Cuando escribo una entrevista, mis ánimos son fuente de ansiedad, encabritado, giro en torno a las preguntas, intentando aproximar al mejor ángulo de la artista, en tanto esta, la entrevista, es su retrato. Una de mis tácticas es tomar un libro al alcance, como en este caso que me prendí de Canto a mí mismo, de Walt Whitman, y en el mismo prólogo encontré la clave: «Se dice que la mejor biografía de un poeta son sus poemas». Entonces, según esa aseveración, para la fotógrafa contemporánea nicaragüense Claudia Gordillo, su mejor biografía son sus fotografías.
Tu trabajo cala una imagen de fuerte arraigo social y político, son una vena por donde fluyen las esencias de la Nicaragua actual, reflejo de tus intereses y contexto. ¿Cómo llegar a esos discursos y lenguajes?
Al estudiar por dos años y medio sociología, carrera que abandoné. porque la Universidad Centroamericana (UCA) estaba inaugurando con nosotros esos estudios y teníamos poca bibliografía de consulta.
Esa fue la época en que muchos jóvenes nos involucramos en el tema político y formamos parte de algún movimiento, en mi caso ingresé en una célula del Movimiento Cristiano dirigido por Luis Carrión C., ligado al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Pero tuve que renunciar a esas tareas porque me mandaron a promover trabajo político en el Colegio Ramírez Goyena, el instituto más «colorado» de Nicaragua (ahí se había educado Carlos Fonseca Amador, fundador del FSLN y otros militantes de ese partido, cantera de jóvenes que ponían su vida a disposición de la lucha guerrillera), y por esa razón estaba en la mira de la seguridad de los Somoza.
¿Qué te catapultó a dejar tu país y familia e ir a estudiar fotografía?
En aquellos años pasé analizando la situación e hice averiguaciones al respecto, y como en mi caso yo era físicamente un poco diferente del prototipo indígena, sabía que iba a ser detectada de inmediato, y que me iba a ver en la disyuntiva de ir a la cárcel, la clandestinidad o la muerte. Decidí que de ninguna manera me expondría a dejar de estudiar, que para mí era lo principal en ese momento, entonces renuncié a mi célula y al final me retiré también de la universidad. Al mismo tiempo empecé a buscar la posibilidad de marcharme de Nicaragua, hasta que logré llegar a Roma con ayuda de mi familia.
¿Cuál fue el impacto del triunfo revolucionario del FSLN, en tu vida?
Lo vi desde Italia, con mucha nostalgia y desesperación por volver a mi país, pues ya estaba estudiando fotografía y estaba clarísima de la importancia de las imágenes.
Cuando logré regresar en 1979, y empecé a ver toda la destrucción y a escuchar las historias orales de lo que ocurría, sentí el impulso de correr hacia el aeropuerto y volver a Italia. Ante el primer discurso de Daniel Ortega Saavedra que escuché por tv, me dieron más ganas de salir corriendo.
¿Se cultiva el pensamiento y sentido crítico, tan necesario para calar con el arte fotográfico? ¿Cuál fue su experiencia? ¿Cuáles insumos le sirvieron para forjar su crecimiento intelectual?
Mi sentido crítico siempre estuvo presente en mi vida. Viví con un padre autoritario y conservador, y desde los seis años empecé a tener conciencia de ello. Una conciencia que casi me lleva al suicidio, pero que la literatura fue postergando al descubrir las delicias de las grandes novelas. Siempre me decía que no podía morir mientras no terminara la lectura y así fui descubriendo la pequeña, pero sustanciosa bibliotequita de mi madre que me salvó hasta que llegué a la universidad, donde abracé la vida por completo.
¿Cómo se posicionó como reportera gráfica en su país?
