El próximo 10 de diciembre asumirá la presidencia de la República Argentina, Alberto Fernández, quien obtuvo el 48,1% de los votos contra el 40,3% del actual presidente, Mauricio Macri. Los cuatro años del gobierno de centro derecha que se va, dejan una herencia tan mala en el plano económico y social, como la que recibió el mismo Macri en 2016, de su sucesora Cristina Kirchner.
Entre los años 2010 y 2018 la economía argentina creció a una tasa promedio de 1,41% pero, de acuerdo al FMI, el presente año será de -3,1%. En septiembre pasado la inflación alcanzaba el 53,5%, el desempleo se elevaba a 10,6% mientras que la deuda externa alcanzará casi el 100% del PIB a finales de año. Lo más grave: las personas viviendo bajo la línea de pobreza, en cifras oficiales para el presente año, ascienden al 35,6% de la población.
No es difícil encontrar una explicación simple para esta situación en un país de 45 millones de habitantes, 2,7 millones de kilómetros cuadrados, con una inmensa riqueza humana y de recursos naturales que lo llevó en las primeras décadas del siglo pasado a ser uno de los 10 países más ricos del mundo: es la política y nada más. A partir de 1930 se sucedieron de manera casi regular los golpes de Estado en Argentina, donde inicialmente los civiles usaban a los militares movidos por grupos de interés, hasta 1966, cuando los uniformados bajo los efectos de la Guerra Fría se hicieron casi ininterrumpidamente del poder, institucionalizando progresivamente el terror y llevando el país a un trágico enfrentamiento bélico con el Reino Unido (1982) en lo que se conoció como Guerra de las Malvinas, que dejó centenares de muertos y heridos en ambos bandos y la derrota completa de los militares.
El final de las dictaduras, en 1983, sacó a la luz los horrores cometidos con prisioneros políticos, torturas, desapariciones y un balance de víctimas cercano a las 30.000. Y claro, no se entiende la política argentina sin la figura del coronel Juan Domingo Perón quien, junto a su esposa, Evita, gobernó en tres oportunidades entre 1946-52, luego fue reelegido en 1952-55, para ser derrocado por un golpe militar. Al volver del exilio, asumió nuevamente la presidencia en 1973 hasta su fallecimiento en 1974, donde lo sucedió su última mujer y vicepresidenta, Estela, quien fue derrocada por los militares en 1976.
Su herencia es el llamado peronismo, doctrina social-populista que movilizó al pueblo argentino en una época de bonanza económica pos Segunda Guerra Mundial, entregó innumerables beneficios a los trabajadores, puso las bases de la industrialización y dejó una impronta difusa que se extiende desde la derecha a la izquierda.
El nuevo Gobierno argentino tendrá un difícil escenario interno y externo. Por una parte, las expectativas de sus votantes que esperan se alivie la situación económica lo que se traduciría en el incremento de sus ingresos, se reduzca la inflación, se generen empleos y se mantengan los beneficios sociales. Pero no será fácil. Las exportaciones argentinas se han alejado del récord alcanzado en 2011 cuando llegaron a 82 billones de dólares para bajar a 65 billones el presente año. Sus principales mercados -Brasil, China, Estados Unidos, Chile y Vietnam- también han visto restringir sus importaciones por lo que la búsqueda de nuevos, o acuerdos comerciales, resultará vital para el nuevo gobierno. Se suman los compromisos de Argentina con los préstamos del FMI, 57 mil millones de dólares solicitados por Macri, los que sin duda alguna deberán ser renegociados. Todo ello en un marco geopolítico latinoamericano complejo, por gobiernos como los existentes en Venezuela, Brasil o Chile que buscan alinear a países.
Al presidente electo, Alberto Fernández, con su vicepresidenta Cristina Kirchner, le esperan tiempos difíciles.