Quisiera -con este nuevo acercamiento a la cultura costarricense-, comentar la visita al Museo Nacional (MNCR), a un renovado guion el cual visualiza los procesos del devenir iniciados con la conquista y colonización europea en el siglo XVI en este continente. No omito referirme a las tensiones de transculturización y dominación hegemónica provocadas, hasta arribar a nuestros días, a meses de celebrar la Independencia de las patrias centroamericanas, el 15 de setiembre de 2021.
La primera parte relata una mirada en la cual reescribo recuerdos personales, al lado de algunas explicaciones de teorías perceptivas que operan en la visión, en conexión con la memoria intrapersonal. La segunda, revisa cómo el equipo de curaduría del MNCR, constituido por arqueólogos, antropólogos e historiadores, estructuró la exposición, considerando un eje longitudinal que proyecta la historia local, reforzada por cinco intersecciones cuyos objetos exhibidos componen lecturas a eventos que, aunque no sean abordados físicamente, al ser memoria viva del costarricense, van a ser reflejados en el recorrido.
I. Crónica autorreferencial de la visita al MNCR
Aprender la historia visitando un museo, es un acto natural y humano, que imprime una huella en el inventario cultural de toda persona. Será un registro que jamás se olvida, en tanto caminar por las salas expositivas colmadas de contenidos del acontecer, y como se dijo, conjuga los sentidos perceptivos en conexión con la capacidad cognitiva del visitante.
Historia de Costa Rica: siglos XVI al XXI, introduce el texto del catálogo con un fundamental pensamiento del equipo de curaduría que desafía a reflexionar:
La exhibición pone el pasado y el presente del país frente a un espejo.
Y, considerando dicho rol del espectador, porque sin observador no hay exhibición, tampoco tendrá sentido exhibir un legado investigado y preservado bajo los aleros de una institución cultural dedicada exclusivamente a esta misión, sin importar saber que el visitante es sujeto de su propio aprendizaje, él es quien advierte el desafío de mirarse en tal espejo y reconocerse como miembro de la sociedad costarricense.
Continúa el texto introductorio:
Ese espejo también recuerda una de las principales lecciones de la historia, que la misma se construye con el accionar cotidiano de todos los individuos quienes como sociedad, como lo hicieron los antepasados, puede luchar por la construcción de su propio destino (MNCR, 2019).
Entonces, el visitante, al mirarse en esa superficie que le refleja, va a ser estimulado a recordar, a escribir una interpretación en torno a lo que ve, lo que se le enseñó, descubrió o demostró ese libro abierto que es Patria de todos: Con esto relaciono un singular pensamiento de Adriano emperador de Roma, reescrito en sus memorias por Marguerite Yourcenar, cuando afirma:
El verdadero lugar de nacimiento es aquel donde por primera vez ponemos una mirada de sabiduría. Mi Patria son los libros (Yourcenar, 1951).
La naturaleza de tal espacio es una superficie de inflexión, donde caminamos o nos detenemos a meditar, cuestionándonos el valor de lo encontrado, y de esa manera sumarlo al sistema del conocimiento, asimilado en ese trance de la mirada. Esto es fundamental en tanto motiva el pensamiento crítico de todo individuo autónomo de actitud divergente. Y, como en el comentario delato una experiencia autobiográfica, es la razón que implica volver una y otra vez al libro o museo, para leerlo en el tiempo.
Caminar, pensar y reflexionar
Al caminar en torno a lo expuesto en distintas salas y zonas del guion estimula a pensar, y sumerge en una ojeada de carácter interior. Es cuando uno se observa a sí mismo dentro de la concatenación simbólica del acontecer, y, con esta experiencia, tal y como me sucedió en la última visita, volví a la infancia, a cuando tenía nueve o diez años, a evocar una visita escolar al antiguo Cuartel de Bella Vista, una década después de cuando fue abierto a mediados del siglo pasado en el inmueble patrimonial que hoy ocupa.
