Mantengo en el pensamiento el decir de un viejo amigo pintor cartaginés: «lo que conviene, trae fuerza». Circunstancialmente, encuentro tres eventos distantes y diferenciados entre sí, referidos al abordaje de la niñez como modelo de representación, pero también como agente que enciende acalorados cuestionamientos sociales, y entabla la efusividad de una mirada crítica que transparenta su comprensión.
El primer evento focaliza la muestra Extraña Infancia. Figuraciones y fabulaciones de los niños en el arte de Costa Rica, 2019, curada por Sofía Soto-Maffioli, para el Museo de Arte Costarricense (MAC). La segunda es Miradas Vitales, intervenciones de niñas y niños con autismo, desarrollado en residencia por la artista-fotógrafa costarricense Flavia Sánchez Cabezas, con el subtítulo de Prácticas artísticas como vía para la inclusión, realizada en Honduras, apoyada por el Centro Cultural de España en Tegucigalpa. Y el tercero es Aquelarre, propuesta expositiva de José Rosales, curada por Daniel Soto Morúa, para la Sala 1.1 del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC), julio 2019.
Arquetipos de la niñez en el Museo de Arte Costarricense
Articula diversas focalizaciones de la niñez con la pintura, dibujo, grabado, literatura y escultura. En los textos la curadora expresa:
En todas sus figuraciones en el arte, la infancia ha funcionado como una metáfora: metáfora de lo divino, metáfora del poder, metáfora de la patria, metáfora del artista. Pero el niño, en sí mismo, fue, y sigue siendo, el gran desconocido.
(Soto-Maffioli, MAC. 2019)
Interesa buscar el por qué se le considera «extraña» a la infancia, cuando esta palabra atañe a la existencia de un elemento no común, fenómeno que subvierte una escena, investigación, experiencia, o práctica creativa, sin embargo, es medular y genuina.
La propuesta del MAC — con depurado manejo museográfico, estructura y curaduría— , enmarca distintas zonas de abordaje: Un adulto en miniatura; El retrato aristocrático; Niños pobres, huérfanos y trabajadores; Niños campesinos; La educación; Niños y animales; El retrato infantil y El niño como metáfora.
El reto de mirarnos a nosotros mismos
Reflexionar sobre la niñez conlleva retrospección, regresión para vernos inmersos en nuestros contextos del pretérito: escuela, potreros, ríos, costas, parques, cines, bibliotecas, herramientas y materiales. En esta revisión es posible advertir la energía del otro, de quien no soy yo, pero que confronta, a seguir o evadir los caminos que la sociedad delinea (o bloquea), para la seguridad y aplomo del infante, pero que el artista, gestor travieso y astuto, a veces subvierte. De ahí la percepción de que éste, el artista, en su práctica creativa, juega como el niño.
Consultada la curadora de la muestra y directora del MAC, acerca de tales insumos al pensamiento crítico, responde:
La infancia representada por los artistas es (casi) siempre o al menos usualmente un medio para comunicar otra cosa. Siempre es un símbolo, una metáfora o un objeto de una visión adulta sobre la naturaleza de la infancia. El niño representado no es un niño real o natural, es un depositario de una idea sobre algo más.
La infancia no se puede decir ni representar a sí misma, por lo que es objeto permanente de la visión de ella que el adulto confecciona.
Breve recorrido por las salas del museo
Invita, al ingresar a las salas, a un viaje al pasado, y anclar en determinados puertos y ciertos momentos: Aprecia el arte religioso desde el siglo XVIII, XIX y el XX. Meditamos acerca de la pobreza o las contingencias de la vida de los niños ante la adversidad del cotidiano. Vivifica la luminosidad y optimismo de un niño campesino, pintado en 1931 por Teodorico Quirós, delatando -tanto como su pintura del paisaje nacional-, la fascinación que el maestro tenía por los chiquillos. De pronto, un corte contrastante nos saca de esa ensoñación: la pintura de Sofía Ruíz, cargada de densa luminosidad y resquicio para entrar al dominio de lo psicológico y hasta siniestro.
Me suscitó emoción y desenfado, el grabado de Emilia Prieto de un niño que mira como se estira su propio cuerpo, cual si fuera un fajo o acordeón de papel.
Nos detiene la pintura de Luisa González Feo de su hijo Guido Sáenz, dando sus primeras pinceladas y abordando los enfoques de la educación en el arte.
