Una paradoja es una opinión contraria a la opinión común. Pero la noción también se aplica a hechos y expresiones contrarias a la lógica. O sea, contradictorios.
Pongo como ejemplo el hecho de que cualquiera pensaría que el ideal a alcanzar por una sociedad es la tolerancia social. Es decir, una sociedad que respete las ideas, preferencias, las formas de pensamiento y el comportamiento de todas las personas.
Pero eso plantea un contradictorio problema social. Para ser preciso, una paradoja social. «Si una sociedad es ilimitadamente tolerante, su capacidad de ser tolerante finalmente será reducida o destruida por los intolerante». En otras palabras, «para mantener una sociedad tolerante, la sociedad tiene que ser intolerante con la intolerancia».
Esta paradoja fue descrita por el filósofo austríaco Karl Popper en el año 1945 como parte de su obra de dos volúmenes titulada La sociedad abierta y sus enemigos en su primer volumen y se le conoce como la «Paradoja de la Tolerancia».
Es una paradoja enmarcada dentro de lo que se conoce como Teoría de la Decisión. Que, en resumidas cuentas, consiste en identificar de manera absolutamente lógica y racional la mejor decisión que pueda ser tomada. Asumiendo, claro está, que quien decide está en un entorno de completa información, donde es capaz de calcular con precisión y exactitud analítica, todo lo necesario para tomar la decisión.
La paradoja me llama la atención porque Popper la describió dentro de un marco y contexto de una sociedad abierta. Término introducido por el también filósofo (francés) Henri Bergson. Según el cual, «esas sociedades tienen gobiernos que son tolerantes y responden a los deseos e inquietudes de la ciudadanía con sistemas políticos transparentes y flexibles. Los órganos del Estado no mantienen secretos entre sí o del público. Ni el gobierno ni la sociedad son autoritarios y el conocimiento común o social pertenece a todos. La libertad y los derechos humanos son el fundamento de la sociedad abierta».
Lo que me lleva directamente al tema de este artículo. Irónicamente, también una paradoja. Una paradoja dogmática. Es decir, una «presunción de quienes quieren que su doctrina o sus aseveraciones sean tomadas por verdades inconcusas». O sea, una «concepción filosófica opuesta al escepticismo: el cual considera la razón humana capaz del conocimiento de verdades absolutas». Y para ser consecuente con la contradicción, la llamo la Paradoja de la In-Tolerancia.
La tolerancia social, ese conjunto de ideas, normas, preferencias, formas de pensamientos y comportamientos que tenemos hacia las demás personas y la sociedad en la que vivimos. Que nos define la «cualidad de quien puede aceptar» o de lo que se puede aceptar. Puede llevarnos a una sociedad que en teoría es ideal o perfecta. Como la que describe Aldous Huxley en su libro, Un mundo feliz (en inglés Brave New World). Pero que, en la práctica, es una distopía o antiutopía de una sociedad ficticia indeseable en sí misma.
En igual forma o, más bien, en forma contraria, una sociedad, socialmente intolerante, valga la redundancia, nos conduciría directamente al autoritarismo o al totalitarismo. Por el mismo principio lógico y cognitivo que señala Karl Popper. Eso es, a una sociedad como la que describe George Orwell (cuyo verdadero nombre era Eric Arthur Blair) en su novela 1984. A través de su personaje Big Brother (Gran Hermano).
¿Por qué? Porque paradójicamente los extremismos: ya sean estos políticos, religiosos o ideológicos. Dan a muchos sentidos de pertenencia. A pesar de que los extremos sociales no son considerados por el común de la gente como pertenecientes a una sociedad. Eso por cuanto, el extremismo político, religioso o ideológico, no es un comportamiento socialmente aceptado.
Entonces, quien busca un sentido de pertenencia y aceptación integrándose a un grupo o secta extremista, en realidad, lo que está alejándose de la sociedad, dejando de pertenecer a ella, al aceptar algo moral y socialmente inaceptable, de nuevo, valga la redundancia.
En otras palabras, convirtiéndose en una paradoja. Una paradoja social. ¿Por qué?
Porque cuando el in- se transforma en todo, deja de serlo. Y sólo queda la tolerancia.
La tolerancia absoluta al autoritarismo y al totalitarismo a través de la creencia in-justa e in-moral de que todo lo diferente es malo y nos hace daño o nos quiere perjudicar, transformándonos a nosotros mismos, en todo lo que no queríamos ser.
¡He ahí la Paradoja de la In-Tolerancia!