Nuevamente, los dos países han demostrado que siguen siendo tan antagónicos como desde hace cuatro décadas, con una crisis que evoluciona diariamente, sin mermar, ni aparecer reales posibilidades de diálogo. Un largo historial de confrontaciones peligrosas los precede. Entre el Estado teocrático de los ayatolás y las sucesivas Administraciones norteamericanas, demócratas o republicanas, los múltiples factores de discordia no han conocido momentos de tranquilidad y ahora, con la muerte del general Soleimani, se ha llegado a un punto grave, por ser el primer oficial del más alto rango iraní, asesinado por un dron americano en suelo iraquí, que sigue dividido entre múltiples facciones religiosas, tribales y políticas. Los hechos posteriores tampoco han dado tregua. Ha sido un acto que revalida el controvertido derecho a la legítima defensa preventiva, que Estados Unidos ha invocado muchas veces, y que las normas internacionales no permiten y sólo autorizan en caso de agresiones producidas, con respuesta del uso de la fuerza proporcional, y hasta tanto actúe el Consejo de Seguridad de la ONU.
Cuesta creerlo hoy, pero ambos países fueron estrechamente amigos en tiempos del sah Reza Pahlevi. Una relación deteriorada cuando se derrocó, con ayuda americana y británica, al primer ministro Mosaddeq (1953), al nacionalizar el petróleo, y simplemente terminó cuando regresa de Francia el ayatolá Jomeini, e impone el régimen que dura hasta hoy, (1979). Al año siguiente, son tomados como rehenes, por 444 días, los funcionarios de la embajada norteamericana en Teherán. Son liberados el mismo día y hora en que asume Reagan (1981), con negociaciones de por medio. Carter había intentado antes un operativo de liberación con helicópteros que fue un fracaso. Una larga guerra entre Irán e Irak, de casi ocho años, terminó sin ganadores.
Luego fue derrocado y ajusticiado el iraquí Saddam, en la segunda Guerra del Golfo, calificado como «eje del mal» por Bush, junto a Irán y Corea del Norte. Con Obama hay una mejor sintonía y se logra en Viena (2015) el compromiso iraní de no aumentar su enriquecimiento de uranio. Trump cancela el acuerdo, denunciando que no fue respetado, ni sometido a las inspecciones de la OIEA. Decreta sanciones económicas y bancarias. Irán responde con variados actos de hostigamiento y agresiones a petroleros en el Golfo Pérsico, ataca parte de la Embajada americana en Irak, y ahora Trump responde con sus drones matando a Soleimani.
El extremo acto americano, ha sido presentado como plenamente justificado y hasta necesario, al acusar a este notorio Comandante de las Brigadas Revolucionarias Qouds (el nombre dado a Jerusalén), guardianes del islamismo chií más radical, como la eliminación de un terrorista, autor material e intelectual de varios atentados, y de planificar otros en el corto plazo, según afirma la Administración norteamericana, sin evidenciar las pruebas necesarias. En todo caso, Soleimani no ha estado inactivo frente a Estados Unidos, desde hace años, y si no perpetró actos violentos, mucho menos los impidió. Un golpe estratégico con la colaboración de iraquíes enemigos de Irán, y ejecutado sin bajas foráneas, utilizando la más sofisticada tecnología bélica.
No obstante, existe el riesgo de impredecibles consecuencias para la región y el mundo, por sobre la estridente propaganda que siempre acompaña estas acciones, multiplicada en los medios de comunicación y redes, de ambas partes. Los ataques y venganzas apocalípticas anunciadas, por lo usual, no se anticipan, para no encontrar preparado al adversario. Simplemente, se ejecutan sin aviso previo para alcanzar sus fines, aunque eso sí, es demostrativa del ánimo imperante, exaltado al extremo, y preparado para eventuales contragolpes. Los misiles sobre el área diplomática de Bagdad, y el que derribó al avión de pasajeros ucraniano, negado enfáticamente y luego admitido ante las pruebas fílmicas, responsabilizando a la propia Guardia Revolucionaria que pertenecía Soleimani, demuestra el clima actual, donde se disparan cohetes vengativos a lo que se crea una amenaza. Para qué decir del proyecto atómico, pues Irán ha anunciado que redoblará el enriquecimiento de uranio. Un tema que debiera verdaderamente preocupar a todos, dado el fanatismo y descontrol iraní. Hay que tenerlo presente, pues podría desencadenar acciones norteamericanas, israelíes o europeas, si se sienten claramente amenazados.
Se advierte una cierta contención de las partes, por ahora, tal vez sin querer provocar reacciones de fuerza norteamericanas que harían escalar el conflicto. Trump sólo anuncia mayores sanciones económicas, si bien Ali Jamenei vuelve a las descalificaciones insultantes, más inspiradas en aglutinar su población, distraer las violentas manifestaciones contrarias, mostrando una voluntad agresiva que haga olvidar el tremendo error del derribo del avión con pasajeros iraníes y canadienses. Tampoco hay ataques directos o convencionales sobre objetivos americanos o de sus aliados, momentáneamente, lo que no descarta el que puedan ocurrir, o que se reemplacen por algunos actos de terrorismo indiscriminado, en cualquier lugar, sea por el despertar de células inactivas o el resurgimiento de movimientos extremistas afines al régimen de Irán, como Hamás o Fatah en Palestina, Hezbollah en Líbano, u otros. Y tal vez, en una reactivación de miembros remanentes del Estado Islámico, ya sin dominio de territorios y aunque sea contrario a Irán, pero siempre al acecho de países occidentales o afines. Han sido advertidos Israel y Arabia Saudita, por ser aliados norteamericanos. Atacar a los infieles nunca pierde vigencia entre fanáticos de cualquier signo.
Por cierto, los apoyos de Rusia a Irán, de Irán a Siria con una revolución todavía vigente, y a buena parte de Líbano o Yemen, debieran preocupar a sus enemigos tradicionales, o cualquier país pro-americano. Todo intento pacificador o iniciativa propuesta por los occidentales, se ha demostrado ineficiente, tanto en Irak como en Irán. Adolecen, por lo general, de un profundo desconocimiento de la cultura, creencia, tradiciones y costumbres de esos pueblos que tienen un milenario pasado de desencuentros y rivalidades, que todavía perduran. Naturalmente no actúan como naciones desinteresadas, es una zona rica en energías y sumamente estratégica al controlar pasos oceánicos, como el Golfo, por donde circula buena parte del petróleo que llega a Europa. Un control que ahora está en máxima alerta, pues frente a frente, se sitúan estados antagónicos, como Irán y los más ricos árabes como, los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Omán, Qatar, Kuwait, y Arabia Saudita, vitales para los capitales, el gas, o el petróleo mundiales, que procuran una cautelosa prescindencia, a pesar de cobijar algunos, bases norteamericanas.
Ha sido una apuesta arriesgada la decisión de Trump, pero reducir todo a su gestión, o a su búsqueda de reelección, o a distraer el impeachment, resulta demasiado simple y básico. Los demás actores no han estado ni están inactivos, Irán incluido, por lo que la situación resultante no sólo es local, sino, insoslayablemente, incide en la paz y seguridad internacionales. Es hora de que el mundo y sus instituciones se preocupen y aporten lo que les corresponde en esta seguridad colectiva, tan invocada pero raramente aplicada. La paz nos responsabiliza a todos.