No sé si alguno de vosotros alguna vez ha leído a Ortega y Gasset. Yo, durante mi juventud, leí con afán sus libros y siempre me he y han preguntado el porqué y mis respuestas nunca fueron precisas ni detalladas. Pero me gustaba leerlo, me atraía su modo de escribir, sus reflexiones y aunque no siempre compartía sus conclusiones, lo seguía leyendo.
Uno de los libros que me golpeó fue La rebelión de las masas. Me hicieron pensar sus ideas sobre el hombre medio. Sus nociones concernientes de la individualidad, la responsabilidad de ser, conocer, saber y profundizar. Para Ortega y Gasset el concepto de «masa» no tenía contenido, tampoco el de «gente», ya que no son más que una agregación de individuos, que en cierta medida delegan su individualidad y se dejan llevar por el grupo, despreocupándose de los imperativos máximos de ser y saber.
Leyendo las noticias todos los días y siguiendo la política con una cierta pasión, me pregunto que hubiera dicho Ortega y Gasset al descubrir que hoy en día, el «hombre medio» es gobierno, principio y fin de toda la política, moral, escolaridad y arte. Y que cualquiera puede y se permite emitir juicios sin estar preparado para hacerlo, bajo el paradigma que una opinión vale lo mismo que la opinión opuesta y que uno vale uno, como una glorificación explícita de la ignorancia.
Seguramente uno de los representantes más ilustres del «hombre medio» en el poder es el Movimiento Cinco Estrellas en Italia y sus ministros. El ministro de Relaciones Exteriores no habla ningún otro idioma y culturalmente no está hecho para la diplomacia, que requiere método e informaciones para poder mediar, reconciliar y lograr resultados; o la ministra de Educación, que según ha sido demostrado copió parte de sus tesis y se contradice a si misma varias veces en pocas horas.
Quizás Ortega y Gasset anticipó la sociología moderna de Zygmunt Bauman, que habla de la sociedad liquida sin valores, irreverente y anónima como la masa. Sé que muchos podrían decir que Ortega y Gasset era un elitista, clasista, un personaje de otra época, que idealizaba el «superhombre» y posiblemente tengan razón al hacerlo.
Por otro lado, ¿que hacemos con la forma y sobre todo el contenido o con los que comenten un crimen sin saber qué es un crimen o inundan los medios de información con observaciones y comentarios irresponsables y banales. Las «autoridades» en muchos casos no saben qué hacer. Desconocen las causas e implicaciones de sus actos y comentarios. A menudo caen en contradicciones y ante una emergencia se demuestran incompetentes y paralizados.
Si nadie se esfuerza en elevar al hombre medio, nos hundiremos todos y no existirá democracia ni humanidad. Hoy, en los tiempos del «cólera» y el coronavirus, se escuchan tantas atrocidades, que van más allá de lo necesario y saben a destrucción y autoexterminio.
Tristemente, en su lucha contra la élite, las masas se sienten merecedoras de atención y admiración y lo único que cuenta es abrir la boca. Quizás la arrogancia de Ortega y Gasset haya sido exagerada, pero lo opuesto, celebrar la ignorancia como virtud, es la negación de todo estándar de civilización y es muy fácil notar los resultados.