Sobre los cielos de Inglaterra desde junio hasta octubre de 1940 sucedió la batalla aérea más grande y significativa de la historia. La Alemania nazi había conquistado media Europa, venciendo a las fuerzas armadas de Polonia menos de un año atrás. Desde junio, París ya era parte del Tercer Reich. A su paso, la Luftwaffe, era una fuerza aérea que parecía invencible y Hitler acabaría por tener bajo su mando a toda Europa. Los británicos probarían lo contrario y de esa contienda que decidió el curso de los eventos durante la Segunda Guerra Mundial se cumple el 80 aniversario este 2020.
Para el Reino Unido las condiciones no podían ser peores: luchaban solos y esperaban cerca de 1450 cazas y 1380 bombarderos conducidos por los pilotos más veteranos del momento. Los británicos contaban nada más que con 900 cazas para defenderse. Sin embargo, tenían varias ventajas: un liderazgo indomable a cargo de su primer ministro, Sir Winston Churchill, a quien el pueblo inglés llamaba afectuosamente Winny (el «ganador»).
También se hizo una convocatoria a todos los pilotos de la comunidad británica en el extranjero, desde Nueva Zelanda hasta Argentina; acudieron 574 que se sumaron a los 2.353 locales. Incluso los países sometidos con aviadores escapados se ofrecieron. Un caso extraordinario fue Estados Unidos, que no deseaba inmiscuirse, pero siete voluntarios juraron fidelidad a la monarquía — seis murieron, cuestión insólita para una república de presidentes.
Otro dato curioso es que mucho dinero de afuera ayudó a construir más aviones como el famoso Spitfire («Escupe fuego») y se sabe que uno de estos fue financiado por la comunidad inglesa de Maracaibo en Venezuela. Finalmente contaban con el dominio de la reciente tecnología del radar, el cual se había instalado y pareado a una red de vigilancia en todo el sur de Inglaterra esperando la amenaza.
Las primeras escaramuzas se sucedieron a finales de junio cuando la Luftwaffe, recién instalada en los aeródromos capturados en la Francia ocupada, envió los primeros ataques sobre convoyes de la Marina Real que navegaban el breve canal de mar y algunos lugares de la costa inglesa más próxima al continente europeo, incluyendo algunas estaciones de radar. Los británicos no mordieron esa carnada inicial, ya que sabían quien realmente atacaría. Para los historiadores se tiene como el comienzo formal de la Batalla de Inglaterra el 10 de julio de 1940, cuando los alemanes envían 70 aeronaves a la región costera de Dover, la Real Fuerza Aérea (RAF) pierde seis aparatos y la Luftwaffe trece. Día tras día, e incluso algunas noches después se continuará el acoso aéreo a la Gran Bretaña.
El transcurrir de julio resalta como de 250 salidas por la RAF se llega a 700 diarias incluso con días lluviosos o de la espesa niebla inglesa. El 1 de agosto, Hitler ordena la conquista final de Inglaterra. Una semana más tarde se dará la primera gran pelea con el suceso del convoy mercante CW9 Peewit. La noche anterior salieron 20 barcos en el estuario del río Támesis. Las embarcaciones fueron primero vistas por el radar alemán, quien guío ataques de los famosos bombarderos en picada alemanes del tipo Junker Ju87 Stuka escoltados por Messerschmits Bf109E Emil. Los Ju87 lanzaron sus bombas sobre la mayoría logrando hundir 16 naves, esto hizo que se suspendieran los convoyes por esa vía.
Dos días luego de esta pérdida inglesa, la Luftwaffe ataca la Base Naval de Portland. Los británicos resisten a un alto precio, sin embargo, los alemanes no destruyen completamente esas instalaciones y pierden gran cantidad de aviones: 38 contra 32. El tiempo de nubes había mejorado en agosto y para el día 13 sería el Adlertag («Día de las águilas»): ¡el gran ataque a Gran Bretaña! A las 5 de la mañana despegaron 74 Dorniers Do17 del KG2 (2º grupo de bombardeo) teniendo como blanco el estuario del Támesis, llevaban una escolta de cazas bimotores Bf110 del ZG26, la misma debió dejar solo a los bombarderos al tener problemas de comunicación radial y recibir órdenes contradictorias del alto mando alemán. Esto hizo que durante el ataque se perdieran cinco bombarderos.
