Empezó con la idea de hacer un libro sin carátula.
Las carátulas de los libros no dicen nada sobre lo que contienen.
Podría ser en tela y tener un tamaño grande, lo colgaría del techo de tal forma que la gente circulara alrededor o se metiera en los escritos de letra chiquita acomodados a lo largo y ancho de la tela.
Podrían verse en un espejito cosido con hilos dorados en una de sus «páginas».
Esto de coser pétalos, telas e ideas lo había estado haciendo con frecuencia; acomodó las letras en pequeños formatos y diseñó con ellas.
El documento libro-arte-espejo-objeto tenía doce metros de largo por sesenta centímetros de ancho y por un sin número de profundidad, dependía de la persona que estuviera al frente.
Muchos llegaron ante las expectativas creadas por los periódicos cuando hablaban de un libro gigante, de dimensiones desproporcionadas, estuvo leyendo esa mañana lo que decían: una mirada a la palabra que se esfuma con la facilidad con la que se dice y un encuentro con las situaciones cotidianas que se ven pero no se observan, la similitud entre una flor y la vida humana es sorprendente. Al igual que el cuerpo físico, los pétalos de las flores sufren resquebrajos, marcas en la superficie y un acelerado y continuo desgaste de su belleza exterior.
No había duda, la periodista había interpretado bastante bien sus obras, la gente se amontonó dando vueltas alrededor del raro objeto sin entender nada.
Eso de diseñar con flores no era hacer flores como muchos creían y hasta criticaban diciendo ser arte femenino, encasillando los conceptos, no, ya lo había explicado en el simposio, fue una larga explicación para que nadie entendiera, no veían más allá de lo que tenían ante sus ojos...
Tejido sobre tejido, los tejidos van tejidos, tejidos sobretejidos...
Así empieza uno de los temas; se refería a la acumulación de huellas, algo así como una red de patrones genéticos, costumbres, filosofías, normas, un depósito de acontecimientos entrelazados, no era fácil de explicar y mucho menos de hacer que aquella multitud entendiera, explorar huellas es una labor ardua, se van acumulando con el tiempo y por eso buscaba tiempo par guardar el tiempo, pensó que así le sería más accesible el reconocer o por lo menos vislumbrar.
Ya lo había escrito en otro poema-cuadro, «un día no estaré, más la ausencia de mi esencia al aroma de una flor será», por lo que las flores eran indispensables como recurso para expresarse.
Materia prima que estaba al alcance, en su jardín y en los múltiples acontecimientos cotidianos que las hacían presentes, las guardaba en bolsas, o entre páginas o simplemente restregaba la flor para exprimir su pigmento, tenían textura, color, líneas y guardaban grandes depósitos metafóricos, no le costaba relacionarlos, lo perecedero con el sufrimiento y la soledad, el colorido y las riquezas táctiles con los placeres y la voluptuosidad, la fugacidad del material con los instantes, la calidez con la afectividad, la abstracción lograda de un pedazo de materia floril con lo inesperado y místico, la transparencia de un pétalo con la manifestación de lo eterno, creía en el poder discursivo que aportaban.
En ese buscar el tiempo encontró un destiempo que le permitió mostrar sus mejores trabajos: traje de carnaval diseñado con pétalos de calas, decorados con hilos dorados y aquellas marcas que le daban tanto atractivo; bouquet, homónimos, sinónimos y antónimos, palabra desvirtuada, desteñida, sin contenido, lo vio muy claro en el debate de candidatos a presidente, todos buscaron sus mejores palabras, muchos se enredaron en ellas y hasta les hicieron parecer monigotes caducos. Reina de la noche fue la mejor o, tal vez , el hilo anudado.
Los que permanecieron en el simposio sólo vieron confusas redes, sombras y abstracciones.
Las discusiones iban y venían, si el fin de la pintura había llegado, si era arte ese incomprensible aparato llamado «instalación», si aquel pedazo de tela-envoltorio que parecía xilografía tomado de la morgue con infinitos residuos de líquidos necrofílicos era arte, si la culpa la tenían los «curadores» y mecenas por apoyar lo diferente y esas cosas que para unos estarían mejor en un basurero municipal.. Así las cosas, el libro sin carátula tuvo éxito, muchos se vieron en él, se sintieron parte, era su tiempo, tiempo compartido, trágico, de violentas ventanas abiertas en hogares y muchas salas llamadas ciber-café, café internet, sexo, violencia, dispersión, tumultos, desacuerdos, confusión, consumismo contribuyendo a la desintegración de la familia, motivando violencia, lascivia. Hizo un recuento del contenido, no sólo reflejaba eso, habían otros temas como el de vanidad de vanidades y muchos más.
El salón de Fe Derico, no podía podría faltar, los salones eran sitios importantísimos en una sociedad con estilo de vida superficial, hasta los niños de cualquier edad querían cambiar de personalidad y parecerse a otro de padre y madre con audaces patrones sociales.
Para algunos, esa visita era tan importante como ir al médico, las citas de ciertos salones se pedían con meses de anticipación, los costos ausentes de impuestos, no porque así lo estipulara la ley, sino porque los que las ejercían nunca los visitaban o no se sabe porqué de aquel derroche de dinero sin control como el de otros negocios en apariencia lícitos.
Pared-mural de espejos, formas salientes de material novedoso, aluminio esgrafiado, ventanas y accesorios de nave espacial, seres vestidos de negro y azul en continuo desplazarse, Víctor permanecía en de uno de estos trajes.
Todo, absolutamente todo alrededor era raro, los lavacabezas , el artefacto de calor para ayudar a la pigmentación, un radar que bloqueaba conflictos, alucinaciones, sopores y porta objetos, extrañas figuras de ritual. ¡Qué lugar!
