En 1938 se estrenó en Broadway la obra de teatro Gas Light (literalmente luz de gas), un texto del dramaturgo Patrick Hamilton. Esta pieza teatral acabaría convirtiéndose en un clásico del misterio y de la capacidad de manipulación que algunas personas tienen sobre otras. En 1940 se adaptó al cine una primera versión británica, dirigida por Thorold Dickinson con el mismo título que la obra teatral. En 1944, el estadounidense George Cukor lleva a la pantalla otra versión titulada Gaslight, que es la que yo he visto en un par de ocasiones, principalmente por mi afición a ver toda película interpretada o en la que interviene Ingrid Bergman. Básicamente, como en la obra de teatro, el señor Manningham trata de volver loca a su mujer aterrorizándola con la manipulación de ruidos, de juegos de luces, y de desmentir y contradecir lo que la mujer está experimentando. Y hasta aquí voy a contar. Los animo a que la vean y disfruten de esta gran película de cine.
Muchos años después, en 1969, este concepto de gaslighting empezó a utilizarse en el ámbito de la psiquiatría a partir de un artículo «The Gas-Light Phenomenon» de Russell Barton y J. A. Whitehead, en el que se explicaba cómo alguno de sus pacientes parecía padecer patologías psíquicas graves inducidos y forzados por sus parejas o familiares.
Violencia psicológica invisible y sutil
Gaslight o gaslighting, «hacer luz de gas», es un término utilizado en psicología para definir cómo la manipulación de una persona a otra provoca que esta dude de sus percepciones, experiencias o comprensión de los acontecimientos. Se trata de una forma de agresión intencionada y consciente, que atenta contra la estabilidad emocional de una persona.
La luz de gas es un secuestro emocional, que no suele hacerse visible hasta que la víctima manifiesta signos de desestructuración psíquica, depresión y, a menudo, somatizaciones importantes. Esta realidad, no obstante, puede tardar años en hacerse evidente debido a que este tipo de maltrato psicológico se ejerce de manera sutil.
Este proceso lento, pero erosionador, provoca que las reacciones de la persona agredida no sean, al menos durante las primeras etapas del maltrato, las de revelarse o alejarse de la situación perniciosa en la que vive, sino que, por el contrario, se cuestiona sus propias experiencias, a las que llega a silenciar para evitar sentirse juzgada. La confusión mental de estas personas es tal, que acaban por adoptar las creencias, criterios y opiniones de la persona manipuladora.
Desplome de la autoestima, inseguridad, miedos, aparición de trastornos de la ansiedad y sintomatología depresiva, suelen ser compañeros de viaje de las personas maltratadas, también de las que sufren este astuto abuso verbal, intimidatorio y amenazante lleno de desprecio. La invisibilidad con la que se realiza esta luz de gas, la hace, particularmente, capaz de infundir un gran temor con base en el dominio y el aislamiento del sujeto maltratado.
Es en ese control de la otra persona en el que radica la dificultad de visibilizar las conductas de reproches, críticas, trivialización o banalización de los daños que se ocasionan, así como la manipulación de la información o la atribución de culpabilidad a la víctima de los episodios de violencia. La luz de gas puede llegar a ser tan perversa que, muchas de las personas que la sufren son privadas de necesidades básicas como el descanso o la alimentación.
¿Cómo sé si estoy siendo víctima del gaslighting?
El maltrato psicológico supone un uso regular y deliberado de palabras o acciones si agresión física, cuyo objetivo es debilitar, herir, manipular o asustar a una persona. La luz de gas es una forma de maltrato psicológico que, como ya he señalado, se caracteriza por su sutileza y porque las víctimas presentan síntomas que están más enmascarados.
No obstante, si se presentan alguna de las situaciones que te relaciono brevemente a continuación, podemos considerar que probablemente se esté produciendo este maltrato emocional y psicológico.
Dudas constantemente de tu criterio u opinión, tienes necesidad de aprobación, es decir, precisas que lo que piensas o comentas sea aprobado por otra u otras personas, de lo contrario experimentas sensaciones de inseguridad intensas.
Acabas por creer que tienes problemas con tu memoria, porque a instancia de otra persona u otras personas, cuestionas tus recuerdos. Das mayor credibilidad a la versión de quien te comenta lo que «realmente» sucedió.
Te sientes culpable. En realidad, lo que ocurre es que te hacen sentir culpable y tú acabas por asumirlo, aunque sepas que no eres culpable de nada.
Te infravaloras. Acabas percibiéndote como una persona que no hace las cosas bien, o que le cuesta mucho realizar algo sin algún tipo de «supervisión». Tu conducta acaba siendo de evitación y te alejas de las personas.
Si, además de lo anterior en parte o en todo, pasas mucho tiempo disculpándote tanto por lo que haces como por lo que no haces, por cómo eres o por cómo no eres, es muy probable que estés siendo objeto de un comportamiento de alguien que te hace luz de gas.
Qué podemos hacer ante una situación de manipulación psicológica en general y de gaslighting en particular
Pese a lo que te acabo de comentar, no es fácil detectar que nos hacen luz de gas, pues quien lo sufre suele terminar aislada de su entorno natural y de las personas que pueden ayudar u orientar sobre el problema.
Como psicoterapeuta, me centro en la conducta emocional como sistema de alarma y de alerta de situaciones de riesgo de maltrato y del abuso psicológico. Las emociones son claves para detectar que se está siendo víctima de luz de gas por parte de alguien cercano. Potenciar la asertividad es una de las palancas que mejor funcionan contra esta forma de vejación.
Así que, empieza por cuestionar la veracidad de las afirmaciones con las que otras personas tratan de contradecir tus creencias, pensamientos y memoria, criterios y decisiones. ¿Por qué has de ser tú la persona que está equivocada?
Confía en ti. Desconfía de las cosas que no te cuadran, que no te acaban de convencer. Creer en ti, esa es una gran fortaleza para afrontar los comportamientos manipuladores de otras personas. Hazlo como los pájaros, que nunca tienen miedo de que la rama en que se posa se rompa, porque su confianza no está en la rama sino en sus propias alas.
Deja de querer contentar a todos, y esfuérzate en abandonar los comportamientos en pro de la aprobación de los demás, es una tarea que hay que afrontar necesariamente. Todo lo que sea fundamental para ti no lo cambies. El motor de tu acción son tus valores, las cosas que nos ilusionan y el sentido común para abordar cualquier proyecto de vida, sentimental, laboral, el que sea.
Pon límites, si crees que alguien los está sobrepasando, házselos saber o incluso aléjate de esa persona.
Intenta ver las cosas con perspectiva, eso te ayudará a salvaguardar tu autoestima, que es lo que más daña la luz de gas. Imagina si lo que te ocurre, le estuviera pasando a otra persona cercana a ti, un amigo o amiga, por ejemplo, ¿qué le aconsejarías? Piensa en ello, probablemente hará que el nivel de estrés que te provoca una situación como esta disminuirá y siempre favorecerá una relación más sana e igualitaria.
No dejes que te culpen de sus problemas, esa no es tu carga.