Es domingo y los domingos son así. Más aún en verano. Estamos en la segunda mitad de julio y el calor aumenta perceptiblemente día a día. Dicen que la próxima semana será un horno y de aquí mucha gente se va de vacaciones. Veo menos coches en el estacionamiento, pocas personas en los supermercados y menos luces encendidas durante las noches. Todo está más tranquilo y la tranquilidad aumenta como el calor.
Yo, por mi lado, continuo con mis rutinas, levantarme temprano, escribir un poco, caminar, comprar los periódicos y leer algún libro. Trabajo de lunes a viernes y luego de trabajar controlo mi correo electrónico. Pero los domingos son tranquilos y además estoy solo. Tengo en mi mesa unos 8 libros, 4 revistas y 3 periódicos. A mi derecha a su vez, en la pared, tengo un termómetro, que observo con preocupación. La temperatura en estos momentos, en el apartamento, ha superado los 28 grados. La ventana que da al oeste está abierta. Por el lado este da con fuerza el sol y la tengo cerrada a estas horas del día. Dentro de poco tendré que cerrar todo y también las cortinas y esto me obligará desgraciadamente a encender la luz.
Estoy leyendo a Italo Calvino, sus historias y reflexiones y por el momento tengo abierto el libro: La giornata d’uno scrutatore, que habla de su experiencia como voluntario en un colegio electoral durante un día de elecciones. Los votantes, las preguntas, los problemas y el modo en que se resuelven, pero más allá de eso, que es sólo el punto de partida y de vuelta, sus reflexiones nos describen a los electores y su falta de racionalidad y a pesar de ello, toda su humanidad. Al final, las personas son personas. Un tema interesante, porque además nos muestra el diálogo entre la actitud prescriptiva y racional de protagonista con los aspectos descriptivos que conciernen directamente la gente, la situación y la realidad.
Todos los días tengo que regar las plantas y no debo olvidarme. En uno de los balcones tengo hortalizas y tomates y en el otro plantas decorativas. Hay un sistema de irrigación automático, que cubre muchas de las plantas. Fatídicamente hay otras que tengo que regar a mano y lo hago antes que comience a golpear el sol por la mañana temprano. También crecen fresas en el «huerto», pero este año, la cosecha fue insignificante y pienso que he comido unas dos y nada más. A su vez, la lechuga me dio excelentes resultados. Tengo menta y albahaca. A esta última tengo que cortarle las flores que crecen de un día para al otro y al hacerlo me queda en las manos un perfume de esencia que permanece durante horas y es un placer.
Otra de mis grandes responsabilidades es el alejar las palomas para que no dejen huellas en los balcones, incluyendo uno que da hacia el este, en un cuarto que no uso y que además está expuesto al sol. Por este motivo bajo siempre las persianas eléctricas con la intención de reducir el calor en la casa. Pero para molestar a las palomas tengo que abrir las persianas y hacer ruido en un lugar que está en la parte opuesta del lugar donde me encuentro la mayor parte del tiempo y esto me impide hacerlo bien.
La cotidianidad es la suma de cosas insignificantes, que tenemos que hacer y volver a hacer, muchos encuentran en ello una cierta gratificación. Volviendo al libro de Calvino, en la mesa electoral los trámites y situaciones son muchos, en su mayoría parte de un ritual, a veces sin sentido, que se repetía y repite sin que nadie se pregunte por qué y busque una razón. Las preguntas son siempre las mismas y las respuestas también y esto continúa sin fin y el protagonista, Amerigo, sacrifica obligado un domingo completo en vez de hacer el amor.