Hace ya unos nueve meses estuve en el hospital durante seis semanas a raíz de un ataque cardíaco, con una subsiguiente operación de corazón abierto y complicaciones hemorrágicas. Viví invasiones profundas de las estructuras de mi cuerpo y sensaciones de ausencia de este mundo. Hoy todavía experimento la vida simultáneamente como en múltiples dimensiones. Las ventanas que se abrieron de repente con un súbito vendaval, parece que ya no se pueden volver a cerrar. Me muevo en el mundo todavía, mi conciencia incorporada y reaccionando normalmente a los estímulos, pero desde un sentido distante de presencia, como si no estuviera.
Oh, si, todavía me sonrío y tengo sentido del humor, pero a veces pienso si la gente no nota mi actuación ausente. Estoy totalmente consciente de este cuerpo viejo que me contiene, pero de alguna manera los dolores y los placeres que usualmente éste sostiene, no son tan intensos como antes, es como si pasaran en reflejos de espejo. Porque secretamente me siento disociado de ellos. Los encuentros y las gestiones parecen remotas. Como observadas en vez de ser participadas en pleno.
Un sentido mágico de asombro perdura alrededor de lo cotidiano, en maneras que no entiendo, como una premonición de algo muy cercano pero indefinido, que existe en otra esfera que se proyecta sutilmente a mi derredor.
Y llamo a todos los símbolos del amor más profundo que haya jamás sentido, y rememoro los momentos de plenitud vividos, los abrazos dados a lo más sublime, con la esperanza de acercarme a ese universo que se insinúa. Y a veces regresan algunas sonrisas, desde adentro, que se dibujan en mi mente con una suave gracia, pero las lluvias torrenciales no se precipitan y continúo atrapado en esta extraña interfaz.
Siento un apego profundo y desapegado a los amores que me rodean y que me han rodeado en el pasado, con un continuo adiós a flor de labios, como estar en un barco zarpando del puerto despidiéndose de quienes están en plataforma, esperando, mientras el silbato del barco va sonando, trayendo ya horizontes lejanos.
Esta entidad a la cual le llamo mi alma, de alguna manera sabe y anticipa cada vez más una libertad, una separación, una nueva aventura. Siente más allá de los sentidos. Una suave música e imágenes, de cada instante de amor antes experimentado, pasa por mi mente en múltiples escenas, en procesión de historias y memorias, en momentos de dichosa nostalgia, con matices que son indescriptibles. Los abrazos, tienen ahora más significado que las palabras y los tonos musicales importan más que cualquier declaración. Todos los reclamos de propiedad; de cosas, ideas, estados de ánimo, arreglos florales, besos y tormentos, han sido sobrepasados por una lejanía del papel que ahora desempeño y por la insinuación de esa atmósfera mágica de una ante recámara que se presiente.
Yo reconozco que en mi vida no he tratado de ser lo mejor que he podido, pero algo he tratado. Y este tratar de tratar, en su punto máximo algunas veces me llevó a encontrar una dulce compañía, que de alguna manera estuvo siempre junto a mí en la niñez, en mis primeros descubrimientos, en la inocencia. Cuando mis sentidos estaban aún húmedos de la llegada desde el mar, a través del vientre.
Y esa dulce compañía, disfrazada de brisa, tomaba mi mano y me ayudaba a cruzar las calles de la vida y ocasionalmente me animaba, para asegurarme que ahí estaba invisible, siempre. Esa dulce compañía que se insinuaba plenamente desde adentro, en silencio, voz, imagen y abrazo, desde muy adentro. Como un amigo verdadero.
He vivido siempre maravillado por esta interminable y hermosa procesión de la vida, con tantos rostros, risas, lagrimas, y toda clase de emociones puras y entremezcladas. He compartido tantos momentos, en esta danza de la vida con muchos otros. Yo sé que este baile va a terminar, pero siento que bailaremos otras piezas de nuevo, porque sospecho que nos quedan bailes para rato, en diferentes salones y recintos.
A todos, a tantos, desde este momento a media luz, que nació de súbitos vendavales, les agradezco el amor, la música, los escenarios todos, la intimidad, la distancia, la magia, la angustia, y sobre todo el poder compartir momentos de búsqueda y de encuentro.