La iglesia principal, iniciada en 1290, en Orvieto, célebre por su belleza, ahora aún más espléndida vuelve a la actualidad con la readmisión de su ciclo escultórico, tras largo tiempo de ausencia a la que fue condenada en 1897 por un «malentendido criterio purista» del arte.
Tras la vuelta a «casa» del núcleo de estatuas formado por la Anunciación, el Ángel, los Apóstoles y los cuatro Santos Protectores, éstas acompañan de nuevo a la devoción en el interior de la catedral.
No se puede dejar de recordar el nacimiento de este ciclo de estatuas manierista-barroco, que se ha ido colocando entre los siglos XVI y XVII en plena e intensa actividad artística, cuando en la nave principal del contexto litúrgico se llevaban a cabo proyectos decorativos de extraordinaria importancia, reflejando la renovación en acto de la Iglesia Católica y, por consiguiente, el modo de comunicar la temática sagrada a los fieles, en esa fase histórica denominada Contrarreforma.
Así pues, en los mismos años en que se emprende el programa decorativo para las capillas laterales en una serie narrativa compuesta por frescos, pinturas y estucos, realizada por los mayores artistas del momento, se perfila el proyecto de las estatuas monumentales para el presbiterio y la nave central: la teoría de los Apóstoles toma forma gradualmente aunque privado de un verdadero proyecto de continuidad. De hecho, llegaría a completarse solo en 1722.
Durante su larga ausencia, el grupo de estatuas ha ido dando la vuelta por cuatro sedes diferentes: fueron desmontadas, guardadas, transportadas y trasladadas cuatro veces desde la catedral al salón superior del Palacio Soliano, de ahí a la planta baja, hasta los subterráneos de la misma catedral y finalmente a la iglesia de Sant’Agostino, donde quedaron expuestas entonces.
Obras que llegaron íntegras a través de los siglos en el Museo dell'Opera del Duomo, MODO (en español: Museo de la Obra de la Catedral) y restituidas a la admiración de los fieles, aportando dignidad a la obra de arte, aun fuera de su contexto original, y recuperando su interés histórico-artístico e incluso abriendo un debate.
Seguidamente se volvió a proponer el proyecto mejorado para su recolocación in situ, ya avanzado en 1986 por la superintendencia competente para la región de Umbría y, en su procedimiento administrativo, presentado al Ministerio de Bienes Culturales que finalmente otorgó su aprobación.
Ahora, tras la esmerada labor de los expertos en la reconstrucción de las bases y en la restauración de Cesare Brandi -padre de la teoría de restauración conservadora- de las esculturas, se ha procedido recientemente a la fijación de las hieráticas estatuas en la catedral de Orvieto, constituyendo todo un acontecimiento la reacogida en su templo, negada antaño.
Se procedió de esta forma: el grupo de la Anunciación, de Francesco Mochi, y el ciclo de los doce Apóstoles — una colección extraordinaria de esculturas realizadas por los autores más insignes de los siglos XVI y XVII — aportaban ritualidad en la nave central de la catedral hasta la puesta en marcha de las «intervenciones de liberación» de finales del siglo XIX. Después de la demolición de los altares, de los frescos y de las decoraciones de estuco de las naves laterales, las figuras permanecieron por algunos años en su lugar original. Hasta que en 1897, hace 122 años, fueron sacadas de su sede y colocadas en el salón de la planta principal del Palacio Soliano.
Completadas estas intervenciones, las esculturas descendieron a la sala de la planta baja, donde recibieron la visita de Cesare Brandi, padre de la nueva teoría de la restauración, entre los fundadores del Regio Instituto Central de la Restauración, actualmente ISCR. En 1984, el profesor Brandi sentenciaba: «A la catedral de Orvieto, que vuelva el barroco», denunciando la inmerecida situación en que, después de la inolvidable expulsión -debida a las operaciones de los restauradores decimonónicos-, habían sido condenadas las citadas monumentales figuras. La apasionada denuncia del estudioso se refería al hecho de que «la obra maestra de Mochi» se encontrase indecorosamente en los almacenes en la planta baja del Palacio Soliano.