Lo primero que reconocí fue el retrato de Fray Antonio de Liendo y Goicoechea, pues, precisamente, la escuela donde cursé la primaria lleva su nombre. Demuestra lo predicado por teóricos de la percepción -como Rudolf Arnhein y Bruno Munari-, de que cada uno ve lo que sabe, y si no sabe nada, iría a perder el tiempo. Deriva la importancia del factor educativo que asume la institución y la ecología documental que aportar no solo el sistema educativo, sino incluso la formación informal con que instruye el entorno.
En mi apreciación de infancia, después de visitar la Casa Colonial, en tanto quería saber del mobiliario o cómo vivían nuestros antepasados, vivencié la contradictoria percepción de una naturaleza encarcelada, al apreciar varios animales y aves embalsamadas, para estar ahí inertes, con sus ojos fijos en nosotros, contingencia que me provocó tristeza y desde esa pretérita vicisitud, odié la cacería.
Caminé, en aquella primera visita, las salas arqueológicas con impresionantes esculturas talladas en piedra viva: esferas, altares ceremoniales, metates, petroglifos, cerámica, jade y oro, pero también herramientas agrícolas y de caza. Algo que aun me deleita es la lítica tallada como si fuera filigrana. E insisto en delinear estas experiencias de aprendizaje previa, pues aquello estimuló mi futura dedicación al arte, lo que en el texto citado del equipo curatorial señala como «luchar por la construcción de su propio destino».
Impacto de una nueva visita
Mirarme en aquel espejo de la historia del Museo Nacional -mas de medio siglo después-, fue un repaso a aquellos vericuetos de la memoria y a confrontarme hoy con nuevas zonas del patrimonio cultural expuestos en esta renovada propuesta.
Luego de las salas arqueológicas y el recinto circular que expone oro originario, anclé mi apreciación en unos lienzos pintados al óleo de ancestros de Talamanca y otras regiones del país, se cita como autor a S. Llorente, finales del siglo XIX. Fueron elaboradas con apropiada técnica del retrato, con fuerte penumbra, sin gradaciones de luz y sombra.
También me detuvo un facsímil del primer mapa donde aparece el continente americano, se cita a Juan de la Cosa, 1500, como su autor.
Al ver aquella cartografía se deduce la actitud eurocéntrica, de representar el continente como un agregado respecto al resto del mundo. Pero, estas nuevas tierras se aprecian con singular verdor, respecto al matiz grisáceo de los otros. Es un signo que nos pone a pensar, pues ya en el siglo XVI y XVII, los colonos aniquilaron la naturaleza para convertirla en plantaciones azucareras u otros productos, provocando también desplazamiento del negro africano en situación de esclavitud por todo el archipiélago del Caribe.
II. Composición de la muestra
El eje longitudinal de Frente al espejo de la historia, aporta relaciones de procesos históricos del país, a través de la lectura de objetos reconocidos, o porque se tiene alguna experiencia de estos: Monedas, billetes, muebles, carteles, libros, vestidos, fotografías, enseres domésticos, entre otros. Cuando cada uno de estos son símbolos, al observarlos, van a ser asimilados conectando con el imaginario nacional, recordando eventos como la Colonia, la Independencia, la Federación de Repúblicas Centroamericanas, la edificación del Teatro Nacional, la iluminación de la ciudad de San José, las construcción del ferrocarril al Atlántico y Pacífico, establecimiento de escuelas, colegios, universidades, apertura a inicios del siglo XX de la United Fruit Company con la explotación bananera, la guerra civil de 1948, van a ser páginas de dicho libro de la Patria, que nos conduce a palpar la realidad de hoy en día.
Poder y estado
Aborda los insumos de orden político, social y cultural que contribuyeron a la formación del Estado, en la primera mitad del siglo XX, las leyes y las instituciones y sociedad civil. Anota la curaduría:
La independencia de Costa Rica en 1821, como parte del proceso centroamericano, tuvo en común el desconcierto de los criollos por la desigualdad ante los españoles, así como por el impedimento de comerciar libremente y la falta de autonomía.
