La desacralización es el proceso de vulgarización y mundanización (en el mejor sentido de la palabra) de lo sagrado.

Temas o nociones que eran elevadas por encima de la normalidad y las reglas del mundo, son traídos de vuelta al mundo sublunar aristotélico o del mundo de las ideas platónicas. Se le quita el oropel y el incienso para, una vez removida la máscara, poder ver su verdadero rostro, sus cicatrices y puntos bajos.

El rechazo a las metanarrativas nacionalistas sirve para bajar a las figuras de la historia de las estatuas de bronce y entender mejor los eventos del pasado, cuestionar las identidades y, sobre todo, quitar legitimidad a instituciones, prácticas o ideas que rigen una sociedad. ¿Debe tener el poder ese grupo de personas que hasta ahora lo ostenta? ¿Merecen tanta reverencia esas instituciones, o solo esconden así sus defectos y pecados?

Dos grandes herramientas han servido para la desacralización de esos elementos culturales y sociales: la secularización y la comedia. De ambos, el más antiguo y eficiente es la comedia, pues la secularización del Estado Moderno culminó con la sacralización de nuevos elementos, con el surgimiento de una espirituralidad nacionalista enfocada en los símbolos y fiestas nacionales. Pero la comedia, el humor, por su naturaleza reflexiva no cae en ese fenómeno. Todo está sujeto a la jurisdicción de las risas.

La comedia permite verle la cara real a la política, las instituciones y los rituales públicos. Reconoce que esas prácticas, más allá de la pompa y elegantes ceremonias, son absurdas. El juez y el abogado hablan de la impartición de justicia al tiempo que su práctica muchas veces es la defensa de los intereses de las élites políticas.

En el drama El Rey Lear, de William Shakespeare, vemos las consecuencias nefastas de la hamartía del Rey Lear al entregar su poder y riqueza a sus dos ingratas hijas, quienes, con sus esposos, despojan al Rey de sus privilegios.

En este drama de injusticias y decisiones imprudentes del Rey, el único personaje sensato y prudente que entiende lo que pasa es el Bufón. Aquel que desenmascara las estupideces del Rey es quien se atreve a desacralizar la figura del soberano: no lo ve como un ungido por Dios para dirigir un reino, sino como un padre imprudente que se deja manejar por un par de desagradecidas hijas.

Uno de los mejores bufones de la política actual es Bill Maher. Todas las semanas, desde hace más de 20 años, encuentra la manera desgarrar la carne (sarcasmo) de los problemas políticos y sociales que enfrenta Estados Unidos. Sin reparos ni respeto, ningún tema escapa a sus burlas.

Junto con Maher, la serie animada de Los Simpson es parte de la tradición humorística y sarcástica americana.

Los Simpson fue creada por Matt Groening, y se estrenó el 17 de diciembre de 1989. La serie retrata la vida de una familia de clase media en la ciudad ficticia de Springfield. Ofrece una crítica mordaz a la sociedad estadounidense, abordando temas políticos, culturales y cotidianos con humor irreverente y situaciones exageradas.

Con más de tres décadas al aire y más de 30 temporadas, Los Simpson se ha convertido en un ícono de la televisión desde su lanzamiento, y ha influido en generaciones de espectadores con su estilo único y su visión sarcástica del mundo.

Uno de los temas más reverenciados o sacralizados en nuestra sociedad es el Derecho y la práctica Jurídica.

Desde su surgimiento en la Antigua Roma, la práctica legal viene cargada de ritos, vestimentas, lenguaje y símbolos que muestran una dignidad superior a otras prácticas, pues lo que hacen los juristas es “dar justicia”, al tiempo que “garantizan la paz y el orden social”.

Sin embargo, el Derecho sigue siendo una práctica humana, inmersa en contextos culturales y respondiendo a los intereses de distintos grupos sociales, casi siempre las élites.

Por eso, la desacralización de algo tan solemne como el derecho se vuelve fundamental para no esconder en esa solemnidad errores o falencias que, al no ser reconocidas, no son atendidas, con consecuencias dañinas.

Y Los Simpson no ha olvidado pasar por su racero a los abogados, jueces y juicios. En distintos capítulos, el centro de la trama gira en torno a un juicio.

El análisis de lo que Matt Groening y su equipo original de escritores (el de las primeras nueve temporadas) quieren decir sobre el derecho se basará en personajes como Lionel Hutz y los siguientes capítulos:

  • Bart es atropellado,T2E10

El capítulo inicia con Bart recorriendo las calles de Springfield, cuando es atropellado accidentalmente por el señor Burns. Homer y Marge son convencidos por Lionel Hutz de demandar a Burns para exigir dinero en reparación. Lionel y Homer, con mentiras y engaños, exigen un millón de dólares a Burns. Al final, las mentiras de Lionel y Homer son descubiertas por la honestidad de Marge.

