Los fines de semana los dedico casi exclusivamente a mis actividades e intereses personales. Estos me dan la posibilidad de ponerme al día y recuperar el espacio perdido. El viernes antes de acostarme, preparo una lista de temas y actividades. El sábado y domingo comienzo un poco más tarde y siempre con las noticias del día para poder ubicarme en el transcurso de los acontecimientos, que no se detiene jamás. ¿Qué ha declarado o hecho esta u otra persona y sobre todo por qué? Es la clásica pregunta. Tiempo atrás, pensaba que todo tenía una lógica y que esta era deducible a partir de los actos. Ahora, estoy convencido que mucho de lo que acontece es sincrónico y obedece a una reacción sobre otra reacción y que en vez de lógica existe el caos y esto nos obliga a encontrar un lugar en el mundo y llevar con nosotros una brújula.
Mi plan de trabajo consiste en escribir al menos 2 horas al día y leer periódicos, revistas y libros. Alimento una revista con un artículo semanal sobre diferentes temas y preparar dos textos de unas 500 palabras cada uno que pueda leer en una radio en línea y que duren uno 5-6 minutos. Además escribo pequeños textos y poesías. Llevo siempre un libro de notas conmigo donde escribo diariamente, que en algunos casos uso como punto de partida para textos y poemas. Para tener tiempo y poder trabajar unas 9 horas al día, tengo que levantarme temprano e iniciar el día con horas de anticipación.
Lo he hecho así por años y nunca termino de aprender o consumir mi curiosidad. Entre lo que leo, abunda la poesía. Sigo sobre todo poetas contemporáneos y lo hago en varios idiomas. Hablo a menudo con otras personas que escriben y en las conversaciones intercambiamos informaciones y puntos de vista. Hablamos obviamente de libros, temas de actualidad, cine, pintura y música. Uno de los argumentos recurrentes en nuestro hacer es la práctica cotidiana, la indispensable disciplina y hábitos, que permiten escribir.
Frecuento museos y exposiciones. Tengo suscripciones a varias revistas y periódicos en línea y mi lista de lectura crece y crece, dejándome al fin del día con un atraso que aumenta desenfrenadamente. En mi mesa, a la izquierda, tengo los periódicos, algunas revistas y libros divididos en columnas. Una de poesía, otra de prosa literaria y otra de ensayos y temas de actualidad.
Para estudiar y leer, me interesa la psicología, sociología, economía, lenguas y temas de política en general. Esto a pesar de que no participo directamente en actividades políticas y en este campo me declaro un observador y devorador de noticias. Estar al día con lo que sucede en el mundo es para mí una necesidad vital. Visito personas como parte de mi actividad, hablo y mantengo relaciones con individuos en diferentes países, viajo con frecuencia y en pocas palabras: así transcurren mis días.
No puedo decir como Bukowski que escribir me aleja del manicomio, pero me ayuda a ordenar mis ideas y pensar. Independiente de toda estética, hablar de sí mismo es difícil y se cae fácilmente en lo autorreferencial, un terreno que habría que evitar, porque se presta a malos entendidos. No puedo negar, que simbólicamente, mucho de lo que hago es un intento desesperado de construirme un mundo pequeño en el mundo, donde pueda conservar algunas pocas ilusiones para vivir o sobrevivir ante el agobio cotidiano sin abandonar todo de un solo golpe. Las palabras ponen orden, dicen muchos, y volviendo a Bukowski, escribir es un salvavidas.