En la Línea del Tiempo Evolutivo, la materia «viva» — «nosotros» los sapiens y el resto de especies animales y vegetales —, apareció tardíamente (después de que hubiesen transcurrido 9.810 millones de años — ¿pudo algún «Ser», divino o no, soportar la Soledad durante tanto tiempo?). Y quienes hoy somos «humanos», competimos y colaboramos –más lo primero que lo segundo-, en «inteligencia para sobrevivir» y capacidad de adaptación ante cambios climáticos del planeta que nos contiene a todos.los seres animados, además de unirnos. No solo mediante lazos evolutivos y ambientales. También por valores sociales cognitivos inventados por «nosotros», que «estamos conectados biológicamente por una red de gérmenes microscópicos que vinculan la salud de un humano a la de todos las demás». Uno nunca es Todo. «Todos» somos parte del «Todo».
A pesar de ser todavía indescifrado, ese parentesco entre «todo lo vivo» mediante complejidad inextricable de relaciones atómico/moleculares/genéticas, los sapiens creemos que es potencialmente comprensible para nuestro cerebro, aunque ignoramos aún cómo tales vínculos se generaron en y para la biología y homeostasis de nuestra fisiología particular.
Tampoco sabemos, en muchísimos casos, cómo tales conexiones nos favorecen o perjudican -¡o sí suponen ambas intenciones a la vez!-. Y aunque la gnoseología actual al uso, con la variedad de saberes en que nos hemos especializado (entre otras causas gracias al Segundo Sistema de Señales — «el lenguaje» —, que facilita trasmitirnos de generación en generación lo que aprendemos y multiplicarlo para acumular más conocimientos), desconocemos si otras especies poseen «sistemas de señales» formados, creados, inventados, no sobre «procesos reflejos neuronales», sino adquiridos de «otra fuente» de sus biologías específicas mediante «forma diferente de trasmisión de datos».
Se discute si los virus son «seres vivos» o no. Se argumenta no tienen «vida» pues son «entidades acelulares» constituidas por un ácido nucleico rodeado por cápsida -envoltura formada fundamentalmente por proteínas-, que contiene su material genético-. Pero no se duda pueden «poner en peligro» e influir en nuestro «Plan Para Crear Civilizaciones», como lo han hecho anteriormente, no solo en los últimos 2.000 años sino como lo está haciendo ahora al que conocemos popularmente como coronavirus.
El virus anterior que se cebó con mayor crueldad en nuestra especie (posteriormente lo hicieron con menor violencia la gripe asiática -1957-, la de Hong Kong -1968-, Sida –desde 1981 hasta hoy-, SRAS -2002-, gripe aviar -2003-, gripe a o INI -2010-, y otros responsables de epidemias locales menores, irrelevantes, comparadas con la que enfrentamos hoy), nos azotó durante dos años hace 100: entre 1918-1920. Ese «animal o cosa» dejó huérfano a mi padre de ambos progenitores en 1919, mientras cumplían con su larga emigración a Cuba –casi dos décadas- por las insolvencias de trabajo en Las Españas.
De los 1.600 millones de sapiens que éramos entonces, infectó casi a 1 de cada 3 de nosotros -500 millones-, de los cuales el 90 % superó la fase mortal de la enfermedad, pero 50 millones no. Cantidad esta que duplicó 2 veces y media a civiles y militares que perecieron en lo que fue y es llamada Primera Guerra Mundial, ocurrida entre 1914-1918.
Para evitar entender la Pandemia Global del coronavirus mediante modos del pensamiento mágico/religioso o teorías conspiratorias de ficción, e intentar hacerlo usando perspectiva científica que, desafortunadamente todavía no es capaz de ponernos a salvo de todas las contingencias que podríamos encontrar en «nuestra evolución como especie», cada persona debería sumar, a su base de datos personal los hechos que leerá a continuación. Así evitaría perderse, confundirse o extraviarse en lo que «cree» que «nos» está pasando en esta vida. Y podría «formarse idea útil y eficiente» para enfrentar el daño físico y psicológico que está produciendo Covid-19, alias coronavirus.
Árbol del tiempo de los últimos 4.000 millones de años
El primer ser vivo: Se formó, aproximadamente, hace 4.000 millones de años al abrigo de una chimenea hidrotermal natural. LUCA (Last Ultimate Common Ancestor o en español: el antepasado común de todo «lo vivo») es el organismo del que descendemos todos los «seres animados» de La Tierra.
Bacterias: Son los primeros organismos animados que habitaron la Tierra, cuando no había otras formas de vida. Los restos fósiles más antiguos de ellas se han encontrado en sedimentos de rocas formadas hace aproximadamente 3.500 millones de años.
Virus: Estudios genéticos sugieren hubo virus infectando insectos desde hace 300 millones de años. Se han inventariado 2.827 especies de ellos, y se estima faltan otros 320.000 tipos por estudiar todavía.