Sin embargo, el golpe efectivo de ese día ocurrió a las 3 de la tarde cuando 120 Junkers Ju88, 30 Bf110, 90 Ju87 y 60 Bf109 se encontraron con el grueso de la RAF sobre Hampshire, Dorset y el aeródromo Detling. La Luftwaffe perdió 29 y la RAF 14 solo registró 3 pilotos muertos.
Sobre el sur de Inglaterra las sirenas de ataque aéreo retumbarían con gran fuerza ese dramático agosto, y las estelas de condensación de las «peleas de perros» sobre esos cielos serían el común paisaje en los días despejados. Ya se lo había dicho Churchill al pueblo inglés con una gran sinceridad:
Solo les prometo: sangre, sudor y lágrimas.
El día más claro fue el 15, cuando los alemanes envían 2.000 salidas desde la costa francesa y también en la Noruega ocupada.
El primer raid es de un centenar de aviones que llegan a los aeródromos de Kent, Manston y Middle Wallop a las 11 de la mañana. También se espera alcanzar las fábricas de Rochester y estaciones de radar en Dover. El contraataque fue excelentemente coordinado, los Hurricanes se encargarían de los Bombarderos mientras los más maniobreros Spitfires darían cuenta de las escoltas. Luego del mediodía venían 65 Heinkel He111 del KG26 escoltados por 34 Bf110 del ZG76, de seguido otra oleada con 50 Ju88 del KG30 venía de Dinamarca.
Los atacantes hacían vuelos de 90 minutos y en el caso de las escoltas solo tenían 15 minutos sobre Inglaterra antes de regresar sedientos a sus bases originales. Los defensores volaban sobre su espacio sin más urgencia que no ser derribados, ellos respondieron fieramente ante el masivo ataque.
Aprovechando huecos entre las ingentes formaciones obligaron a muchos bombarderos a soltar su carga y derribaron gran parte de las escoltas. El balance de ese día fue 71 contra 28, para los alemanes fue un «jueves negro». ¡Gran Bretaña resistía!
El 18 de agosto se produjo un ataque significativo de la Luftwaffe a la basé aérea de Kenley. Medio centenar de Do17 y un grupo similar de Ju88 bajaron de los 5.000 metros hasta nivel de los árboles burlando el radar. Las defensas del aeródromo se activaron con cañones antiaéreos y decenas de gruesos cables lanzados mediante cohetes, luego en su descenso eran frenados por paracaídas, estos últimos pretendían bloquear la ruta de vuelo de los bombarderos. Solo un Dornier en vuelo bajo fue derribado por estas guayas, los bombarderos lograron destruir varias pistas e instalaciones. Por el lado inglés algunos cazas lograron despegar y en ataques frontales se produjeron incluso colisiones entre los contrincantes.
El día 24 al aeródromo de Manston tocó recibir un bombardeo tan destructivo que hizo que lo abandonaran.
Hasta el 24 de agosto la Luftwaffe solo había atacado objetivos militares. Esa noche, el blanco era un depósito de combustible en las afueras de Londres, algunas bombas cayeron en áreas civiles como la Iglesia de San Giles, destruyéndola. Peor aún, 9 personas murieron.
Desde la Primera Guerra Mundial en 1918 esto no ocurría en la capital del Reino Unido. Aparentemente fue un error de navegación como certificó el Mayor Horst Quednau piloto de un He111 del KG27. Sin embargo, esto sembró la escalada y 8 bombarderos de la RAF atacaron Berlín la noche siguiente iniciando así la destrucción reciproca de áreas urbanas. Ahora la lluvia de bombas sería igual para todos, desde las mas humildes barriadas hasta el mismísimo Palacio de Buckingham donde los reyes se mantuvieron en sus puestos, incluso se les había recomendado partir a Canadá.