Con el tiempo, y mis amigas revolucionarias, empecé a integrarme al proceso de vivir la realidad, y empecé a fotografiar lo que más me gustaba o interesaba, y así, realicé un blog de imágenes de la Catedral de Managua. Considerando que nuestra capital había vivido un terremoto que destruyó casi todo, para mí fue muy interesante ver esa destrucción de la ciudad porque Anastasio Somoza Debayle (último presidente de la dinastía de dictadores que gobernó Nicaragua en el siglo XX), había puesto un cerco sobre el centro histórico, impidiendo el acceso prácticamente, y era algo que nunca había visto. Menciono esto porque en el contexto de la revolución causó una polémica de más de un mes sobre el diario oficial Barricada. Desde ahí, mi trabajo comienza a tener visibilidad, como el de una burguesa desubicada. El colega (costarricense) Rudolf Wedel, inició la discusión, que, por cierto, resultó ser una total decepción y una expresión fascista de las izquierdas.
¿En qué momento se dio el punto de quiebre para la aceptación de su trabajo como mujer y creadora de conciencia social?
Eso fue en 1982. La poeta Gioconda Belli, fue la única nicaragüense que tuvo el coraje de defender la libertad de expresión, fuera de ella, un silencio profundo y ataques.
A partir de ahí, empecé a trabajar en el periódico Barricada, por recomendación de Susan Meiselas, fotógrafa, quien era amiga de Carlos Fernando Chamorro, director de ese medio. Permanecí casi los tres años, pero renuncié irrevocablemente, con todo mi dolor, porque me gustaba trabajar como reportera, pero las políticas partidarias para mí siempre fueron repugnantes. Después me contrataron de parte de un instituto dedicado a la investigación de la costa Caribe y me pareció una excelente idea documentar las diferentes etnias con sus problemáticas y ahí me quedé hasta el final de década de 1980.
¿Qué le quedó de su primer interés por la sociología?
Claudia: En la década de 1990, me fui de nuevo a Roma, y regresé en 1995 con un proyecto que titulé Memoria Oculta de Mestizajes, el cual ganó una Beca Guggenheim y aproveché para estudiar una carrera de nuevo en la UCA, sobre Ciencias de la Cultura, para entender mejor las tradiciones culturales relacionadas con el mestizaje en mi país.
La X Bienal de Arte Centroamericano, 2016, realizada a Costa Rica, en el Museo Calderón Guardia expuso algunas de sus fotografías. ¿Cuál motivación influyó en ese singular trabajo?
En relación a la exposición curada por Tamara Díaz-Bringas, se trató de una selección de mi trabajo producido para Barricada. La mayor parte es de un reasentamiento de población campesina ubicada en la frontera agrícola de río San Juan. El otro reportaje fue la visita del Papa Juan Pablo II a la ciudad de León, Nicaragua, que se publicó de forma anónima en el diario La Prensa de Managua.
Me interesa su labor de fotógrafa documentalista, sobre manera importa el eje social y político que avista su creatividad: Sus memorias de la revolución sandinista de finales de los setentas, con el proceso posrevolucionario de reconstrucción del país -ochentas y noventas del siglo pasado-, y, en particular, del fenómeno actual en el cual el arte pone sus propios acentos y emocionalidad. Su trabajo fotográfico alcanza visibilidad a partir del libro de imágenes de Estampas del Caribe nicaragüense (2000 y segunda edición 2008), conjuntamente con María José Álvarez, empatan el reconocimiento de la etnia de los misquitos, sus modos de vida, tradiciones, costumbres, sociedad y cultura. Para la muestra No tienen Nombre, 2018, de Raúl Quintanilla en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo de San José, Costa Rica, se expuso una muestra de lo más representativo del arte emergente nicaragüense, incluido además un conjunto fotográfico de su autoría. Para esa oportunidad escribí:«El arte de Claudia Gordillo lo halla delante de las acciones en las trincheras, engatillando el obturador de su propia arma a pulso de corazón, con firme razonamiento y experiencia de una sólida práctica creativa».
