Una de las situaciones más graves a nivel psicológico es sufrir una enfermedad crónica, esto es, una que le va a acompañar para el resto de su vida, haga lo que haga.
Si bien hoy en día algunas enfermedades que antes no tenían cura se han remitido gracias al avance de los medicamentos, todavía quedan muchas afecciones para las que no hay cura y tan solo se ayuda al paciente a mantener un nivel adecuado de independencia en su vida en la medida de lo posible.
Esto va a acarrear altos niveles de estrés tanto para la persona como para sus familiares que ven cómo tienen que adaptar sus vidas a las necesidades de los pacientes.
Además, el paciente, ante la certeza de que no va a tener cura, y en algunos casos la posibilidad de que su enfermedad puede ir a peor, puede experimentar sentimientos depresivos.
Unido a lo anterior en ocasiones se van aislando, bien sea porque ya no pueden realizar las mismas actividades sociales que antes, o porque estos «amigos» han ido dejándoles de lado debido a sus problemas de salud, sea como fuere, en ocasiones estos pacientes llegan a sufrir aislamiento social, perdiendo con ello su red de apoyo y contacto.
Situaciones no siempre tenidas en cuenta por los médicos centrados en la «salud física» y en que la enfermedad no avance, pero ¿qué nivel de incidencia psicológica tiene padecer una enfermedad crónica?
Esto es precisamente lo que ha tratado de dar respuesta con una investigación el Departamento de Enfermería de Salud Comunitaria, Colegio Universitario Al Farabi; la Facultad de Enfermería, la Universidad de Jordania; la Faculta de Enfermería, Universidad del Rey Saud y el Centro de Cáncer del Rey Hussein (Jordania) cuyos resultados fueron publicados en la revista científica Psychology.
Para el estudio participaron 806 pacientes, el 45% mujeres y el resto hombres. Todos ellos venían padeciendo una enfermedad crónica como mínimo desde los seis últimos meses, ya fuesen estas una diabetes tipo II, artritis reumatoide, enfermedades cardiovasculares, cáncer o enfermedades pulmonares. Se excluyeron del estudio quienes ya tenían historial de problemas de salud mental previos.
Se emplearon seis cuestionarios previamente traducidos al árabe, el Multidimensional Scale of Perceived Social Support para analizar la percepción de apoyo social de los pacientes, el Beck Depression Inventory-II (BDI-II) para evaluar la presencia de síntomas depresivos, el Psychological Stress Measure (PSM) para evaluar los niveles de ansiedad, el COPE Inventory para evaluar el manejo del estrés, el Life Orientation Test (LOT-R) para los niveles de optimismo y el Satisfaction with Life Scale para los niveles de satisfacción con su vida.
Los resultados indican que la mitad de los pacientes con enfermedades crónicas muestran síntomas depresivos, de ellos el 27% son leves y el 31% moderados. Igualmente, estos pacientes muestran bajos niveles de optimismo en la mitad de los casos, con una habilidad moderada para el manejo del estrés, a pesar de lo cual cuentan con niveles elevados de satisfacción con su vida, niveles moderados de estrés, y bajos niveles de percepción de apoyo social.
Tal y como muestran los resultados, la salud psicológica se resiente, lo que puede llevar a sintomatología depresiva, lo que a su vez está relacionado con un empeoramiento de la salud física, iniciando con ello un ciclo de agravamiento para el paciente.
De ahí que sea importante cuidar no sólo la salud física de los enfermos crónicos, sino sobre todo la salud psicológica, mediante la terapia necesaria, así como la relación de actividades y el reforzamiento de las redes sociales.