En la práctica cotidiana de un curador y crítico, el arte es una constante: ver, analizar, valorar, planear y asistir a exposiciones, investigar, analizar documentaciones de artistas y dar seguimiento a sus estados. Pero encontrarse con una exposición del trabajo de niños -de cero a seis años-, y externar un comentario de la experiencia de una escuela con estrategias de aprendizaje tan singulares, resulta algo inusual y cautivante. Pero no solo eso, encuentro el impacto de una orientación pedagógica en la cual creo, y que analizo en este acercamiento a un núcleo de formación infantil en las ciudades costarricenses de Escazú y Santa Ana, al occidente del Valle Central del país.
La transformación que gesta Bellelli Educación es una urdimbre que empieza a entretejerse desde la primera infancia, en interacción con el entorno del cual se aprende, fundamenta y crece. Observa un modelo de aprendizaje para niños, el cual motiva a acercarse -mediando el arte-, a experimentar la naturaleza, conocerla, apropiarla, y derivar conocimiento.
Hablar del arte como rizoma, es reconocer el pivote entre el lenguaje, palabras, símbolos e iconicidad natural (lo que está arriba y vuela como las mariposas y las hojas), y las raíces, las cuales permanecen para siempre sosteniendo la construcción de ese árbol de la vida.
Visión de complejidad
La experiencia educativa observa un universo sin fronteras, que invita a conocerlo, experimentarlo y apropiarlo al caminar por diversas rutas, cartografías, o mapas interpretativos. Pero un enfoque como ese, estaría incompleto, hasta tanto no cuente con el aporte del trabajo de todos y en el día a día: investigaciones, creatividad, proyectualidad, el trabajo de los niños y la acción de documentar de los maestros, inherente al proceso, cuya esencia no se percibe en los frutos, sino precisamente en el carácter forjado por el proceso.
Se trata de un espacio múltiple, de importantes interrelaciones entre los diversos componentes, cuyos bordes son de suma porosidad, y cuya transparencia deja ver un sistema a través de otro, en un encadenamiento sin fin, que llamamos continuum, o existencia. En esta noción se aprende de las contingencias al asumir las incertidumbres propias del tiempo, las cuales no son vistas como adversidades, sino como pasos posibles hacia otros estados del conocimiento.
La acción del caminante
El acto de caminar recogiendo símbolos del bosque o jardín, laboratorio del recolector o «catador de belleza», como escribió Margherite Yourcernar en Memorias de Adriano, 1951, «quien termina encontrándola donde quiera», ofrece los insumos necesarios para aprender a aprender (y con esto el modelo imbrica con el Constructivismo). Una hoja, una ramita, un árbol, así como los frutos, son símbolos que acuerpan al arte, valorado en las transformaciones que experimentan los materiales en el proceso (Arte Povera). Entonces, aprender a caminar, en esta comprensión educativa es sinónimo de pensar, pues mientras se camina se activa la mirada crítica, evaluadora, creativa, pero a su vez, se colecta lo necesario para la práctica artística.
Ahí, al andar entre lo expuesto: fotografías, pinturas, dibujos, collages, esculturas, grabados, diseños, ensambles e instalaciones, leí una frase que resume el centro activador de toda la experiencia de enseñar y aprender, acuñada por Carla Rinaldi (Presidenta de la Fundación +Reggio Children*, en Italia), ella formula:
«Si un niño pregunta por una hoja, muéstrale el árbol, luego las ramas y luego el universo».
Antecedentes de la metodología
El Arte Povera, importante en la perspectiva de Bellelli, se recuerda que el término fue adoptado a mediados de la década de los setenta por el crítico Germano Celant, al apreciar la muestra de un grupo turinés que elaboraron sus obras con materias como tierra, ramas, hojas, bejucos, semillas, en estructuras muy simples propias del también creciente minimalismo de aquellos años.
El Povera no deja de tener cierta dosis de actitud disiente con la sociedad de consumo y el mercado, posición anti-arte de los Dadaístas, quienes cuestionaron hace ya una centuria (1917) las raíces mismas del arte. Tampoco podemos ignorar el impacto que experimentó el Arte Pop a la cultura de los setentas y ochentas, como también el Conceptualismo, y en particular Joseph Beuys, en esas mismas zonas vanguardistas.
