Beneath the Eyrie (2019) reivindica el pasado de una de las bandas más icónicas del underground estadounidense de finales de los 80: Pixies. La presentación de su séptimo disco, segundo álbum con su actual formación — Black Francis a las voces, Joey Santiago a las guitarras, David Lovering a la batería y Paz Lenchantin al bajo — les llevará a recorrer más de 50 ciudades de cuatro continentes en una gira con sold out en las taquillas de la mayor parte de sus destinos hasta, de momento, el próximo mes de julio que volverán a visitar Madrid para actuar en el Festival Mad Cool.
España fue el país elegido para rematar su gira europea con tres paradas: Barcelona, Madrid y A Coruña, donde arrasaron en ventas de localidades. Procedentes del Sant Jordi Club a su paso por la sala madrileña La Riviera, con las entradas agotadas desde hace meses, consiguieron reunir a cerca de 2400 asistentes. Aquellos privilegiados, dadas las circunstancias, que lograron disfrutar de su música influenciada por el post-punk y el surf rock, desde la creación del grupo en la ciudad de Boston en 1986.
Siguiendo la estela de los teloneros, Blood Red Shoes, el cuarteto saltó al escenario de La Riviera fiel a su singular estilo para repasar toda su discografía. Esta vez Black Francis obvió las gafas de sol pero continuó entornando los ojos, como suele ser su costumbre, para ofrecer un viaje de música en directo de algo más de dos horas con un setlist formado por más de 40 canciones improvisadas en cuanto a su ordenación. Desfilaron desde sus grandes clásicos, por citar Monkey Gone to Heaven, Where is My Mind, Caribou, Wave of Mutilation y, especialmente, Hey, a la mayor parte de los 12 cortes que contienen su nuevo álbum. Como era de esperar, y suele ocurrir en las presentaciones en directo, los tocaron casi todos. Algunos de ellos, la surfera St. Nazaire o la evocación dinámica a la música de los ochenta plasmada en In the Arms of Mrs Mark of Cain abrieron el concierto para dar paso a los acordes melódicos penetrantes del pop de Catfish Kate o Long Rider, uno de los mejores temas de su nuevo disco, sin dejar de retomar el sonido pixies con el rock indie de la punzante On Graveyard Hill. Esa influencia unique, para no olvidar, que inspiró a numerosos artistas y bandas legendarias: Kurt Cobain en Nirvana, Pearl Jam y Foo Fighters incluidos. Tan solo el traspié con el tema Debaser, canción que pararon al minuto, dejó algunos momentos de perplejidad en los asistentes, compensada más tarde con cortes como Gigantic o Silver Bullet, que cerraron el concierto.
Dejando atrás las comparaciones del antes y el después resulta evidente que Pixies sigue abarrotando aforos internacionales. Si bien es cierto que su puesta en escena sobria contrasta con sus fusiones creativas que pasan del pop melódico al punk, transitando en el surf rock o el post rock con tintes psychobilly, sus directos, de suaves melodías combinadas con guitarras distorsionadas, continúan siendo incendiarios y convencen, logran conectar con la audiencia. Como fue el caso de La Riviera en Madrid donde regalaron a sus fans, que corearon sus letras sin descanso, temas como Cactus o el mítico, irremplazable hit Gouge Away. En parte, la corta duración media de sus canciones ayuda a recordar, pero la nostalgia por sus viejos himnos emblemáticos, el encuentro de varias generaciones de diferente procedencia y el interés por los nuevos cortes de su último disco elevaron las ganas, diversión y también el sentimentalismo a su máxima potencia.
Una expectación unida a la excentricidad que les define. Siempre componen su música, según han confesado en alguna ocasión, como si fuera una banda sonora para experiencias individuales de la vida — que cada uno saque sus propias conclusiones — o una película que nunca vio la luz. Intentan, en definitiva, que su música sea cinematográfica. Si hablamos precisamente de secuencias, su último álbum parece intentar reproducir el escenario del estudio donde se grabó en pleno invierno: una antigua iglesia cerca del bosque de Woodstock, Nueva York. Beneath the Eyrie incita a escuchar sus temas en directo, menos salvaje, distanciándose de la onda punk, presenta un tono gótico, más oscuro y elaborado que otros de sus clásicos identificativos de otras épocas como Head Carrier.
Archiconocido resulta que Pixies ha pasado por diferentes etapas en su trayectoria. Su primera desconexión llegó en 1993 por las sonoras desavenencias de sus integrantes regresando a escena once años después. Para entonces, ya habían lanzado dos de sus tótems: Surfer Rosa (1988) y Doolittle (1989), este último, punto de inflexión para el indie moderno, que supuso la consolidación en la forma de composición que proponía el grupo. En su gira de reunificación alcanzaron su mayor reconocimiento en Europa convirtiéndose en una de las bandas más influyentes del rock alternativo sentando un precedente para posteriores grupos de la escena grunge. En la actualidad, se asientan cómodamente en la esfera indie-rock.
Antes de regresar a tierras californianas para continuar con su gira mundial, Pixies finalizó en territorio español su periplo europeo. Proseguirán su recorrido en varias ciudades de los Estados Unidos: Los Angeles, San Francisco, Nueva York y Boston para, tras pasar por Toronto, retornar al continente asiático donde actuarán en varias urbes de Japón y China. A principios del mes de marzo tomarán rumbo a Nueva Zelanda para continuar su trayecto de conciertos en Australia, donde cerrarán su ronda internacional en el Fremantle Arts Centre (ya han colgado el cartel de no hay tickets). A falta de futuras confirmaciones, en el mes de julio volverán a Madrid: sus fans tendrán la oportunidad de verles en directo de nuevo en los escenarios de Mad Cool Festival 2020.