Para el último día de agosto un centenar de atacantes derribaron primero las barreras de globos en Dover, luego con el paso libre se bombardeó Debben, Croydon y otros lugares del sur de Inglaterra. Aunque ese mes denotaba una inagotable actividad siempre se hallaba unos instantes para el descanso, era común ver las escenas de los pilotos de ambos bandos sentados en sus sillas de extensión al aire libre tanto en la campiña británica y como en la francesa, mientras se esperaba las órdenes de salida. Igualmente los civiles se animaban en los salones de baile con las famosas grandes orquestas de la época tocando el jazz de moda y los espectáculos para arengar el ánimo de los londinenses. A principios de mes se esperaba la invasión por más de 2000 embarcaciones alemanas, las mismas prestas a la orden de ataque final en sus puertos de Calais, Dunkerque y Boulogne. Ataques aislados de la RAF dieron cuenta de 214 de estos transportes. Pero lo que desistiría el desembarco era la creciente pérdida de la superioridad aérea germana.
La noche del 7, Londres fue bombardeada, 306 personas murieron. Al siguiente día hubo un alto en los combates, quizás los dos leones se lamían sus heridas. La capital fue nuevamente atacada el día 9, dejando de existir 412 personas, y derribándose 17 aviones de la RAF y 30 de la Luftwaffe. Para el 11 una formación de bombarderos alemanes en ruta a Londres fue interceptada por 60 cazas ingleses. El protagonista de esa jornada fue el surafricano «Sailor» Malan, quien se convertiría en el as máximo de la Batalla de Inglaterra por el lado británico con 18 derribos en la contienda y se lo condecoraría con la Orden de Servicio Distinguido (DSO).
Muchos otros destacaron de manera similar, como Johnny Johnson, Robert Stanford Tuck y el piloto sin piernas: Douglas Bader, quien lucharía usando prótesis. Por los alemanes la carrera se disputaba entre Werner «papaíto» Mölders, Helmut Wick y Adolf Galland -todos recibieron la Cruz de Hierro en sus dos grados-. Este último, as de la Guerra Civil Española, cuyo Bf109 siempre llevaba un arte de Mickey Mouse; lograría el tope de 57 victorias aéreas sobre Gran Bretaña posteriormente y llegaría a ser instructor de la Fuerza Aérea Argentina.
Cuando el Mariscal del Aire Herman Göring le preguntó a Galland qué necesitaba para vencer a los ingleses, este replicó: ¡Spitfires!
Para octubre los bombarderos alemanes tratan de llegar a los puntos más al norte de Gran Bretaña, atacando Liverpool y Manchester para dar con las fábricas de motores y aviones. También continúan los ataques nocturnos a Londres para amedrentar a los citadinos. El saldo a fines de mes, no puede ser más desalentador e inaceptable para el Tercer Reich a modo de realizar una invasión sin superioridad aérea: 2600 aviadores perdidos y 950 prisioneros.
La guerra continuará durante cinco largos años más, no obstante los subsecuentes bombardeos a suelo inglés la Alemania nazi no intentará más nunca ocupar el Reino Unido, y de Inglaterra saldrá el esfuerzo hasta la victoria final de la Segunda Guerra Mundial en Europa. De haber perdido Gran Bretaña, la historia hubiese sido otra. Por ese país durante esa batalla aérea 544 pilotos murieron, la mayoría tenían 19 años, con 1023 aparatos perdidos. A ellos y a los aviadores supervivientes son a quienes Churchill los denomina «los pocos» el 20 de agosto de 1940:
La gratitud de cada hogar de nuestra isla, de nuestro imperio y en realidad del mundo entero, salvo en las moradas de los culpables, acompaña a los aviadores británicos que, sin dejarse intimidar por las dificultades, incansables en los constantes desafíos y los peligros mortales, cambiaron el rumbo de la guerra con su destreza y su abnegación. Jamás en la esfera del conflicto humano se ha debido tanto a tan pocos.
Referencias y lecturas recomendadas
Becker, C. 1968. La Luftwaffe. Edit. Bruguera.
Galland, A. 1957. The first and the last. Ballantines Books.
Holmes, T. 1996. Hurricanes to the Fore. Osprey Publ.
Jullian, M. 1965. The Battle of Britain. Panther Book.
Kershaw, A. 2007. Aviadores. Los caballeros del aire de la Batalla de
Inglaterra. Ed. Debate.
North, P. 1990. Eagles High. Leo Cooper Publ.
Swanston, A. & M. Swanston. 2009. Atlas of air warfare. Fall River
Press.
Townshend, R. 1962. Ginger Lacey Fighter Pilot. Corgi Books.
Weal, J. 1996. Bf109D/E Aces 1939-41. Osprey Publ.