El Museo Didáctico
A inicios de los noventa del siglo anterior, también en Italia, se experimentó la metodología del Museo Didáctico, fundamentado en el método proyectual (ApP), lo cual transformó las viejas premisas educativas basadas en el plan de estudios vertical, e incentivar al educando a caminar y probar constructivamente de manera horizontal y colaborativa.
Se hablaba de una visión gestáltica y de la deriva, que conduce a avistar hacia las interrelaciones que se dan entre las capas o estratificaciones del proyecto, y cuya lectura se da en profundidad, como se lee el microchip en la tecnología actual. La deriva es un método de lo aleatorio, que sigue pistas, y que nadie imagina a dónde llegará.
Creciente intertextualidad
Dentro de los insumos para apreciar la muestra, se propone leer citas muy generosas, pegadas al muro, como la de Alfredo Hoyuelos, quien afirma: «los niños no rehúyen a la complejidad, más bien disfrutan con placer, seriedad y esfuerzo y se adentran en sus secretos».
Richard Louv, por su parte, además de la excitativa a conocer dicho entorno con el último fin de “amarlo”, y que me recuerda el pensamiento pedagógico de Humberto Maturana, expresa:
«El contacto con la naturaleza nos demanda una activación completa de los sentidos, que, a su vez, despierta todo nuestro cerebro y nos inspira creatividad».
Aprecio un carácter propio de la inteligencia emocional, estudiada por el neurocientífico Daniel Goleman, como es amar, que tiene que ver con el corazón, en tanto el arte es afín a estas motivaciones que buscan empoderar, no solo al autor, artista, o educando que produce según sus talentos y destrezas, sino al espectador quien finalmente valora según le motive su experiencia crítica.
«Algunos de nosotros estamos naturalmente más en armonía con los estilos simbólicos especiales de la mente emocional: metáforas y símiles, junto con la poesía, las canciones y las fábulas, están representados en el lenguaje del corazón«.
(Goleman, «La Inteligencia Emocional», 2008, P.76)
También se habla de Complejidad, e imposible dejar de mencionar a Edgar Morin, quien la considera como una trama de acciones a veces hasta azarosas, pero también al pensamiento no lineal, al (des)orden, al Caos, donde trabajar con la ambigüedad e incertidumbre.
Dentro de este complejo de aprendizaje, la documentación o la tarea de documentar es central, en tanto se vuelve un registro transparente, y evaluable de la acción educativa.
Estructura de la muestra
Caminar por la muestra, apreciar las zonas denominadas nidos -elementos también asociados al árbol, a las aves, al hábitat, que corresponde también al mapa curricular de Bellelli Educación-, implica reflexionar acerca de la importancia que conllevan estos abordajes para la naturaleza. Elabora una noción tolerante del complejo tierra: Materia origen del planeta y su relación con el agua, el aire, la luz; centraliza la figura del árbol, hojas, tronco, corteza, ramajes, raíces, semillas, flores, frutos, hábitat para epífitas, trepaderas, bejucos y otros organismos vivientes como hormigas, mariposas, aves, entre otras.
Articula la visión de amor y respeto hacia la creación. Impele a perder el miedo a la materia y a sí mismos, al reconocernos como hacedores con talentos y destrezas humanas, en un entorno a disposición, para aprovechar sus infinitos recursos, que permiten también el relax, el ocio, el deporte, y por supuesto la percepción estética.
El jardín es el principal laboratorio, donde los árboles son ejes centrales de la exploración lúdico-didáctica, además que por sus simbolismos de Axis Mundi, los árboles son símbolos de esperanza, pues en tanto existan, tendremos frutos que ofrecerán equilibrio y armonía al planeta: Agua, aire renovado y fresco, alimento, madera, paisaje, confort, entre otros.
Sistema de ideas
En sus programas e ideas organizadoras se lee:
«Nuestros jardines, aunque son solo un pedacito del planeta, representan para los niños el encuentro con la complejidad y riqueza de la naturaleza completa. Son laboratorios diversos, hermosos y dinámicos que permiten a todos los seres vivos, comprenderse y transformarse.