«No quiero creer — añadía Brandi — que se opusieran a devolver su digna sede a la Anunciación, ni el superintendente, ni el comité de sector», añadiendo más claramente aún, con su característica franqueza: «Esta reintegración es la única que se pueda sugerir y aconsejar».
Así, en 1985, en la línea del recuperado interés por el ciclo escultórico y gracias a las financiaciones de una ley especial, la superintendencia de Umbría proponía la recolocación en su lugar original de las dos piezas de la Anunciación. Sucesivamente, en 1988-89 con los fondos de otra ley especial, la misma Superintendencia se comprometió a proyectar dicha recolocación.
Se decidió un peritaje y se construyeron dos simulacros del Ángel y de la Anunciación para verificar el efecto que habrían producido, cuyas fotos documentan las relativas pruebas. Y por fin, en 1986, a través del diario Corriere della Sera, Brandi anunciaba que en Orvieto habrían sido recolocadas en la catedral «no solo las dos estupendas estatuas de Mochi, sino incluso las doce estatuas de los Apóstoles (...), afortunadamente aún con sus pedestales, que permitirán recolocarlas in situ sin arbitrios».
Mas la empresa no consiguió el destino deseado por la rígida oposición del obispo de entonces y a pesar de la validez científica del proyecto, éste quedó archivado y los fondos se destinaron a otras obras llevando a cabo en la catedral de Orvieto la más importante campaña de intervenciones del siglo pasado. Y el problema de las estatuas se repropuso de nuevo acuciante tras el cierre del MODO en 1989 con la perspectiva de un proyecto de arreglo impostergable. Y no pudiendo introducirlas en la catedral, las estatuas fueron embaladas en cajones de madera y aprisionadas en los depósitos subterráneos de la catedral, donde permanecieron hasta 2006.
Mientras tanto, llegaban las manifestaciones de otros prestigiosos exponentes de la cultura y del arte como elinsigne Federico Zeri, que registraba entre los casos más graves de mutilaciones: «el raspado del templo de Orvieto, que eliminó todo lo que había nacido en cierta época».
¿Pero a qué se debió esta recordada operación? Bajo un pretexto estetizante (el de recuperar para el edificio su original esplendor) y fundándose en el mito de un Medievo visto como una época tranquila, en Orvieto había que anular el periodo entre el Quinientos y el Setecientos: alejando la espléndida Anunciación junto con los doce monumentales Apóstoles, incluyendo una obra proyectada por Giambologna.
Desafortunadamente, a pesar de las sugerencias, advertencias y anuncios de los historiadores y técnicos del arte del más alto nivel, pasaron algunos años antes de que el proyecto para la anhelada recolocación se llevara a cabo.
Posteriormente, agrupándose a personalidades favorables a la reintegración, Antonio Paolucci, exdirector de los Museos Vaticanos, en 1996, condenaba el estado de cautiverio en que se encontraban aún las referidas estatuas, acusando de ello a «un malentendido gusto purista».
Pasarían muchos años antes de que el programa para reintroducir el conjunto escultórico de los Santos Protectores y de la Anunciación llegara a cumplirse. Prevaleció la visión perjudicial de Renato Bonelli, presidente de la comisión científica para el proyecto del nuevo MODO, que llegó a definir la intervención del XIX como «una de las más felices restauraciones de liberación realizadas hasta entonces».
Hasta que en 2006, una exposición salvadora, Las estancias de las Maravillas. De Simone Martini a Francesco Mochi (entre abril de 2006 y septiembre de 2007), que para esta ocasión liberó las esculturas de sendos embalajes y, sometidas a un mantenimiento extraordinario, fueron expuestas al público en la sede temporal destinada en la iglesia de Sant’Agostino.