Había una brecha generacional en cada cosa, se sintió un objeto más de esa estrafalaria población arquitectural, sintió el gusto por lo prohibido, o por eso que no nos permitimos. Su capacidad de paciencia soportó horas y horas para entrar a aquel mundo irreal. Esas disonancias tan frecuentes, estridentes y sonoras, esa realidad-irrealidad de metalenguajes infinitos, impredecibles, de muchas y variadas fases, tantas como posibilidades del individuo, experiencias vividas, lecturas y sentimientos presentes a la hora de la interrelación entre diversos medios (cine ,teatro, situaciones reales, comportamientos, estructuraciones o acomodos de objetos) y el otro se manifestaban constantemente en ese medio compartido.
Una mañana, al andar de madrugada, un acompañante fortuito e inoportuno le produjo una rápida reacción de inmovilidad; como si hubiera aparecido de repente una pared de vidrio. Su corazón se vio suspendido; expulsado por la boca goteaba chorros húmedos y fríos, en vaivén pendular marcaba una acompasada espera que le hizo evocar ocasiones similares, como aquellas que sentía cuando quedaba en lo alto de una montaña rusa y tenía que fatigarse para alcanzar su sitio. Eran eternas milésimas de segundo, pero suficientes para sentir la agonía. La mente, ante el inminente peligro trajo frases de un supermundo abstracto, que a su vez en uno minutos, cobró forma de retablo renacentista. Oro en silencio, la sangre pareció haberse escurrido en aspersión por la porosidad dilatada. Las extremidades inferiores sentían el asfalto derretirse, sensación de inseguridad y temor escénico ante miles de ojos en atención creciente. Los demás órganos recurrieron a la prudente y sabía solución de la transparencia.
Una respuesta a la voz pero ahora del lado izquierdo introdujo a la escena nuevos elementos que se volverían catastróficos ante una acción equivocada de su parte.
La lógica le hizo prestar atención al primer ruido perturbador, paralizado también al no observar respuestas provocativas. Fabulosa filosofía gandhiana. Había seguido su perverso y desarmónico coloquio perdido ya en el calor cada vez más intenso de unos pasos presurosos que en movimientos ágiles cortaron el aire calentando con la fricción, la película como de acetato, tensa y clara producida por el miedo.
Similares reacciones al estar frente a una cantidad considerable de libros y propuestas al final de un semestre, confusos momentos insuperables. Maraña de datos e ideas de cada autor. Se vuelve a releer, se compara, maldita inseguridad, se acumulan datos, anotaciones, borrones, la mesa llena, la mente convulsa, el tiempo corre, la computadora se atora, hay fila de gente que espera el turno, se piensa, se olvida, se recobra, se obvia, se estructuran opciones, se organizan ideas, en la mente resuenan las palabras tantas veces escuchadas: introducción, cuerpo o ideas fundamentales, conclusión, bibliografía amplia indicará rigor y seriedad y el apartado de anexos por si se quiere reforzar el trabajo. Carajo cuánta cosa para obtener un cartoncito. Uno cree que este le va a solucionar las situaciones diversas de la vida. Sin embargo, muchas veces de nada sirven.
El señor con colección de cartoncitos en la oficina, estaba ahí con su «bisoñé» llamando por teléfono a sus amigos para que lo saquen de un atolladero a pesar de ser de los que defienden a los otros. En el juzgado un muchacho de diez y ocho años le reclama la paternidad. Los amigos deberán afirmar que nunca lo vieron salir con su madre, ahí estaban los compañeros de la U. y los del trabajo y a quién sabe cuántos más acudió para quitarse el «clavo» de encima.
A la izquierda en un bracito de la mesa de la «compu», hay Dios, escribí bracito con zeta, debo cuidar la ortografía. De los libros apiñados, tomo uno, Cómo analizar un film, de un señor Francesco Casetti y de otro Federico di Chio, ambos escritos en minúscula de principio a fin, de pasta suave de color ocre con una cara como de Chaplin al frente y otra más al fondo, chiquita, como en perspectiva. Una es blanca y otra negra, algo así como en negativo y positivo. Leo más abajo, siempre en la portada, Instrumentos Paidós, Colección dirigida por Umberto Eco, busco el año, dice por ahí, una hojas después de la portada, Argentina, 1992. Hojeo el índice: 1. El recorrido del Análisis. Analizar. La Distancia Óptima. Analizar y Reconocer. Comprender. Analizar y Describir. Interpretar. La Presencia del Analista. Disciplina y Creatividad. Estos son subtítulos del índice. La exhaustividad a lo Borges o Freud no le interesaba, deseaba que su libro sin carátula fuera como el salón de Victor, en cuyo espacio volaba, se sentía hoja o pétalo abierto, colibrí inquieto, libador de fragancias, astuto y confiado, que se agigantara con las miradas y se volviera transparente ante los ingenuos que encontraban en él millones de posibilidades. Su arte era vida, así lo entendía, era aroma, cualquier cosa menos un objeto muerto colgado de la pared.
Víctor, desconfiado, se observó en el espejo de los hilos dorados, corrió, llamó a gritos, no se sabe a quien, su descontrol provocó la histeria colectiva que se introdujo en cada uno de los presentes, todos llegaron al espejo, que como dijimos era en extremo diminuto pero las imágenes se agigantaron en aquella visión, el libro se rasgó sin explicación y cada hilo se anudó en las gargantas, las letras saltaron arbitrariamente formando palabras incoherentes, la explosión dispersó todo, las paredes daban vueltas entre sí, los bombillos descargaron la luz que almacenaban. El libro sin carátula cumplió su misión y fue reina de la noche y anduvo llenándose de nuevas líneas, otros objetos que soportara tan desestrurado como había quedado aquel día en que Víctor miró la realidad.