Fuego: El cómo producirlo es «herencia de saber tecnológico» que recibió el homo sapiens de su antecesor erectus, especie esta que lo usaba desde hace 1.600.000 años.
Homo sapiens: Las evidencias más antiguas de nuestra presencia como especie, Homo sapiens, se han encontrado en Marruecos. Datan de hace 315.000 años. Y las más remotas de nuestro comportamiento moderno –hace 165.000 años-, fueron halladas en Pinnacle Point (Sudáfrica).
Lenguaje moderno: El límite temporal para encontrar los requisitos anatómicos que permiten y facilitan a los homínidos las condiciones para «la invención del lenguaje humano», se extiende desde «la separación filogenética entre el pany el homo –ocurrida 5 o 6 millones de años antes-, hasta hace 2,4 / 2,5, millones, período este cuando las especies de que procedemos evolucionan hasta alcanzar el momento singular de como nos comunicamos «los sapiens modernos». Tal «momento» sucedió entre hace 200.000 a 50.000 años.
Religión: La primera señal confiable sobre esta actitud del comportamiento de los homínidos se ubica en la colina del Hueso del Dragón, próxima a Pekín, donde fueron encontrados señales que han sido interpretados como indicios de que tales individuos tenían la idea de una prolongación de la vida más allá de la muerte. Tales restos arqueológicos pertenecen al periodo evolutivo del planeta conocido como Pleistoceno medio (entre 250,000 y 500.000 años).
Escritura: Se considera a las pinturas rupestres como los primeros signos de «escritura» creados. Datan de la prehistoria –entre 30.000 y 15.000 años. Después de «manchar» piedras con sustancias, los sapiens pasamos a «marcar» sus superficies con herramientas duras (vástagos) golpeándolos con masas (pedazos de piedra) para dejar huellas en ellas. Esta «escritura cuneiforme», se usó por primera vez en la cultura sumeria -territorio actual entre los ríos Éufrates y Tigris, el Medio Oriente, en la región Mesopotania. De época análoga, son los jeroglíficos egipcios, cultura que empleó otra tecnología («soporte» más blando –papiro-; «signos» diferente –antropomorfos-, «impresión» liquida y coloreada –pictórica-). Ambos «métodos» se consideran los «sistemas de escritura» primarios –el cuneiforme y el jeroglífico-. Y los dos fueron creados a partir del mismo «principio de representación múltiple simbólica», que facilitó la evolución fisiológica del cerebro del sapiens y dio comienzo, con aquellos hechos protoliterarios ancestrales ocurridos entre los años 3400 al 3200 A.C., al nacimiento de textos coherentes que sintetizaban a alrededor de 2.600 lenguajes locales cuando comenzaron a ser escritos. Esta tecnología propició que cobraran vida las primeras formas de «civilización».
Rueda: Nadie sabe quién la inventó. La constancia más antigua de su uso es de hace 5.500 años.
Un artículo de Science –revista de y para científicos-, describe cómo el «bichito», coronavirus, ataca y nos enferma. También nos mata (en un % reducido de casos del que todavía ignoramos cifra exacta, ni la sabremos hasta que termine la pandemia). A día de hoy, hay más de 4,5 millones de terrícolas «atacados por ese enemigo invisible» (y los muertos superan los 300.000). Cantidad de la que podemos desconfiar con seguridad pues «la real» (cuando se logre hacer «la prueba» a todos nosotros para saber si fuimos «tocados» por él –trabajo sanitario titánico, casi infactible, no solo por obstáculos económicos sino de «Tiempo»-), será, tal vez de 2 o 3 cifras de millones. Y los cadáveres podrían sumar hasta miles de 7 cifras. Ojalá seamos capaces de mantenerlos en 6. Espero estemos a tiempo.
Actualmente todos las profesiones y especialistas que trabajan sobre esta «pandemia global» para entenderla, lo hacen armados únicamente con «hipótesis y teorías» a las que faltan estudios y datos que están en vías y curso para obtenerse, incluidos un centenar de tratamientos y la imprescindible «vacuna», de las cuales hay (en fase investigativa y/o de comienzo de «pruebas en humanos), más de una docena. Pero aceptar una o algunas de ellas como legítima, tomará, en el caso más rápido 1 año y tal vez otro medio más. Tras lo cual hay que dar solución al siguiente conflicto ético: ¿Quiénes la recibirán primero y quiénes tendrán que esperar se fabriquen las dosis necesarias para ser inmunizados? ¿Cuántos años supone esa «lista de espera?
En estos momentos, quien respeta el pensamiento científico, no se atreve a hablar rotundamente de «Conocimiento sólido sobre Covid-19», nombre con que bautizamos la enfermedad que produce el ya «Bicho más famoso del siglo XXI». Nadie, a menos le importe poco equivocarse y prescinda de «las reglas de sentido y coherencia» que demanda y exige «Pensar Científica y útilmente».