Nuevamente me encuentro en un museo. No es uno de los famosos, conocidos y visitados por millones de personas, es solamente el Museo de Arte Moderno de Rovereto, en la provincia de Trento, norte de Italia, cuidad ubicada entre los Dolomitas. Estoy aquí, preguntándome qué es el arte y preguntando a algunos de los visitantes al museo, que me den su respuesta. He elegido este lugar por un simple motivo: aquí se encuentra una colección de obras, pinturas y esculturas de una escuela llamada «futurista». Una corriente artística, que nació de una vertiente anárquica, que posteriormente fue abrazada por los fascistas en Italia y también por un grupo de artistas soviéticos. Lo que tenían en común estos grupos, ideológicamente contrapuestos, era la intención de superar el concepto clásico de arte y redefinirlo en el intento, cambiando la forma, materiales y, en muchos casos, convirtiéndolo en una provocación. Pensé que este sería el lugar ideal para distinguir entre arte y no-arte, ya que algunos de los visitantes rechazaban visiblemente algunas de las obras, definiéndolas como una aberración.
La muchacha de los auriculares paseaba casi volando mientras observaba los cuadros. Estaba vestida con un vestido ligero, caminaba en silencio y se detenía frecuentemente a observar las obras expuestas, sumergida completamente en su mundo. Su respuesta fue: el arte es una sensación que te hace sentir y pensar. Algunas obras lo logran perfectamente, otras no. El estudiante de barba, que encontré mirando un cuadro blanco colgado en una pared blanca. Para él el arte es una forma de expresión superior que nos lleva a redefinir la realidad, mostrando una perspectiva que nos lleva al futuro. Aquí encontramos el concepto de arte como parte de una visión teleológica de la historia, en el sentido que la historia se desarrolla hacia formas y niveles más avanzados y complejos, liberándonos cada vez más de la contingencia y necesidades.
El fotógrafo, que con mucha seguridad respondió que el arte es la anti-cotidianidad en el sentido de que es una creación sin una utilidad práctica como la que posee un producto de cualquier tipo. Pero hay arte que nos lleva a reflexionar sobre lo que consideramos normal o habitual y esta es la distinción ente arte y no arte. Dentro del museo había un furgón pintado de varios colores y según él, en ese contexto, el furgón era un «vehículo» para rescatarlo de su función habitual como medio de transporte y hacernos pensar en nuevas posibilidades, funciones e interpretaciones, como el furgón escultura, diseño o cuadro.
El profesor de artes plásticas, que ante mi pregunta, respondió: ¿y para usted, qué es el arte? Lo mire y le sonreí, presentándole algunas de las definiciones que había recibido y me puse a discernir sobre el uso del lenguaje, la cotidianidad y el hecho de habituarse a las cosas de tal modo de no dejar de considerarlas como tales, sino que delimitándolas a su etiqueta lingüística, su nombre, que a menudo es una prisión. Le hablé del concepto de espacio, de los colores y matices, de la representación de algo común que nos lleva a reconsiderar el concepto y redescubrirlo.
Me escuchaba mientras movía la cabeza de arriba hacia abajo. Después hablamos de los futuristas, de la estatua de un hombre que tenía una cañería en la cabeza y con el agua que salía de esta llenaba un vaso como si fuese el medio para la realización de su propio objetivo: saciar su sed y esta identidad entre medio y fin lo convertía en un esclavo de si mismo. En un momento me preguntó dónde vivía y le dije que en Módena ante lo cual respondió que era una pena que viviera tan lejos, porque estaba considerando invitarme a una de sus clases para hablar de estos temas. Yo le explique que seguramente escribiría algo sobre el tema y que se lo haría llegar por correo electrónico y terminé diciendo que el arte es una reflexión sobre la expresión en el sentido de que este, el arte, tiende a redefinir el significado de las cosa y alterar nuestra narrativa y que por este motivo la pregunta qué es el arte no tiene una respuesta definitiva o absoluta, sólo un intento de delimitación.
Después de estas conversaciones, salí a pasear por la ciudad, pensando en un retrato que había visto en el museo. Una mujer joven pintada con pequeñas manchas de varios colores, donde el artista nos invitaba a pensar sobre la percepción. De cerca la imagen desaparecía entre las manchas y alejándonos volvía a surgir de estas, como si estuviera allí y no estuviera al mismo tiempo, porque la imagen era una construcción.