A partir de entonces, se reavivaron el interés por estas obras, el estudio y el debate sobre su definitivo emplazamiento, que desembocó en un congreso organizado por la Opera del Duomo, dedicado a las problemáticas histórico-artísticas, críticas y conservadoras del valioso conjunto, donde il obispo de Orvieto-Todi, Padre Giovanni Scanavino, se expresó favorablemente a propósito de la readmisión del núcleo escultórico en la catedral orvietana. Igualmente positivas se manifestaron las comisiones diocesanas para el culto y el arte sacro para recibir el patrocinio por parte de la Comisión Pontificia para los Bienes Culturales de la Iglesia presidida por el monseñor, Gianfranco Ravasi. Añadiéndose sucesivamente la autorización de la superintendencia de Umbria, que ratificaba la fijación definitiva en el interior de la catedral del conjunto escultórico de «los Apóstoles, de la Anunciación y de los Santos Protectores» según el parecer expresado por el comité técnico-científico y por el patrimonio histórico-artístico y etnoantropológico, «con la recomendación de optar por la solución de finales del siglo XIX relativamente a la Anunciación de Mochi, como consta en la documentación fotográfica precedente a la traslación de 1897».
Finalmente, en 2016, se celebraba la jornada de estudios dedicada a la reinserción del ciclo escultórico de las estatuas en objeto, en los Museos Vaticanos, organizada por el profesor Paolucci. Y así se llevaba a cabo la fase operativa para la definición del proyecto y del grupo de trabajo coordinado por el presidente de la Obra de la Catedral, Gianfelice Bellesini, de pleno acuerdo con el Obispo Monseñor Benedetto Tuzia, que estimaba apasionadamente las preciosas esculturas y su valor iconológico.
Una vez seleccionada la profesionalidad necesaria para la intervención de recomposición de las bases marmóreas originales, gravemente dañadas por los reiterados manejos, por la restauración conservadora de las doce estatuas, la dirección de las obras, el 25 de marzo pasado, se celebraba la triunfal vuelta a su templo de las dos esculturas del Ángel Anunciador y de la Virgen Anunciada, de Francesco Mochi, obras entre las más significativas del Seiscientos Italiano.
Y ahora, pasados 122 años de exilio, se ha procedido a la recolocación, con los oportunos criterios antisísmicos, en su sede original de los 12 Apóstoles de Orvieto, con sus monumentales basamentos originales, después de haber recorrido 4 sedes diferentes. Las primeras obras fueron realizadas en 1556 y 1612: San Paolo, de Francesco Mosca, apodado Moschino (1556); San Pedro, de Rafael de Montelupo (1557); Santo Tomás, San Juan y San Andrés, del orvietano Ippolito Scalza y colaboradores; Santiago Mayor, de Giovanni Caccini; San Mateo, de Pietro Francavilla del proyecto de Giambologna y San Felipe, de Francesco Mochi, el mismo autor que, por aquellos años, realizaba también el grupo de la Anunciación, colocado en el interior del coro de la catedral, así como otras estatuas que llegaban para adornar el transepto y el presbiterio. Mientras la novena estatua, San Bartolomé, fue ejecutada por Ippolito Buzi en 1618 y la décima, San Tadeo, entregada por Mochi en 1644; las dos útimas fueron esculpidas por Bernardino Cametti, entre 1714 y 1722, cuando otros Apóstoles se insediaban en la Basílica de San Juan de Letrán.
Epilogando, este paréntesis acaeció en 1897, cuando la intervención llamada «de liberación de matriz purista» quiso borrar la fase artística manierista—barroca, y la catedral fue «depurada felizmente del vergonzoso excedente». Una interrupción que les negaba a los fieles sus santos referentes al igual que privaba a los amantes del arte una magnífica visión en uno de los mejores contextos de la espiritualidad.