Y en este mundo que gira, gira y gira indiferente al camino que siga el ser humano en su rumbo hacia la vida o la muerte, nos sumergimos ansiosos, deseosos de estrechar costillas con costillas en un mar de abrazos que no se acaben nunca.
La vida nos está despertando, nos está diciendo que es más importante la piel con toda su fragilidad que el metal con que construimos los motores y hasta las naves espaciales.
Hoy más que nunca, esta generación se mira de frente ante la encrucijada de su supervivencia, un virus viene golpeando nuestro rostro y nuestra conciencia abriéndonos al temor de lo irremediable.
Y en este panorama surge el libro de poemas Presagios de arena, de la poeta y periodista costarricense Isabel Cristina Arroyo Calvo.
Es un libro donde nosotros y la Tierra giramos y nos abrazamos a la vida a pesar de la muerte.
Con un estilo muy propio, donde el postmodernismo se aleja formando una simbiosis entre el realismo metafórico y el vanguardismo, Isabel afronta la vida en la Tierra, esa tierra que es siembra y cosecha, amor y vida, pero que también es dolor y ausencia.
Entonces la poeta, casi profetiza sobre ese destino del ser humano y dice:
Abro la sombrilla,
gotea el horizonte,
quizás hoy la entraña de la Tierra,
rasgada de montañas,
nos lleve a abrir pozos de cemento
en lo profundo
y a cavar el nombre de la aurora
en nuestros ojos.Quizás un lucero o una piedra,
o una noche de rodillas nos asome
a abrir el paraíso y a nacer
abrazados al árbol que en su estruendo
cimbra el cielo.
En estas dos estrofas la autora nos sumerge en ese mundo idílico que es nuestro mundo, pero a la vez sugiere que solo quizás mediante un escarmiento el ser humano podría llegar a apreciar la naturaleza, lo verdadero y trascendente de la vida, expresado en un árbol, ese árbol de 100 y hasta 500 años que nos hemos acostumbrado a botar.
Pero la poeta cree en el ser humano, no en vano es ella un ser humano, que en esta crisis añora ese beso sincero, esa caricia ligera y que apuesta por nuestro buen destino. Por eso, afirma:
Lo cierto es que la Tierra
hace tiempo dejó de ser colmena
y aunque nace en el horizonte el arcoíris,
hay un sabor amargo que frunce nuestros labios.
Por eso nosotros mano a mano,
arrancaremos la derrota.
Presagios de arena es un libro también de poemas de amor, porque para la autora es el amor lo que ha de mover a la Tierra, ella lo ha vivido, ella lo ha sentido. Y nos dice:
He tatuado tu piel con mis huellas.
Eres esa mañana que aprisiona
un menguante, nocturno sutil
donde ambos abrazamos estrellas.
Eres ese latido que en mi latido nace,
la ola que crece arrastrando como ancla,
mi espera de lluvia al recorrerte.
Eres tierra, raíz en mi selva,
levantas en enredadera tus brazos
y me sujetas
como hoguera penetrando savias.
Vivir el amor, deseo tanto del adolescente como del anciano. No obstante, la poeta no ignora lo duro de esta Tierra de los matices. Y dice.
Mírame,
estoy aquí,
absorbo tu lágrima
y veo nacer ríos
que conmueven mis fronteras.
Van cayendo
prejuicios,
ruinas,
la esclavitud
se quiebra en tu mirada,
donde descubro el mar
haciéndose gota que germina
entre la hierba ligera
de mi pensamiento.
La esperanza nunca muere, nos acompaña desde que abrimos los ojos en la sala de partos, hasta en la cama de un hospital donde el dolor pueda llevarnos. Y esta crisis según criterio de la poeta:
Nos llevará a cambiar muchas cosas negativas que el ser humano arrastra, como los prejuicios, la pobreza y la esclavitud, que nos llevan a la lágrima. Y crearemos un mundo nuevo.
En la segunda parte de su libro, Isabel Cristina nos acerca a la realidad social que enfrentamos: la pobreza, la inflación, los cinturones de miseria en las ciudades, y mezcla la realidad social que vivimos con ese mar al que le hemos roto los sueños transformándolos en desechos plásticos. Ella nos dice:
Pero al mar le daremos los sueños
como si fuesen servilletas dobladas
sobre la mesa dispuesta,
entonces tomaremos la luna
que está girando en el patio.
Sobre este libro la poeta costarricense, Premio Nacional de Poesía de Costa Rica y miembro de la Academia Costarricense de la Lengua, Mía Gallegos Domínguez señala que, en el libro Presagios de arena, Isabel Cristina Arroyo parte del caos del inconsciente para construir una obra en la que están presentes las fuerzas de la naturaleza: el fuego, la espuma, el agua, el aire y la tierra, y la luna aparece también para mostrarnos un cosmos concebido metafóricamente. Gallegos dice que en este poemario el yo lírico se encarga de guiar a la Tierra en su peregrinaje, en él las palabras cobran vida, serán corpóreas al ser sembradas por la lluvia, donde el yo lírico se muestra como laberinto de savia, una metáfora que nos refiere al útero femenino.
Yo seré tu brújula, Tierra.
En tu vientre, mi cuerpo,
laberinto de savia que nutre el silencio,
brotará en palabras sembradas con lluvia,
con la espesa niebla y el grito profundo
que brota del viento.
Y la vida gira, gira y gira llevándonos a veces por caminos truculentos, donde un ser minúsculo nos pone en jaque y pone a la orden del día estos Presagios de arena que nos despiertan a nuestra realidad, diciéndonos a la vez que tanto hoy como ayer el camino del espíritu es aquello que ha de mover la Tierra, nuestro actual hogar.
«Y venceremos, porque la inteligencia vence siempre a la pequeñez», finaliza la poeta Isabel Cristina Arroyo Calvo, autora de Presagios de arena.