He pensado en todas las personas encerradas en sus casas, sobre todo en aquellos que están solos y comparten estos días con sí mismo. He pensado en esos que hablan en voz baja, contándose penas y alegrías. He pensado y pienso en los que no tienen perro que sirva de excusa para poder caminar unos minutos sin apartarte más de 200 metros de su morada. Pienso en una soledad interminable, que se cuenta en días y semanas. En un enorme vacío sin sonrisas, gestos o palabras que sorprendan, agiten y distraigan. Algunos tienen la música para hacerse compañía, otros la literatura o los estudios. Unos pocos pueden sumergirse en la escritura y sentirse cerca de todos, estando al mismo tiempo lejos y en soledad.
Pero para muchos existe un problema fundamental e innegable: cómo llenar el día sin un paseo, sin salir a comprar y sin querer ver la televisión o escuchar la radio, que siempre, incesantemente, dice y repite lo mismo sin decir nada. Y así estamos preguntándonos por el sentido de todo, el significado de vivir, sentir, conmoverse, cuando nuestra existencia está en peligro y esta misma se nos presenta como un vacío absoluto.
Quizás esta cuarentena forzada, esta soledad impuesta nos haga pensar en la razón de nuestra vida y nos permita entender por qué vivimos. Porque vivir es más que llenar el tiempo. Es tener fuerzas, voluntad, deseos y la determinación de cambiar y cambiarnos a nosotros mismos, persiguiendo unos pocos y precisos objetivos y es así, que esta cuarentena se hace reflexión y desde ella, con determinación, resurgimos con menos miedo y más sentido.
He pensado en todas las personas encerradas en sus casas, he pensado en mí y en todos, porque compartimos un solo y único destino, que nos obliga a redefinir nuestro modo de ser, sueños, futuro y esperanza. Y es este claustro impuesto, la epidemia que devasta, el consumo que nos consume, el clima que cambia, lo que nos lleva al extremo de preguntarnos por el hoy, la vida, nuestros hijos y el mañana.
La cuarentena cierra las puertas y abre las ventanas, alejándonos de todos para preguntarnos por la humanidad, naturaleza, trabajo y la necesidad de ser individuo y colectividad, de dar y recibir, de tomar y ofrecer, mirándonos cara a cara sin esconder nada. Algo se rompió en nuestras vidas, algo esencial como el pan y el agua. Algo de todos los días que nos golpea y sacude y que exige respuestas claras.