Mencionando a Anaximandro, a Tales y a Anaxímenes como los primeros en «filosofar», Aristóteles — en su Metafísica — da el puntapié inicial a nuestra visión actual de la Filosofía. Pero, al mismo tiempo, pone a los mitos a la misma altura de la razón filosófica.
No obstante, con la evolución del pensamiento, estos mitos (que sólo son cuentos, historias «para ser contadas» como diría L. Strauss) fueron prácticamente «borrados» del Logos. No más dioses vibrando en la flama del altar familiar. La Iglesia católica aportó a esta tendencia y nos terminamos quedando con esta razón «despojada» de matices no racionales. Esquema. Estructura. Dirección causa-efecto. Esqueletos del pensar. Todo un mundo de tirantes, vigas, arcos, piedras fundamentales, cuerdas, roldanas, palancas, cuñas y piedras de toque y angulares.
Era el armado de los «Templos del Pensar», donde reinaba lo excelso, lo sublime y silencioso. La cúspide. La cumbre. La cima. El non plus ultra de lo que debe ser. Y el Sol racional lo ilumina todo y ya no amanece en el mundo sino que amanece en la Mente y su luz no declinará más del ardiente mediodía de La Razón...
Luego, sobrevino la extrapolación al mundo de la praxis: los templos del pensar pasaron a ser los «Templos del Saber». Y allí, en sus laboratorios, entre retortas y alambiques, se abandonó la lejana alquimia y los sabios comenzaron a experimentar en Física, Química y Biología apelando a la eficacia infinita de la Razón. Y cual cornucopia ahíta de sus propias suculencias, comenzó a derramar sus contenidos hacia el mundo profano. Como cuencas volcánicas derramaban su beatífica lava de conocimiento y poder hacia las Pompeyas y Herculanos del pueblo liso y llano. Desde la razón a la condescendiente praxis popular de los laboratorios. Y ya está.
El proceso ha llegado hasta nuestras vidas actuales con sus vacunas y sus electrones. La Razón, la Ciencia y la Técnica han hecho pie en el pináculo de lo Humano y todo está solucionado... El control es total sobre la materia y la psicología. El Hombre salvaje ha sido domesticado porque nada contradice a la Lógica y, aunque el vulgo no llegue ni a la sombra de los Templos del Saber, por lo menos accede a los Templos del Poder bajo la fatal fórmula baconiana:
Conocer para predecir.
Predecir para controlar.
Conocimiento es Poder.
Por supuesto que con sólo leer los diarios y ver un poco a nuestro alrededor, nos damos cuenta de que nada de lo humano como especie ha llegado a las cumbres predichas. Homicidios. Suicidios. Ecocidios... Individuales y masivos. Los desastres más estrambóticos saltan a la vista como ácido en los titulares mediáticos. Las guerras y las hambrunas son las dinamizadoras de la política internacional, la cual se dedica a administrar los negocios de la guerra y las hambrunas... ¿Qué nos pasó, que la Lógica, la Razón y la Ciencia fueron bastardeadas persiguiendo fines horrorosos y en vez de encontrarnos en un mediodía sin fin parecemos embutidos en un negro túnel sin salida?
Hasta la misma ciencia ha mostrado que toda definición incrustada como joya en los Templos de la Razón, se ha convertido, de pronto, en un rehén sucio y avejentado, encerrado en una prisión. Terminamos descubriendo, aun desde las ciencias más «duras» como la Física -y ni qué hablar de las más frágiles y aún en desarrollo-, que el tal Templo del Pensar era una prisión del Pensar. Y que esa “eficacia infinita” de la Razón era, en verdad, un antro sin puertas ni ventanas... y que ahora, encima, se está quedando sin aire.
Terminamos entendiendo que todo era un mito... un cuento. Aunque siguen, algunos, apelando a la definición y a las relaciones lógicas y al acomodamiento de sus joyas intelectuales en la arquitectura sin fin de la Cárcel de la Razón... pero todo es apenas un sueño cultural. Pero mito no quiere decir mentira, como no son mentiras los sueños mientras se los sueña: todo depende del contexto que -como señalara Gregory Bateson- es lo que le da significado a todo... o, dicho de otra forma: nada es lo que es sino que es lo que el contexto les hace ser, significar. El contexto es lo que define sus propias oquedades, sus vacíos: pura ecología, en pocas palabras... y nosotros seguimos, en mayor o menor medida, creyendo en esos vacíos y les damos la categoría de «cosas», sólidas y concretas... pero en esas oquedades hay vacío... y no hay peor traumatismo para el psiquismo humano que chocar contra nada.
No obstante, ¡hala!, no importa lo que vemos o dejamos de ver: vivimos y esto es posible porque no vivimos al azar. Nuestra biología, nuestro comportamiento se compromete con una serie de parámetros, de exigencias del entorno a las que nos ajustamos y por eso vivimos como viven un pingüino, un baobab o una ameba. Pero el modo, el estilo, la estética humana nos ponen en un brete del que resulta muy difícil salir porque es al mismo brete al que consultamos por la salida... pero él no ofrece salidas fácilmente. La hay, sin embargo: cuando Edipo se topa con la esfinge y responde el acertijo, quizás tomó en cuenta, conocedor del griego, que «esfinge» y «esfínter» son términos que se emparentan y que por lo tanto, aunque costosa, siempre hay una salida, y el precio es entendernos menos racionales, menos lógicos, menos materiales.
La Razón y su fuerza fue un mito que aún sostienen muchos creyentes. Otros siguen creyendo en mitos emparentados como los de la inteligencia, el dinero o el poder que devinieron de aquellos lejanos mitos que supieron sostener Anaximandro, Tales y Anaxímenes. Sólo que ellos sabían que se trataba de un medio para ver sueños, técnicas onirománticas, y que los sueños alguna vez se terminan y que dan origen a otros sueños y que la vida del Hombre es un encadenamiento de sueños. Una seguidilla de historias. Se dieron cuenta que éramos una simple literatura en la librería de saldos del Universo. Y por eso aquellos lejanos filósofos eran también esoteristas, alquimistas, curanderos y oficiantes en cultos secretos... cosas que se remueven de nuestra filosofía actual como una vergüenza... nunca pensaron en la lechuza de Palas Atenea como herramienta para ver en la tiniebla de lo humano.
Cuando el Logos griego se nos hizo carne onírica y nos poseyó el fanatismo de la Razón y la Lógica, no supimos sacudirnos las telarañas del sueño antes de romperlo todo... y hoy somos como niños que nos despertamos perplejos tras una noche violenta en una habitación destrozada. Y es hora también de que empecemos a arreglar todo. A abrir la ventana para que entren el aire fresco y umbrío de los oráculos y también la luz del Sol y la ardiente poesía arracional que nos habita...
Un poético Sol que será más verdadero que el de la luz de la Razón y que nos hará mejores porque nos hablará de la noche oscura donde todavía duermen nuestros sueños por nacer y donde todavía juegan a con cartas marcadas nuestros viejos demonios de siempre. El sol -el verdadero, el del mito- es sabio y sabe de estrellas y de vacíos, de sueños y mitos nocturnos mucho más que nosotros. Brilla en medio de la Noche Eterna... a él escuchemos.