Quémame cuando me muera
Cuando muera quema mi cadáver amor mío,
porque siento que pudiera levantarse
e ir a sentarse a la orilla de algún mar.
No quiero imaginar mis ojos mirando hacia ningún lado,
ni que mi cuerpo se vaya lentamente,
sumergido entre la tierra tibia,
alimentando al mundo con mi amargura.
Yo quiero que me quemes;
purificado, desaparecido del mundo.
Un cuerpo frío hecho nada entre las brasas,
tronando mi piel en un baile tranquilo,
camino al recuerdo.
En las faldas de tu seno besa mi rostro
y desaparéceme mientras mis dedos juegan
con las finas llamas,
que no son más que un caballo viajero.
¡Ah, qué dulce dolor sentir nada!,
qué hermoso creerse el sol bajo una luna
recostado sobre la yerba seca;
qué hermosa la vida,
que uno se va y ella no se acaba.
El humo se hará lluvia,
las cenizas se habrán de confundir.
Que no quede evidencia mía aquí,
ni fotos, ni palabras,
y que no lloren los hipócritas y desinteresados.
Aléjate de todos,
y que mi muerte quede entre tú y yo
como un secreto absurdo,
del que reiremos juntos en nuestro cuarto,
en la noche.
Toska
Ella sabía que era todo,
así que muriendo
llevó su muerte a otra parte.
Caminó despacio, pero constante,
para burlarse del tiempo,
para alejarse de todo,
para no morir antes.
Muchos la vieron de lejos,
pero nadie guarda de ella un recuerdo;
nadie habla de ella,
sólo el silencio.
Yo sólo vi su espalda mientras se iba;
sólo su espalda conozco y veo.
A veces miento y digo que sé quién era,
pero yo no lo sé,
porque nada ha de ser cierto.
Para mí es la nostalgia y la paz,
para mí es la memoria;
de todo sólo queda un recuerdo.
Ella es esta angustia;
la impaciencia que siento.
Es una palabra que me dice la muerte,
en un idioma que no entiendo.
El acto de esquivar tu mirada.
Deseo tu rostro,
pienso en tu rostro,
se pudiera decir que estoy enamorado de tu rostro,
pero no lo recuerdo bien,
incluso no sé siquiera si lo conozco.
Siempre que lo miro tú volteas
y yo me escondo,
entre las otras cosas que no miro,
donde me culpo y me opongo.
Quisiera congelarte de repente
mientras caminas,
para verte cada cosa de cerca.
Te tomaría una fotografía con mis labios
y te echaría a andar de nuevo,
pero con la blusa abierta.
El otro día te vi de espaldas
(tu espalda que sí se deja,
con la que no tengo reproches
de nuestra relación secreta).
Te desnudé en mi mente,
desde tu fino cuello
y por los muslos
hasta tus largas piernas.
Ese día el listón de tu brassière
me invitó a morder tu hombro,
pero yo deseo oler tu pecho,
beberte entera,
mirar tu rostro.
Y la oscuridad
Yo te he visto en el silencio de la noche,
iluminada por el relámpago de la vida;
esperando el trueno,
esperando en la oscuridad.
Te he elegido entre las olas y entre el viento,
te he dado todo para sostener lo que tú me has dado,
te he visto dormida en el tiempo;
no te he elegido, te he aceptado.
No hay algo que pueda ahorcarme más que la ilusión…
Siempre en el sueño contigo, siempre despierto.
Ese lugar no visto, ese aroma regalado es nuestro,
aquí mismo.
No me han hablado del amor…
no me han dicho algo concreto
al respecto de lo que uno quiere saber
(¿qué quiere uno saber?).
Todo me lo dicen tus ojos ahora.
Si empezara a llover en este momento,
se mojaría mi voz en tus oídos.
Todo es demasiado frío,
por eso se siente uno vivo.
La lentitud de las cosas es consecuencia de un latido,
y aquí estamos ambos en celo;
uno bajo el otro,
sobre el cielo caído.
Aquí nos abraza la tierra,
nos recibe como al hijo perdido.
Con tu mano en mis labios se caen las hojas,
aunque no esté todo dicho.
Sale la luz de los árboles,
nos asfixian las sombras.
Hágase el amor…
y la oscuridad se hizo.
Y si no…
Y si no hubiera aire,
soplaría hacia ti para refrescar tu cuerpo;
para cerrar tus ojos,
para observarte.
Y si no hubiera tierra,
tomaría un cuchillo y rasparía toda mi lengua
hasta hacerla polvo,
para que plantaras tus orquídeas.
Y si no hubiera agua,
enterraría una aguja en cada dedo de mis manos,
y lloraría sobre ti,
para llenar tu vaso.
Y si no hubiera fuego,
tragaría cuatro litros y medio de gasolina,
y haría chasquear mis huesos
para calentarte por las noches.
Y si no hubiera comida,
inyectaría miel a mis venas,
y me tiraría muerto en tu plato.
Y si no hubiera morado,
atravesaría mi pecho
para derramar mi sangre sobre el cielo,
y así pudieras pintar tus cuadros.
Y si no hubiera tela,
cortaría toda mi piel
para cubrir tu sudada desnudez.
Y si no hubiera medicinas,
desarmaría mis órganos
y te los entregaría con un moño
hecho de mi cabello.
Y si no hubiera algo,
si no hubiera nada más que hacer por ti…
te rezaría todas mis palabras.