Quisiera abordar su trabajo desde esas estructuras en tensión, cuando los contenidos no se resuelven a priori, sino que conllevan reflexión crítica y análisis. Desde su punto de vista, ¿qué puede significar mi aseveración de engatillar el obturador de su propia arma a pulso de corazón? Un arma puede combatir la pobreza, la carencia en los sistemas de educación, la ignorancia, el desconocimiento de los valores de la forma de idiosincrasia del pueblo nicaragüense. ¿Es su cámara fotográfica un arma, o es su pensamiento crítico?
Es absolutamente real, y si no, recordemos el uso de los celulares, que han sido en la situación de Nicaragua una herramienta fundamental para la recolección de pruebas documentales de una situación dada. Aquí en Nicaragua, los celulares se han convertido en objeto de persecución. En los cateos es lo primero que decomisan, o revisan los archivos, ha habido personas secuestradas por un video del teléfono. Y a los fotógrafos y camarógrafos los han apaleado y colocado pistolas en la sien, además de robarle sus equipos.
¿Hacia qué, o quién, pone en la mirilla de esa arma intelectual?
Se trata de pensamiento crítico, pero es también un arma de la memoria, para no olvidar lo acontecido, grabándolo en un soporte matérico como era la película y ahora en soporte digital, aunque sea más efímero.
Ante la realidad esperpéntica de Centroamérica, vale la pena apuntar contra la corrupción de la política que sólo se preocupa del poder para el partido y no de la pobreza. La corrupción crea caos en las instituciones encargadas de los programas de salud, de educación, de cuido de la naturaleza y desarrollo de la agricultura en todos los planos.
¿Qué piensa en el instante de disparar la toma o captura fotográfica?
Normalmente, en esta tarea de registrar la realidad, no hay tiempo para pensar tanto, la situación cambia en segundos, y cuando se ve algo que podría ser significativo, se dispara de inmediato varias veces, ya habrá después momentos para analizar y descubrir el impacto que tenga la imagen.
Importa indagar las motivaciones al hacer fotografía. ¿Cómo carga de emocionalidad a la imagen capturada e impresa?
Claudia: En primera instancia la curiosidad, el interés en el conocimiento del tema. Las lecturas que se hacen en relación al mismo, son importantísimas y son las que te llevan de la mano para dar en la clave. No obstante, esto, hay fotógrafos que igual harán buenas fotos sin tantos remilgos y preámbulos, y unen la lucidez al ojo, eso se logra sólo con la experiencia de kilómetros recorridos. En mi caso personal, entender la identidad que nos une y comprender lo que somos en este enjambre de pueblos, siempre me motivó a buscar una respuesta. De ningún modo se trata de un discurso intelectual, sino del corazón. Siempre en la fotografía, lo más difícil es saber lo que se quiere retratar, aquí y en cualquier parte es igual.
¿Qué impacta una fotografía? ¿Cómo se establece una relación de poder para quien la aprecia?
En el caso de las fotos que mostré en el seminario de Centroamérica cuenta, fue el uso de un símbolo unido a un evento destructivo ejecutado por el FSLN, no tuve necesidad de decir nada, la relación fue inmediata, porque este símbolo era una escultura en bronce que representaba a un combatiente con un Aka-47 y que sin lugar a equivocación era un sandinista de la década de 1980.
Cuando se combinan los símbolos a la geometría con relación de ideas, puede ser contundente.
A manera de cierre al acercamiento a Claudia Gordillo, a su pensamiento, a su vida y realización a través del arte fotográfico, pregunté que, si el arte cambia a las personas, las sociedades y culturas, ¿son esas motivaciones capaces de cambiar las conductas humanas y a la colectividad? Esta fue su respuesta: Un colega fotógrafo italiano me decía que la fotografía no cambiaría el mundo y que no pensáramos en esos términos. Ahora, sí pienso que, aunque no lo cambie, puede influenciar en la opinión pública.