Por tanto, así como promovemos que el juego es la estrategia más poderosa de aprendizaje de los niños, defendemos los espacios naturales como los mejores entornos para aprender. Acoger a la naturaleza como un educador más, es a la vez una posibilidad de ser acogidos por nuestras raíces y valorar nuestra interdependencia».
Ejes de aprendizaje
La muestra está constituida por los nidos, ejes dinamizadores en ambas sedes, Escazú y Santa Ana. En esta última, se propone al niño elaborar mapas «situacionales», donde visibilizar sus experiencias con el jardín, y apreciar las relaciones con el ambiente en constante transformación. Estimula la capacidad de sorprenderse por el sentido y lenguaje del entorno. Valora el paradigma de que la sensibilidad de la niñez hacia la tierra como material, nace con él, no es una experiencia impuesta sino propia del humano, de ahí que se hable de tolerancia y despertar de cara al medio, la cultura y naturaleza.
El Agua y tejido de nidos
Importa que el educando descubra y a su vez aprenda que, el agua, es uno de recursos más importantes en el complejo que denominamos planeta Tierra: Activa la observación, la vivencia corporal de bañarse o meterse en los charcos, pero además la práctica científica (como verter líquidos) para comprender la densidad, el volumen, la transparencia, entre otros procedimientos racionales, y en tanto hablamos al inicio de observar un sistema a través de otro, tan propio de la Complejidad.
Se plantea al infante a experimentar un recorrido sensorial bajo los árboles, para intuir sus usos y significados. Se trata de un proceso que va desde la recolección y clasificación en los alrededores de los árboles, hasta reflexionar sobre las múltiples interpretaciones a través del diálogo con diversidad de lenguajes y materias como son la arcilla, la pintura, el grafismo, o la tridimensionalidad.
Los niños aprenden de las posibilidades conceptuales, funcionales y estéticas de las hojas encontradas en el entorno. Estudian las flores de forma integral descubriendo colores, olores, texturas, sobreposiciones, yuxtaposiciones, y- sobre todo- su potencial estético de articular composiciones muy sensibles con suma profundidad, apreciada en la transparencia de las capas.
De esta percepción se desprende la respuesta al porqué de las hormigas, con la metáfora de (des)fragmentarlas en los modelos y dibujos en una taxonomía de sus partes, patas, cabeza, estómago, cuerpo, para luego recomponerlo en una forma intuitiva y creativa, dando origen a varios de los productos expuestos que enmarcan un camino, y el significado que tiene caminar y socializar dentro de esta perspectiva.
Al igual sucede con las flores, fueron analizadas desde las semillas, la germinación de la planta, el crecimiento y la flor, que luego será el recurso simbólico para crear telas y pinturas partiendo de la noción de espacio y modulación.
Observan la volatilidad de algunas semillas y hojas, que se comportan como mariposas en vuelo, y que fueron interpretadas por los niños como naves aéreas, observando las condiciones para el vuelo, velocidad u otros vectores que son intuidos por los niños y, así como en la Teoría del Campo de Atilio Marcolli se habla del «campo geométrico intuitivo», la experiencia fundamenta una «física intuitiva», que se recrea en modelos, con materiales más cercanos al carácter Povera.
Pienso, para concluir, en dos fundamentos esenciales:
Que aprender de estos cánones acerca del planeta, conlleva sensibilidad, conciencia y respeto hacia la gran creación y casa de todos, que, si agregamos o quitamos algo, por mínimo que sea, el sistema lo resiente.
Además, y este aspecto es central al modelo educativo propuesto por Bellelli: tan importante es tener dominio del jardín exterior en el cual el educando se apropia y aprende para tener una experiencia tangible, como del jardín interior, intangible, imaginario simbólico, que crecerá con él y al cual acudir al enfrentarse a altas dosis de desasosiego que provoca experimentar el mundo.
Dinámica la cual se aprecia en una muestra tan esperanzadora sobre el futuro del arte, cuando la escuela comparte su a, b, c a los ciudadanos del futuro.