  • El niño que sabía demasiado, T5E20

Bart se escapa de la escuela para irse de “pinta”, por lo que el director de la escuela, el profesor Skinner, comienza a cazar a Bart para poder castigarlo. Huyendo de Skinner, Bart se cuela en la fiesta de 18 años de Frederick "Freddy" Joey Quimby, sobrino del Alcalde Quimby, un joven oligarca y cruel que es acusado falsamente de golpear y lastimar a un mesero de la fiesta. Solo Bart es testigo de lo que realmente pasó, por lo que tiene el dilema de testificar para salvar a Freddy o evitar el castigo de Skinner. Desafortunadamente, Freddy es un ser despreciable y su mala fama hace que el jurado sienta aversión hacia él.

  • El día que murió la violencia, T7E8

Bart descubre que el verdadero creador de Itchy & Scratchy, su caricatura favorita, fue un vagabundo llamado Chester J. Lampwick y no Roger Meyers Sr., padre del actual propietario de los estudios. Recurriendo a Lionel Hutz, demandan a Roger Meyers para hacerse con un pago de regalías. Desafortunadamente para Bart y Lisa, el pago a Chester arruina a los estudios y Chester no está interesado en hacer más caricaturas. Mostrando las consecuencias fatídicas de la justicia, nos hace preguntarnos si no era mejor no recurrir al sistema jurídico. Bart y Lisa, sin preparación legal universitaria, encuentran una solución jurídica al asunto.

  • La casita del terror IV, T5E5

En el primer segmento de esta Casita del terror, Homer vende su alma al Diablo (Ned Flanders), a cambio de una dona. Después de un tecnicismo jurídico, el Diablo exige el alma de Homer. Marge y Lisa exigen un juicio justo para Homer. Con la Muerte como juez, un jurado de condenados y el Diablo como acusador, Homer enfrenta el juicio por su alma. Lionel Hutz demuestra que es un pésimo abogado, por lo que es Marge quien gana el juicio por Homer. Este es uno de los pocos momentos de lucidez de Derecho en la serie, pues es una herramienta que funciona frente a la maldad del diablo.

  • El autobús de la muerte, T9E15

El capítulo más importante en este análisis: en un viaje escolar, los alumnos tienen un accidente vial y terminan en una isla desierta. El único alimento que tienen es la hielera de snacks del viaje, por lo que deciden racionalizar la comida. Sin embargo, en la mañana del segundo día, la comida desaparece y el único sospechoso es Milhouse. El resto de los niños, liderados por Nelson (el bully del salón), quieren lincharlo, pero Lisa propone hacer un juicio, pues “no somos salvajes”.

Los niños simulan un juicio con Bart como Juez, Lisa como defensora y Nelson como fiscal, en representación del resto de los niños. Por falta de pruebas, Milhouse es declarado inocente. Enojados, los niños guiados por Nelson comienzan la cacería de Milhouse y los niños Simpson.

Los principales personajes jurídicos en “Los Simpson” son Lionel Hutz, los jueces y “el abogado de cabello azul”.

Lionel Hutz es el más constante de los abogados en la serie, al que recurre la familia Simpson cuando necesita protección legal. Hutz es un abogado oportunista, picapleito y pusilánime. Es el epítome de la ineptitud legal. Sus estrategias en la corte son absurdas, plagadas de mentiras y promesas imposibles de cumplir. Constantemente ofrece servicios dudosos, como representar a clientes "sin preguntas" o regalar cortinas gratis con cada juicio ganado.

Su falta de ética, combinada con su ignorancia de la ley, lo convierte en un desastre ambulante que pierde la mayoría de los casos, aunque siempre intenta aparentar confianza.

Con su traje barato, tiene su despacho en una plaza comercial, con el nombre de I can’t believe its a law firm (No puedo creer que sea una firma legal), junto a una tienda de yogurt. Como si todo esto fuera poco, Hutz ofrece cupones de descuento: convierte el trabajo de un abogado en un commodity.

El abogado de cabello azul es la contraparte de Hutz. Es eficiente, guapo y bien vestido. Es serio, conoce la ley y los procesos legales. Por eso, siempre trabaja para los poderosos, como Mr Burns, "Freddy" Joey Quimby y Roger Meyers. Es despectivo, clasista y pedante. Su dominio de la ley y su habilidad para manipular el sistema lo convierten en un oponente formidable en la corte. Sin embargo, su falta de empatía y su enfoque despiadado dejan claro que su lealtad está con el dinero y el poder, más que con la justicia.

