No puedo empezar este escrito sin antes pedirle una sentida disculpa al lector; pero me resulta imposible hablar de este tema sin incluir mi experiencia personal con esta enfermedad, si bien es cierto, todo escrito sin importar cual sea su desarrollo lleva algo de quien lo redacta, en esta ocasión se trata de algo muy íntimo, algo que quizá quebrante los códigos editoriales de la revista; y, en segundo lugar, por utilizar la palabra «Dios», cuestión sacra para los creyentes en general, sin importar si se es cristiano, musulmán o judío. Y es que además, «Dios», se ha convertido en un tema bastante recurrente en la política nacional, tanto así que puede apaciguar el más ferviente de los ánimos, así como levantar una turba enardecida dispuesta a incendiar al infiel que ose blasfemar en su nombre. Pero hoy no es esa la intención.
La experiencia de Dios pasa por cuestiones personales. Hay quien lo encuentra en la religión y todo lo que esto conlleva: las misas, rezos, cultos, el shabat, en la oración hacia la Meca; en procesiones, ofrendas, sacrificios, grandes peregrinaciones y ostentosos templos. Hay quien ve a Dios a través de representaciones de la naturaleza, en sus líderes o hermosas pinturas y acabados artísticos muy comunes en la tradición católica. Pero desde hace tres años encontré a Dios en un paciente con cáncer.
Quien padece esta enfermedad pierde el aspecto de lo «humano», aquello que se considera parte esencial del entorno de una persona, cambia de manera dramática. Los procesos de quimioterapia y radioterapia acaban con sus cuerpos emulándolos a despojos hechos añicos después de horas de tortura, llevándolos a limites inhumanos; adelgazan abruptamente producto de sus tratamientos; las nauseas, mareos, inapetencia y desánimos esporádicos terminan agravando más su condición; pierden el cabello y su apariencia cambia a tal punto que se cuestiona a quién se tiene al frente; es un Ser completamente desconocido, que transciende lo que conocemos como humano, que pierde ciertas características que los ubican en el rango de hombre o mujer, se convierte en un completo desconocido… Emulando a Jesús en la cruz, quien desfigurado por su pasión, cargó el dolor por los pecados del mundo, por los pecados de aquellos que él llamaba «mis pequeños».
Los pacientes de cáncer cargan con la cruz de la quimioterapia, con los azotes del dolor, las aflicciones y la incertidumbre, lo hacen sin quejarse; Jesús por cuidar a sus discípulos, los pacientes de cáncer por proteger a su familia. Afrontan con dolor y severidad su cruz que yace en un hospital goteando en forma de quimioterapia… se convierten en Dios, porque ¿quién conoce a Dios? ¿Será Dios hombre o mujer? Nadie le ha visto, ni siquiera pueden describir su aspecto, por mucho empeño que haya puesto Miguel Ángel en sus obras.
He visto a un enfermo de cáncer cuidar amorosamente a su familia, aconsejar al necesitado, ir a los sepelios de amigos y conocidos que partieron antes, le he visto llorar muertos aun cuando la muerte es su espada de Damocles. Me recuerdan a Jesús, quien siendo consiente de su destino le dijo a sus discípulos: ámense los unos a los otros, visiten a los enfermos, si te dan en una mejilla, pon la otra.
He visto a una enferma de cáncer orar fervientemente por cumplir la voluntad de Dios con su rosario, se santigua y clama; también le he visto recibir a personas ajenas a su credo: los evangélicos se acercan a orar con ella; los Testigos de Jehová le visitan los jueves para conversar; los judíos le desean un refuá shelemá; y le he visto reír con completos desconocidos que le increpan en la calle.
Jesús alguna vez increpó a un doctor de la ley que le preguntó «¿quién es mi prójimo?» Jesús le respondió con una parábola que resumía al prójimo como al individuo más próximo, al que tenemos al lado sin importar su religión o clase social; también recibió muchas críticas por sentarse a la mesa con prostitutas, cambistas y algunos delincuentes; Jesús los trató como iguales otra vez, sin mediar palabra acerca de Dios, porque Dios no hace excepción de personas. Por eso, estoy convencido de que si Dios existe, es un enfermo de cáncer.