No sólo un fantasma recorre Europa, sino dos: el marxismo y el islamismo. Es decir, el totalitarismo. Pero la vieja y ciega Europa, cebada de hedonismo, no los ve. El primero no murió con la caída del muro de Berlín ni cuando la bandera roja se arrió en la cúpula del Kremlin, sigue muy vivo y con fuerza. Su brazo armado, el KGB, continúa trabajando por su victoria final, e impide que la nueva Rusia se acomode dentro de las democracias occidentales. Y el segundo, cuyo brazo armado es el terrorismo, está horadando, a través de los vientres de sus mujeres, los frutos de libertad europeos, que con tanto esfuerzo y dolor en el transcurso de los siglos pudimos conseguir que florecieran. De momento, centrémonos en el primero.
Hemos matado a Dios, y sin su luz el horizonte se oscurece. Lo hemos matado entre todos, con nuestra relatividad y nihilismo, ayudados por las filosofías materialistas, las Iglesias soberbias, dogmatizadas y corruptas, y las religiones que desenvainan la espada para proclamarlo. Los siete pecados capitales, que han corroído a la Humanidad desde los albores de los siglos, han contribuido a alejarnos de Él y buscar el placer en el vicio y en el desamor. Hicimos caso omiso a las palabras de profetas y enviados y, en especial a las de Aquél, que dio su vida para aconsejarnos que amáramos a nuestros semejantes como Él nos amó. Si hubiéramos seguido su consejo, nada de lo que nos ha pasado nos hubiera ocurrido. Acaso suene a cursi y a destiempo, pero es la única verdad a la que puede acogerse la Humanidad sufriente para salir del atolladero en el que se ha metido.
Y en lugar de ello, nos refugiamos en la utopía, que por definición es imposible de conseguir y objetar, porque la utopía nunca se equivoca y nunca muere. La utopía nos propuso el atractivo del marxismo y su poder de encantamiento ha hechizado a buena parte de la Humanidad. El comunismo, que quiso llevarlo a la práctica, ha fracasado, demostrando con ello que no es de sus restos de donde hay que extraer las soluciones. Hay que luchar contra el fracasado comunismo, no para salvaguardar al capitalismo. No, hay que luchar contra él por la dignidad humana, que es mucho más importante. Si el comunismo ha durado en donde ha gobernado es debido a su brutal y excelente sistema represivo, y si subsiste, dando clases de ejemplaridad, es por la capacidad que tiene de manipular la mentira.
El objetivo de este trabajo que emprendemos hoy, es desmitificar a esta izquierda marxista y filomarxista, reaccionaria y sectaria, imbuida en una retórica anacrónica que no soporta el contacto con la realidad.
Esa izquierda que no ha reflexionado sobre su propia historia, porque tendría que asumir la larga tradición de crímenes cometidos. La sombra de Lavrenti Beria es muy alargada para poder ocultarla. Y si con ello, hacemos recapacitar a la izquierda de buena fe, que vive en la creencia de que se encuentra en el lugar adecuado para ayudar al prójimo, bienvenido sea el esfuerzo.