«...lo condeno en silencio a buscar un consuelo para mi corazón».
(Alberto Cortez)
No por nada nació un 11 de marzo, hermana1.
Antes de este paseo que voy a hacer en su compañía por el legado de Alberto Cortez déjeme decirle que no es cronológico, tampoco en orden de importancia: empieza en cualquier punto y termina en cualquier otro; encontrará canciones/versiones que acaso usted no conozca y no encontrará otras que usted hubiera querido…; consecuentemente, se asume que es injusto o al menos dispar.
Hay canciones que mucho tiempo –hoy ya no- casi se desconocía que grabó, que musicalizó o que son suyas. Lo iremos viendo. Se trata de uno de sus varios rasgos muy, muy característicos.
Las palmeras
Si alguien hablaba de que Alberto Cortez grabó Las palmeras cualquiera podía decir «¡¿que qué?!», y al oír la primera frase de la grabación más aún diría «¡¿que qué?!».
Por una parte, con esta canción boliviana Alberto Cortez hace lo que con otras canciones ya existentes en el repertorio: una creación. La pieza es completamente festiva, contagia. Es eminentemente bullanguera. Pero por la otra, esa frase inicial es fea; tanto así que alguien que oye su voz al principio se asusta. Después la cosa cambia.
No se asuste y goce a un Alberto Cortez intérprete, faceta no por secundaria menor en él. Vea qué arreglo.
En un rincón del alma
Aunque hoy es común que se le mencione como autor de «En un rincón del alma», muchos años pasaron para que así fuera. Era novedad oír que alguien como él, a quien se relacionaba con músicos del corte de Atahualpa Yupanqui y Violeta Parra, fuera el autor de una canción que no es folclórica ni de protesta.
Además, Manolo Muñoz como que se apropió de ella a querer o no. Aquí lo tiene.
Por cierto que hablando de cuando el intérprete se apropia de la canción del compositor, eso ocurrió con No soy de aquí ni soy de allá, que Facundo Cabral presentaba como «una canción que Alberto Cortez canta mejor que yo».
Sus versos
Se habla de que nuestro autor fue poeta. Seguramente sus versos no pasan la prueba que sí pasan los de Machado, Miguel Hernández, Neruda, pero definitivamente que pasan la prueba de prender –o de aprehender- al gran público. Y… ¿se puede pedir más?
Junto con esos textos llega a ofrecernos una exposición de los valores y antivalores lo que lo pone al filo de lo panfletario, del lugar común, sin embargo logra cierto equilibrio. Eso se ve claramente en El vino. Ese texto debería aparecer en al menos lugar principal de un «Alcohólicos Anónimos». Precisamente el hecho de que sepa decir –y hasta atrapar- con algo tan obvio como que «el vino puede sacar cosas que el hombre se calla», le abre las puertas como medio de persuasión en todo tipo de lugares.
Otro tanto puede decirse de Qué suerte he tenido de nacer.
Serrat
Una forma suya de trabajar los versos fue también la de musicalizarlos.
No sé por qué Joan Manuel Serrat y Alberto Cortez no recorrieron juntos los escenarios que visitaron solos, lo que sí sé es que Alberto es quien puso nota a Las moscas (Antonio Machado) y a Nanas de la cebolla (Miguel Hernández) que se convertirían en éxitos siempre asociados al también viticultor catalán, y casi nunca al compositor pampero.
Las nanas fueron escritas en prisión por Hernández –que a la postre cayera fusilado por el franquismo- con motivo de la queja de su cónyuge porque su bebé solamente comía pan, cebolla y no otra cosa.
La forma como Cortez quiso presentarla acrecienta –si eso es posible- el tono dulcísimo de esta poesía.
Y hablando de dulzura hacia los pequeños y repitiendo que soy consciente de que no los complací del todo en esta entrega, al final del artículo tienen mi favorita de AC, Cuando te asomes al amor:
Para terminar
Tomo el pulso a las reacciones y visitas de este artículo para, partiendo de ahí, publicar otro más en la entrega de junio –que no de mayo puesto que ese mes por la festividad mexicana recibirán ustedes un texto sobre la/mi madre. Volviendo a lo previo me parece que el artista argentino lo justifica.
Curiosidades
Alberto Cortez tuvo para mí una cortesía excesiva: me invitó a cenar.
Fue después de su debut en el entonces Teatro Cinema Orizaba, a mediados de los 70. Lo busqué en su hotel y muy sonriente posó conmigo para la foto. Fue mi día mágico. O diga usted si no: la persona que nos retrató no se dedicaba a eso y sin conocerme me mandó después a Xalapa –donde yo estudiaba- la imagen impresa.
… Como hacía hambre cargó AC con su gente a la cena Y al verme tan pegado, cargó conmigo también –que acepté, siendo que me lo decía por no ser descortés; pero yo andaba tras de la anécdota…
En el trayecto por la calle hacia la cena de mi vida le hice solo una de las mil preguntas que todo aficionado de corazón quiere plantear a su ídolo y si lo lleva a su lado qué mejor. En Eran tres, que dedica a Neruda, Casals y Picasso por su muerte todos en el 73 menciona «El cant dels ocells», inquirí por su significado y me explicó –desde su pronunciación catalana- que es una canción antigua que adaptada al cello por Casals constituía su rúbrica.
No probé bocado («es que ya cené, lo que sí voy a pedirle un cigarro»), él buscó con quién atender mi imprudencia («no te ofrezco de estos porque son españoles, son asquerosos», -por fuertes-) pero yo quise agregarle elementos a mi anécdota («de esos quiero») y mi reflejo fue mayúsculo al aspirar sin precauciones aquel cigarro «asqueroso». Por suerte pude mitigar mi reacción que fue terrible.
Todo por andar queriendo fumar al parejo de AC… y sin haber cenado.
Nota
1Mi hermana Tere nació otro 11 de marzo. Sus discos de AC sobrevivieron a las exageradas veces que el adolescente que fui los tocó y tocó hasta dominar las más mínimas inflexiones, silencios, recursos de la voz que oía con creciente asombro… La vida hizo el consabido ajuste de cuentas, ya que con los años su hijo Boqui –sí: el creador de Sdubi- hace lo mismo con mis pobres discos sin asomo de mortificación.