En todos los países del mundo — con excepción de EE.UU., irónicamente, pues esta fecha honra la memoria de los mártires de Chicago —, se celebra el 1° de mayo como el Día Internacional de los Trabajadores, desde 1890. Sin embargo, en Costa Rica hay una singularidad histórica, y es que aunque dicha conmemoración se inició en 1913, desde mediados del siglo XIX ya se festejaba ese día, pero con otro significado.
En efecto, fue el 1° de mayo de 1857 cuando, asediado en Rivas por los ejércitos centroamericanos aliados, el jefe filibustero William Walker no tuvo más opción que rendirse. Ello justificó que, en un mensaje ante el Congreso, el 6 de setiembre de ese año nuestro presidente don Juan Rafael (Juanito) Mora calificara al 1º de mayo como «día memorable para Centro-América; día de gloria para la raza latina que ha sabido defender su religión y su Patria y escarmentar debidamente a la horda salvaje que intentara sumirnos en la más oprobiosa esclavitud».
A su vez, eso explica que unos dos meses después de su alocución, el 26 de octubre el Congreso emitiera el decreto No. XVIII, que consta de ocho artículos, los primeros seis referidos a reconocimientos y ascensos para varios oficiales de alto rango, así como a socorros para los deudos de los combatientes caídos en combate; fue refrendado al día siguiente por don Juanito. Además, en el artículo 7° se proponía la erección de «un monumento que eternice la memoria de los triunfos de Santa Rosa, Rivas y San Juan» en la Plaza Principal -hoy Parque Central-, en tanto que en el 8° se especificaba que «en recuerdo del triunfo completo de las armas de Centro América y de la rendición y expulsión de las fuerzas filibusteras, el día 1° de mayo será feriado y se celebrará en toda la República con la solemnidad posible, saludándose el Pabellón en la aurora de dicho día, con veintiún cañonazos».
Fue justamente con sustento en este artículo que para el año siguiente se inició la celebración de tan gloriosa fecha, como lo revela una comunicación de Joaquín Bernardo Calvo Rosales, secretario de Relaciones Exteriores y Gobernación. Emitida en el Palacio Nacional el 21 de abril de 1858 y dirigida al gobernador de la provincia de Moracia -hoy Guanacaste-, aunque también transcrita a las autoridades de los demás pueblos (Gobernación- 27912, No. 211, f. 36-36v), rezaba así:
En ejecución de lo prevenido por el artículo 8° de la Ley No. 18 del 26 de octubre del año anterior, 1857, el Excelentísimo Señor Vice-Presidente de la República se ha servido prevenir:
1°. Que en las noches del 30 del presente mes y 1° de Mayo próximo haya iluminación general en las ciudades, villas, pueblos y distritos de cada provincia.
2°. Que a las ocho de la noche del 30 del presente mes y a la aurora del 1° de Mayo haya un repique general de campanas de una hora en todas las parroquias y sus filiales, con fuegos artificiales y músicas del mejor modo posible.
3°. Que en la aurora del 1° de Mayo se salude el pabellón nacional en las plazas de armas con veintiún cañonazos.
4°. Que a las nueve del día haya un solemne Te Deum en la Catedral y en las demás parroquias o iglesias, cabeceras de provincia, de cantón o de distrito, con asistencia de todas las autoridades, corporaciones, empleados y demás subalternos, y de los vecinos principales.
5°. Que al intento la autoridad política se ponga de acuerdo con el cura respectivo y provea de la música por cuenta del fondo de propios.
6°. Que en grato recuerdo del triunfo completo de las armas de Centro América sobre las fuerzas filibusteras, se promuevan las diversiones posibles en todos los pueblos para las noches citadas.
Así, convocadas y congregadas en las plazas públicas de los principales pueblos, nuestras gentes pudieron disfrutar alegremente no solo de las reverberaciones de cañones, sino que también de dianas, tañidos de campanas, luces, música, juegos pirotécnicos y actos litúrgicos. ¡Cuánto júbilo, aun en medio de la inevitable y dolorosa evocación de los ausentes, muertos debido a la pólvora o al implacable bacilo del cólera! ¡Cuánta gratitud! Porque, como lo rememorara don Juanito en su mensaje al Congreso, «muchas preciosas víctimas nos ha costado la victoria; pero esas víctimas han dado vida al Continente Centro-Americano y quizá a toda la América Española. ¡La sangre de nuestros valientes en los campos de batalla será siempre el germen fecundo de inmensos bienes para la patria!».
Sin embargo, en realidad el panorama no era del todo halagüeño, pues el peligro no había desaparecido, y más bien el astuto y ruin Walker estaba rearmándose para contraatacar, con el infaltable y abundante apoyo de los esclavistas sureños. De hecho, ya había retornado en diciembre de 1857, pero fue capturado en el río San Juan y trasladado a EE.UU. Asimismo, insistente y terco en su proyecto esclavista, volvería de nuevo en agosto de 1860, pero esta vez su viaje no tendría retorno, pues en Honduras fue capturado y encarcelado, lo que culminó con su fusilamiento el 13 de setiembre. Solo eso pudo traernos la paz por completo.
Tristemente, esa paz no la pudo disfrutar a plenitud don Juanito, pues para entonces sufría la crudeza del exilio en El Salvador, víctima de quienes lo habían derrocado el 14 de agosto de 1859 y, por cierto, omitido la celebración del 1° de mayo como fecha patria clave. Quizás apenas si se enteró del final de Walker, pues el 12 de setiembre abordaba el vapor Columbus y el día 17 llegaba a Puntarenas para tratar de retomar el poder. Además, en el fragor de los combates contra las fuerzas gubernamentales golpistas, no había tiempo ni ánimo para pensar en Walker.
No obstante, es muy posible que, inerme frente al escuadrón de fusilamiento en el sesteo de Los Jobos dos semanas después, el infausto 30 de setiembre, sí evocara a su enconado adversario, y quizás pensara que hubiera sido mejor haberlo ajusticiado de una vez en Rivas aquel memorable 1° de mayo de 1857.