio de que hay que girar a la izquierda, hacia Grotte (meta no. 3) y luego la llegada de un semáforo que parpadea e indica la velocidad (meta no. 4).
Un camino de tierra, luego coges a la izquierda, pasas al lado de aquella casa rural en la que alguna vez te detuviste a comer (meta no. 5). A continuación, está el Castillo de Montecalvello, llamado también el Castillo de Balthus (meta no. 6). A lo lejos despunta el Palacio Orsini de Bomarzo, tuerces a la izquierda, subes por el pequeño cementerio, sigues la rotonda y llegas (y fin de las metas, meta final).
Una de las formas más eficaces a la hora de incrementar las habilidades propias es concentrarse en los distintos pasos que son necesarios para realizar una actividad, uno a la vez. Hay que seleccionar una tarea singular y concentrarse en ella. Una vez que se haya dominado, se avanza a la siguiente. Cuando todas las tareas que componen la actividad se hayan completado, lo más recomendable es dividir cada una en partes menores (es decir, cada tarea dividida en varias subtareas, cada paso descompuesto en distintos minipasos) a fin de verificar que se mantiene el control de todo el proceso. ¿Pero dónde lo aprendieron las mujeres? ¿Quién les enseñó las claves para el correcto funcionamiento de la vida cotidiana?
¿Cómo limpiar a fondo el interior de la campana de una cocina muy sucia y llena de grasa? ¿Cómo eliminar cualquier tipo de mancha? Los secretos de la abuela. Cómo limpiar el sofá mugriento. Cómo conseguir que la ropa quede blanca y perfumada. Cómo alejar las palomas de nuestra colada. Cómo limpiar los cristales del cuarto de baño de forma rápida y eficiente. Cómo limpiar la cafetera sin usar jabón ni detergentes.
El agua oxigenada y sus usos en el hogar. Para las mamás, para las hijas, economía doméstica, ¿cómo se llega a fin de mes? Lo llaman cuidar de la familia, pero los trucos, las piruetas para cuadrar el presupuesto familiar, ¿quién os lo ha enseñado?
Según Jodorowsky, es posible resolver los problemas del inconsciente «hablándole» y «actuando» sobre él en la realidad mediante actos poéticos y gestos simbólicos, cuya finalidad es la de modificar la percepción que el sujeto tiene de sí mismo, del problema y de la propia realidad dándole una nueva perspectiva.
—Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes… —añadió el gato.
—…siempre que llegue a alguna parte —continuó Alicia como para explicarse mejor.
(Lewis Carroll)
Los propósitos, los objetivos, los hitos, las metas deben permitirnos llegar a alguna parte, al lugar al que previamente nos habíamos propuesto llegar, alcanzar todavía una meta ulterior en la que poder decir: ¡ahora sí, verdaderamente nos ponemos en camino!
Regreso a Viterbo en el tren de las 19:00 y leo la narración de Fabiana sobre la India. Permanezco pensativo. Creo que conozco a varios de los protagonistas. Tengo que volver corriendo, me parece que durante un buen tiempo no voy a querer oír o hablar de política. Esta mañana, antes de salir, tuve la idea de comprar el periódico, pero luego se me olvidó; era más empalagoso el libro de Lea Vergine. En Roma daba el sol y yo estaba bastante nublado. La ciudad... Ya me cansa. Creo que me he convertido en un provinciano ad hoc.
¿Tiene corazón este camino? Todos los caminos son lo mismo: no llevan a ninguna parte. Algunos van por el matorral y otros se adentran en él. Puedo decir que he recorrido caminos muy largos en mi vida, pero nunca he llegado a ninguna parte.
(Carlos Castañeda)
Las Escrituras son muy claras. El versículo 4 dice: «dirige bien tu casa», antes de ocuparte de la iglesia de Dios. No dice «gobernar la iglesia», sino «ocuparse de la iglesia». No habla de ocuparse de la casa, sino de gobernarla. En estas palabras se halla la revelación, ser capaz de unir casa y ministerio. En definitiva, la iglesia se ocupa de sí misma mientras la casa se gobierna.
Superar, vencer, imponerse en una competición muy reñida cuyo desenlace fue incierto hasta el final.
Como dice Goethe: «Las mejores cosas se obtienen con la máxima pasión». «Andamos, subimos por la denominada escalera del progreso, de la civilización y de la cultura. Pero, ¿adónde vamos?», añado con Chéjov.
Realmente no lo sé.
Solo se llega tan alto cuando no se sabe a dónde se va.
(Honoré de Balzac)
¡Sube y no pienses!
(Friedrich Wilhelm Nietzsche)