Economía y Trabajo
Dentro de este compendio se expone un mapa del siglo XVIII colectado por el Archivo de Indias en España, que en particular atrajo mi atención, describe el curso del río Matina. En la parte superior estampa el plano de lo que podía ser una fortaleza, que de inmediato me ligó al recuerdo de las murallas de Portobelo en el Caribe panameño, y deduce la importancia de esta localidad en aquella época, que no tiene en la actualidad. Introduce además herramientas agrícolas y de trabajo, lozas y otros utensilios de uso domésticos.
Sociedad y Vida Cotidiana
Se trata de un capítulo que presenta la vida hogareña, o modus vivendi del costarricense. Exhibe la talla policroma del busto de Petronila González, que apreciáramos ya en la casa colonial de los cincuenta, junto con muebles, máquina de coser, u otras mercancías que demostraban un valor adquisitivo en aquellos anales de la historia colonial.
Diversidad y Creencias
Trae a las salas la pluralidad de creencias y formas de vida del costarricense, que parte de tiempos inmemoriales ilustrando la visión del cosmos de nuestros antepasados originarios, en estrecha comunión con la naturaleza, creencias opacadas por la conquista, colonización y evangelización cristiana fundando misiones y cofradías en distintos lugares del país. Se muestran objetos de culto, imágenes de singular talla y que han sostenido la devoción del pueblo costarricense.
Comunicación y Ciencias
Entre otros aspectos centrales al desarrollo de la nación, evoca la adopción de la tecnología para la salud, educación, agricultura, industria, transporte, la edificación civil e infraestructura, son insumos que catapultaron a la vida moderna con apropiados índices de calidad.
A manera de conclusión
Comenté que los objetos poseen capacidad de estimular dicho inventario de saberes y evocar hechos históricos, que, y aunque no se encuentren presentes en el recorrido van a ser recordados. Los objetos, fotografías y tipología de insumos contribuyen a ir creciendo en la intensidad de relatos, que se refuerza en las salas, y el espectador juega el rol de colector, sin dejar de forjar sus juicios y responderse a preguntas como ¿Por qué esta esto aquí? ¿En qué contribuyó este arsenal de evocaciones a un pasado, a la forma de idiosincrasia o maneras de ser hoy, y que nos distingue en el istmo centroamericano? ¿Qué mas necesitaría saber para coronar la visita al museo?
Luego de responderse a esta seguidilla de interrogantes, y, si se me permitiese hacer alguna crítica, porque siempre la hay, diría que importa reforzar aspectos geográficos y regionales, que aporten datos sobre el clima, agricultura, trabajo, folclore, tradiciones, gastronomía, cultura de cada provincia. En tanto que hoy interesa saber del «coligallerismo» fronterizo en Crucitas, margen Sur del San Juan, o de la ocupación de territorios indígenas en el Térraba, pienso que la percepción del recorrido es muy valle- centrista, y así como el museo busca ampliar a grupos sociales y minorías, para ser inclusivo, debería entonces elevar el arco de visión y que el espectador pueda llevarse una idea de la muestra, del MNCR, y del país completo, en caso del extranjero.
Este compendio -y con esto cierro el comentario-, sumado a objetos arqueológicos que refuerzan lo asimilado y empoderan, cada cual con su carácter de «armas de doble filo», eran o son objetos de poder, signos evocadores de tiempos de dominación al ancestro y representación de las actitudes del colono europeo, todo para comprender estos choques que aun hoy advertimos, los cuales se aparecen con otras caretas, ligadas a la transculturización que provoca -por ejemplo-, las cadenas alimenticias y el uso de las tecnologías de comunicación, dependencias que están transformando la vida comunitaria, y el retrato a pintar en un futuro, no sería muy distinto a un antifaz global.