Son advertidas las preocupaciones de Adrián Arguedas por la transculturización, y la confrontación a los nuevos filibusteros del mercado global.
La poesía reclama su presencia con los libros de don Paco Amighetti, ilustraciones creadas por él mismo, pinturas, pero sobre todo grabados y cromoxilografías, como Conflicto entre el gato y el niño, 1969. También advertimos lo poético de aquel niño y la nube, que se vuelve diálogo lúdico. La muestra es rica en documentaciones de libros, apuntes, ilustraciones que testimonian los talentos de los maestros en el arte nacional.
Las obras expuestas conforman colecciones como la del Museo de Arte Costarricense, el Teatro Nacional, el Museo Nacional, el Patronato Nacional de la Infancia, el Instituto Nacional de Seguros y otras particulares, con obras de Adrián Arguedas, Alberto Murillo, Ana Griselda Hine, Aquiles Bigot, Emil Span, Emilia Prieto, Enrique Echandi, Ezequiel Jiménez, Fausto Pacheco, Filippo Indoni, Francisco Amighetti, Francisco Zúñiga, Gonzalo Morales, Gustavo Araya, Hans Wimmer, Harrison Nathaniel Rudd, Jorge Gallardo, Jorge Manuel Vargas, Juan Manuel Sánchez, Julio Escámez, Leda Astorga, Luisa González Feo, Marco Aurelio Aguilar, Marisel Jiménez, Max Jiménez, Néstor Zeledón, Paynter Brothers, Raúl Aguilar, Rigoberto Moya, Sofía Ruíz, Sonia Romero, Tomás Povedano, entre otros.
Miradas Vitales de Flavia Sánchez
Comenta Flavia que «el arte también traza esos indescifrables caminos, que nos permiten explorar nuevos lenguajes y nuevos senderos para el entendimiento, sobre todo cuando algunos de esos caminos nos han sido bloqueados».
Este razonamiento empuja a descubrir, a preguntar, a develizar el escenario. Hemos podido entrevistar a la propia autora para que nos aclare sus claves artísticas.
Cómo define Flavia Sánchez la estancia creativa cuando el niño reinterpreta y resume su propio sentido? ¿Cuál es la metodología de aproximación a esa conciencia de la niñez?, y, en este proyecto en particular, ¿qué carácter de discapacidad enfrentan?
La exposición es resultado reflejo de la participación en diálogos abiertos a la expresividad y a la apropiación de significados entre artistas, y niñas o niños con condición de autismo. Durante 7 días, 35 menores, junto a sus familias, asistieron al Centro Cultural de Tegucigalpa Honduras (CCET), para intervenir, reinterpretar y apropiarse libremente de reproducciones de obras de artistas contemporáneos.
¿Qué palabras poderosas asumieron para hacer fluir esa exploración?
Apropiarse, destacar, anular y diferenciar, son tan solo algunas entre tantas libertades poco frecuentes, que, se nos permiten como medios para explorar nuevas formas de comunicación, y que es uno de los mecanismos centrales de este proceso.
¿Cómo definir o explicar ese mundo afectado?
En el autismo no hay un solo mundo, cada persona es única, al igual que sus familias, con anhelos específicos, así también lo son sus necesidades expresivas y concepción de mundo.
¿Cómo llegaste a definir este proyecto?, ¿qué te mueve a asumir tan singular ángulo de la creatividad humana?
Desde el año 2014 he venido desarrollando proyectos artísticos participativos con grupos de personas en condición de invidencia y trastorno del espectro autista. Mi principal objetivo ha sido explorar diversos mecanismos de creación artística para propiciar la comunicación e intercambio de experiencias vivenciales y culturales entre artistas visuales de diferentes áreas y las personas con discapacidad.
¿Qué implican?, ¿cuáles caminos te permite encumbrar?
Flavia: Se intenta «horizontalizar» el conocimiento entre dichas poblaciones, para explorar abordajes de estos temas a profundidad, en beneficio de los grupos minoritarios y en riesgo social.
¿Qué exploras?, ¿qué te motiva en esa misión?
He partido del potencial a nivel comunicativo de imágenes producidas por personas con dicho síndrome, enfocándome en la activación sensorial que la mirada genera tanto en el espectador como en el individuo productor de éstas.