El contraste con Hutz se da en un contexto de distinción de clase. Es la otra cara negativa de la práctica jurídica: la frialdad y manipulación de la ley en favor no de la justicia, sino de los poderosos.

Cabe la pena mencionar que, narrativa y semióticamente, la serie da preferencia o mayor dignidad a Hutz que a su rival. Mientras que los clientes de Hutz lo aprecian, a pesar de su pusilanimidad, al abogado de cabello azul lo insultan Mr Burns y Meyers. Incluso, el primero tiene un nombre y profundidad del personaje, mientras que el abogado de cabello azul no tiene nombre y es un personaje plano y sin chiste.

Por último, hay que mencionar a los jueces, tanto la Jueza Constance Harm como el Juez Moulton. Ellos son duros y estrictos, pero planos y sin desarrollo de personajes: son apenas utilería dentro de los capítulos. Mientras que los profesores, médicos y borrachos del pueblo tienen dentro de la serie familia, intenciones y orígenes que los vuelve personajes dentro de la comunidad, los jueces son inútiles y lejanos personajes irrelevantes.

Esto da pie a una de las nociones más importantes de Los Simpson con respecto al derecho: se trata de una práctica irrelevante o alejada de la vida cotidiana de los ciudadanos.

Otros dos temas surgen de la desacralización que hacen Los Simpson de la práctica jurídica: el primero es el conflicto que surge entre dos tipos de justicias, la del Derecho y la de la Moralidad. Frente a las mañas, la falta de empatía y la lealtad con el dinero y el poder de Hutz y el abogado de cabello azul, tenemos la guía moral, empática, ética y casi kantiana de Lisa y Marge.

Es Lisa quien denuncia en T2E10: “Esto es un teatro para hacer ver a Bart más mal de lo que está”. En ese mismo episodio, Marge dice la verdad, a pesar que eso le hace perder un millón de dólares a su familia y pone en riesgo el amor de Homer hacia ella.

Mientras que para Hutz la verdad es solo una ficción, Marge muestra un realismo moral tan fuerte que la Verdad trae consecuencias, incluso en el amor.

En T5E20 se plantean en primer nivel los conflictos entre libertad y opresión, y el de la verdad contra sus consecuencias. En esa dinámica se va descubriendo el contraste entre la frivolidad y la búsqueda de la venganza por parte del jurado, y la transformación de un proceso judicial en un espectáculo mediático por parte de la prensa en una sociedad de consumo y del espectáculo, frente a la fuerte moralidad de Lisa y Marge, que funcionan como criterios del comportamiento virtuoso. Si Lisa y Marge son la justicia como virtud, el jurado es parcial y es un conjunto de idiotas.

El último tema a tratar se descubre en T9E15, El Autobus de la Muerte: el sistema judicial como una ficción social. Frente a las acusaciones a Milhouse y la posibilidad de una respuesta violenta por parte del resto de los niños, Lisa (siempre Lisa) dice: “No somos salvajes, vivimos en una sociedad. Milhouse tiene derecho a un juicio justo”.

A esa petición moral viene un juicio que, en el fondo, es un teatro, una representación, una ficción. Juegan a un sistema judicial, como al inicio del episodio jugaban a ser diplomáticos de distintos países en la Asamblea General de la ONU. No es una coincidencia: es un argumento análogo, donde el símil del sistema judicial y la ONU es su falsedad, irrealidad e irrelevancia.

Para que una obra de teatro funcione, necesita de la convención entre actores y auditorio y la suspensión de la incredulidad. Todos nos ponemos de acuerdo en que la representación que vemos es “real”, y que existe una cuarta pared entre unos y otros.

Lo mismo necesita el sistema judicial: que todos nos pongamos de acuerdo en que esa es la vía para resolver nuestros problemas y garantizar orden. Pero la convención se puede romper en cualquier momento, y con ello la representación o ficción del teatro del Derecho pierde toda legitimidad.

El Teatro del Absurdo en la práctica jurídica es evidente en un conjunto de niños que juegan a impartir justicia. Y, si bien la sentencia de la inocencia de Milhouse es justa, pues se basa en la presunción de inocencia y la falta de evidencia, esta no resuelve el problema.

Nelson, que funciona como símbolo de la violencia, manda al diablo a las instituciones, rompe la ficción y la convención jurídica en la isla, haciendo fracasar a la sociedad. Comienza así una cacería de Milhouse y los hermanos Simpson, con sus caras pintadas y armados con lanzas y piedras como miembros de una sociedad primitiva que, evidentemente, no respeta la última defensa de Lisa: la Carta de las Naciones Unidas.