Cuenta la leyenda que hubo en la Historia de la Humanidad algunos instantes, muy breves, durante los cuales la política nos sirvió para buscar puntos en común sobre los que construir soluciones para el conjunto de la sociedad. Narra este mito que la política consistía fundamentalmente en dialogar y negociar, no solo para recabar los apoyos necesarios para sacar adelante una propuesta, sino para encontrar soluciones que se acercaran lo más posible al agrado de todos. Al parecer esta hazaña era posible porque las diferentes partes abordaban la negociación más como un acto de regateo que de batalla, abandonando posiciones inamovibles y realizando concesiones con el objetivo de llegar a un trato. Porque se trataba de eso, de llegar a un acuerdo, no de aplastar a un enemigo.
Ahora mismo parece un cuento de hadas que pudiera llegar a darse algo así. A poco que se mira la escena política se puede apreciar que se acerca más a una lucha de clanes que a un espacio de diálogo y negociación. Es cierto que esto viene siendo así desde hace décadas, pero creo que durante los últimos años se ha ido imponiendo una forma de hacer política que dificulta cada vez más la posibilidad de encontrar ese llamado terreno común.
El marketing y la política
La política como profesión podría decirse que lleva existiendo desde que existe el mismo concepto de la palabra y dado que una gran parte de esta actividad se trata de convencer, es lógico pensar que el marketing ha sido algo que siempre ha llevado incorporado. En una democracia los diferentes partidos necesitan convencer a un gran número de personas para alcanzar una cuota de poder por lo que el marketing juega un papel fundamental en todo ello.
El problema es que en gran medida se ha acabado supeditando la política al marketing y muchos de sus conceptos aplicados a la política no hacen sino degradar esta actividad y reducir aún más ese espacio común entre los diferentes partidos.
En una reciente entrevista en The Daily Show, el republicano Rick Wilson le contaba a Trevor Noah cómo el problema de los demócratas es que se empeñan en tener razón mientras que los republicanos se centran en ganar las elecciones y para ello no pierden el tiempo ideando informes detallados para apoyar sus propuestas, sino que es más efectivo analizar el informe del partido contrario y sacar algún dato o frase con el cual poder aterrorizar al electorado para que vote en contra. Da igual lo concienzudo que sea el informe, siempre se podrá sacar algo de contexto para poner a la opinión pública en contra. En ningún momento se trata de rebatir argumentos o de encontrar puntos en común; solo se trata de desacreditar, de generar miedo para posicionar a la gente en contra de algo con el fin de ganar.
En cuanto a los eslóganes políticos cabe señalar dos aspectos; por un lado, en un eslogan político es más importante que conste de una frase sencilla y directa que el hecho de que sea realista. Por otro lado, tiene que estar pensado para no dejar lugar ni a matices ni interpretaciones. Se podría decir que representa todo lo que no debería ser la política ya que no solo simboliza una posición inamovible y por lo tanto innegociable, sino también porque ofrece el placebo de las soluciones simples para problemas complejos.
El marketing dicta constantemente cómo debe llevarse a cabo la política. No hay que mostrar jamás debilidad ni derrota. Un político no puede ir diciendo que está dispuesto a hacer concesiones, eso es signo de debilidad, y es que en el marketing no se puede ir a negociar, sino a pelear y ganar. Salvo batacazos electorales excepcionales, un político no dice que han perdido, sino que han tenido menos éxito del esperado. Siempre positivo, nunca negativo, como diría Van Gaal.
Y es que ahora mismo la política tiene mucho de deporte puesto que no se negocia, se compite. No hay diferentes partidos políticos, hay adversarios y no se trata de dialogar sino de atacar. Es indiferente lo que proponga un bloque político que el otro se posicionará en contra por defecto. Esta práctica fue sangrantemente evidente cuando, tras la moción de censura que quitó a Mariano Rajoy de la presidencia, el Partido Popular votó en contra de los presupuestos que ellos mismos habían confeccionado y los cuales habían descrito como los mejores de la historia de España. No se buscan soluciones consensuadas, no se dialoga o regatea, solo se ataca.
Fake News
Un secreto a voces que se ha venido repitiendo desde la creación de la política es que los políticos mienten. Sin embargo, hasta hace unos años parecía que se esforzaban por intentar no ser cazados en las mentiras. Ahora da la impresión de que eso ya no importa en absoluto. Y es que tiene sentido que en esta Era de la Información en la que el contenido audiovisual tiene tanto peso en la sociedad, el presidente de EEUU sea un presentador de reality show.
Trump ha llevado el marketing en la política más allá. La repetición del eslogan hasta la saciedad para cincelar una idea en la opinión pública, sea verdad o no. A pesar de sus múltiples bancarrotas y negocios ruinosos, mucha gente tiene el concepto de que es un hombre de negocios de éxito. Esto no es casualidad, sino que se debe a la campaña de marketing que siempre lleva puesta que le vende como un ganador absoluto. Él siempre gana. El informe Mueller o el impeachment son vendidos como éxitos de Trump. «No collusion» y «read the transcripts» fueron los eslóganes para cada uno de los casos. Da igual que se demuestre por activa y por pasiva que Trump ha mentido, o que salgan a la luz todo tipo de escándalos de toda índole y gravedad, él defenderá lo contrario contra viento y marea.
Es verdad que la creación de bulos para atacar al adversario político siempre ha estado ahí, pero creo que con Trump ha alcanzado un nuevo nivel. Ahora da lo mismo que los bulos sean tan evidentemente falsos que resulte hasta estúpido tener que desmentirlos, en alguien calará el mensaje. En el ataque al adversario Trump ha introducido el insulto infantil y pegadizo; él pone motes a sus adversarios y éstos acaban calando de tanto repetirlos. Es cierto que el diálogo político estaba ya en un punto muy bajo, pero Trump ha conseguido llevarlo a más profundos niveles de degradación.
Sin embargo, no creo que haya que otorgarle tanto mérito al neoyorkino. Él tan solo aplica los preceptos del marketing político mejor que nadie y hasta podría decirse que no es más que un producto de su tiempo. Un tiempo en el que la esfera política ha sido totalmente carcomida por el marketing, en el que no se necesitan propuestas concienzudas, sino simples, directas y fáciles de recordar. Un tiempo en el que más que buscar terreno común, parece que lo que se pretende es crear barreras más infranqueables ya que no se busca tener a la gente a tu favor, sino en contra de tu adversario. Ya no se trata de soluciones sino de facciones.
Y mientras todo esto sucede los problemas siguen ahí, observándonos pelear.