¿Cuál es la cala y naturaleza de esos frutos?
El trabajar con estas personas me permitió abordar tres ejes fundamentales para el arte, como forma para la inclusión social:
El primero es la razón social, necesidad de concientizar a la población en general sobre este trastorno. El segundo, la dignificación individual, esto es, ampliar la interacción, mostrar las individualidades, los modos de ver y potencialidades de las personas con autismo, por medio de una revisión de su producto creativo y medio de comunicación alternativo. Se presenta no como miradas aisladas, sino como expresiones creativas determinantes en la sana convivencia social.
Y, tercero, el defender la producción de las personas con autismo, no solo como una terapia, si no como una obra artística en sí misma, donde se encuentran reflejadas las necesidades, percepciones y emociones de las creadoras y creadores.
José Rosales y Aquelarre en el MADC
Asimismo, José Rosales nos ha ayudado a comprender su última propuesta respondiendo a unas cuantas preguntas.
Porque lo conozco no solo de esta reciente propuesta en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo, sino por su exposición en la Alianza Francesa, Objetos internos, 2017; en el actual Salón 2019 del MAC; en sus participaciones en las muestras Mayinca, o en tu proyecto de tesis, la niñez es un sujeto que cuestiona, que motiva a la reflexión. Quiero preguntarte ¿a qué se debe que asumas ese rol en las manifestaciones del arte joven?
El tema es un denominador común entre todas las personas, y les permite relacionarse, en la medida de que todos hemos sido niños. La niñez, a pesar de esa ubicuidad, es un fenómeno comprensible que nos motiva a entender el vocabulario, de que los niños no tienen el poder de hacer sus propias representaciones de ellos mismos, como lo tienen los adultos de retratarse a sí mismos o a sus colectivos, con sus singularidades específicas.
¿Se trata entonces de un asunto de inclusión o exclusión?
Los niños están excluidos de este proceso, no pueden hacer teoría u otras formas de producción de conocimientos.
Reconocer la niñez es reconocer esa fricción entre un vacío de conocimiento de primera mano, que se tiene de la niñez, y la tensión entre las representaciones o imágenes, y los textos que hacemos los adultos con fines muy concretos.
Respecto a tu muestra en Sala 1.1 / MADC, ¿qué significado tiene ese espacio permisivo y de celebración que denominas Aquelarre?
Me apropié del cuento de Los siete cabritos, de los hermanos Grimm, en tanto permiten llegar al punto de inflexión acerca de los límites entre justicia-injusticia, malos o buenos, diferenciando una toma de conciencia acerca de la niñez.
Lo estudiado se vuelve un territorio secularizado de celebración, reunión de brujas, asociado, como se dijo, con el desenfreno, la persecución, las dinámicas de intervención y moral, muy en disputa entre la oficialidad y secularidad. Es un intersticio que permite el arte para organizar, cuestionar, confabular, conciencia que enmiende un cambio en la organización colectiva.
Mirada transversal
Resulta fundamental, y con esto cierro, considerar el fondo, lo que transparenta al sobreponer estas capas o miradas al arte, y lo que permanece, luego de apaciguar las aguas revueltas de la interpretación. Para Sofía Soto, en el título Extraña Infancia, convergen dos significados:
Es extraña, porque la infancia sigue siendo ajena; extraña porque no es natural, sino codificada de manera diversa para significar otra cosa. Por ello la importancia del subtítulo de la exposición: «Figuraciones y fabulaciones de los niños en el arte en Costa Rica».
Flavia Sánchez plantea:
La intención de vincular la producción de artistas y personas con autismo es permitir la construcción de un mundo conjunto, donde se entrelazan ideas, percepciones, necesidades expresivas e imaginarios creativos entre los participantes.
José Rosales, a su vez, asume el reto:
En la trama del cuento referido de los hermanos Grimm, se retoma el desenfreno vivido en el aquelarre. Los personajes se reúnen y celebran la muerte. Una forma de expiación de todas esas cargas que llevamos como la violencia, la desigualdad social, la discriminación.
Sobreponer estas capas nos es útil, al artista, curador, crítico, historiador, espectador, al tratarlas de manera simbólica, provoca «tropos», (des)aprendizaje que denominamos arte, el cual nos requiere estar en sintonía con la vida, la sociedad y la cultura.