Latinoamérica, sin duda alguna, desde la época de Sor Juana Inés de la Cruz, y aún antes, con escritores como Nezahualcóyotl o, si se nos perdona la frase, de otras literaturas y autores que se pierden en la niebla de los tiempos, destila poesía. Es así como ha querido nuestro camino por el universo de lo mínimo que nos topáramos con Gustavo Solórzano-Alfaro, escritor y profesor costarricense, que además, desde el 2007 es editor de la Editorial Universidad Estatal a Distancia, para que conversáramos justamente sobre ese género.
¿Qué es la poesía?
Sobra decir que esta es la pregunta más compleja que se pueda hacer, y por ello podría tomar la salida fácil de decir que no lo sé, lo cual en todo caso sí es cierto, o que depende de cada persona. Pero dejame ensayar una respuesta: la poesía es una forma de pensar y de imaginar. ¿Puede ser? Una respuesta así también es una salida fácil, porque básicamente todo lo que el ser humano hace es una forma de pensar o de imaginar. El asunto entonces sería qué tiene de particular esta forma de hacerlo a partir de la poesía, o con la poesía. Diría que finalmente se trata de una especie de reconciliación y de una revelación. La reconciliación es el intento por encontrar un puente que una lo sacro y lo profano, el mundo interior y el mundo exterior, lo divino y lo mundano; la revelación es el instante mínimo en que el misterio parece abrirse a nuestro entendimiento. Pero no es algo metafísico, se trata de una llamada de atención, de un signo que nos hace detenernos y, precisamente, pensar. Ahora, esto puede suceder con muchas manifestaciones, porque la poesía no se reduce al poema, que es apenas uno de sus vehículos. La poesía es el reconocimiento de nuestra finitud, de nuestras limitaciones, y el aprendizaje que de ello se deriva.
¿Qué lo llevó a convertirse en poeta?
La palabra «poeta» está totalmente devaluada. Soy poeta, sí, porque escribo poesía, pero también he publicado ensayo y crítica y tengo años redactando unos cuentos que probablemente nunca vean la luz, así que prefiero la palabra «escritor». Me gusta pensar que la labor que realizo, la de escribir, es una tarea manual, nada más.
¿Qué cómo llegué a esto? No tengo ni idea, a menos que piense que empecé a escribir por la música, porque a los 15 años escuché una canción que me motivó a sentarme a escribir mis propias letras, y de ese modo inauguré mi primer «cuaderno de poemas», que no definí como tales, sino como eso, como letras, a la espera de encontrar a alguien que les pusiera música.
En su labor como editor sabe que la poesía es uno de los géneros que menos vende, sin embargo, actualmente algunos poetas, sobre todo en España, han adquirido gran relevancia en los medios de comunicación, aunque sus textos no tengan gran riqueza lingüística o simbólica. ¿Qué está ocurriendo?
En realidad se trata de eso, de un fenómeno mediático. Gracias a las redes sociales, hay autoras y autores que empiezan a tener una base muy importante de seguidores, todo lo cual luego se traduce en ventas. No lo veo tan diferente de la separación que se dio en algún momento entre la música académica y la música popular. Esta última ha existido desde los albores de la cultura, pero siempre al margen. Con la llegada de los métodos modernos de grabación y reproducción y luego con los medios de comunicación se terminó por convertir en un fenómeno de masas. Y la disputa sigue vigente hoy día, aunque resulte obsoleta.
Pues bueno, que estas autoras y estos autores han llamado la atención de editoriales tanto pequeñas como transnacionales, y eso enoja a los «poetas de verdad», lo cual no deja ser divertido y algo patético. Se molestan porque publican a Elvira Sastre o a Marwan y no a ellos. El asunto es que aunque Marwan o Sastre no existieran, estos «poetas de verdad» igual seguirían sin ser publicados o sin tener muchos lectores o sin vender más allá de unas escasas decenas de libros. Y luego, quejarse de la «decadencia de los gustos literarios» y de la «pérdida de los valores literarios» y de que «la cultura solo se fija en el espectáculo, en lugar de vivir inmersa en una eterna y profundísima reflexión filosófica» es bastante ingenuo e improductivo. Toda la vida ha habido poetas malos y poetas buenos. La escritura es otra cosa, diferente a tu carrera literaria. Una cosa es eso, escribir, y otra muy distinta es el mercado o las tendencias de moda. La gente interesada en pensar o en hacer arte y sus seguidores siempre han sido muy escasos. Los fenómenos mediáticos son otra cosa.
¿Ha dejado de existir la mala poesía bajo la consigna de que todo es válido?
Para nada. Como te acabo de decir, siempre ha habido mala poesía y buena poesía. Qué entendemos por malo o por bueno es otro asunto. Es una obviedad decir que todo es relativo. Ese debe ser el punto de partida, jamás el de llegada. A partir de ese reconocimiento es que realmente podemos empezar a pensar. De lo contrario, no tiene sentido ensayar ningún tipo de idea.
Me he encontrado mucha gente que dice no entender la poesía. Jamás se les ocurriría leer a Góngora, a Sor Juana o a Lorca. ¿Ha disminuido nuestra capacidad de abstracción?
No sé si ha disminuido. Yo lo primero que me pregunto es cuánta gente leía a Góngora o a Sor Juana o a Lorca en su tiempo. Diría que casi nadie, para no ser completamente pesimista. A eso es a lo que voy. Hay una idea generalizada de que antes se leía más y mejor y de que ahora se lee menos y peor. No estoy seguro de eso. No me imagino a cientos de muchachos de muchos pueblitos españoles yendo a recitar las Soledades o Poeta en Nueva York a la ventana de las muchachas a las que pretendían. No. Me los imagino con una guitarra, cantando canciones populares. Igual como hoy muchas personas jóvenes suspiran con versos cursis de Defreds o de Sastre, no con poemas de Mestre o de Anne Carson.
Pero dejame regresar a la primera parte de tu pregunta: gente que dice no entender la poesía. Siempre ha sido así, de nuevo. Bueno, al menos desde que la poesía se escribe y además se imprime. No me imagino a los contemporáneos de Homero diciendo, «Puña, no sé de qué va ese tal Homero. No se le entiende nada. ¿Qué es eso de llamar a la musa y eso del Pelida Aquileo? Son tonterías». No. La poesía siempre fue parte vital de las comunidades. Era una forma de transmitir conocimientos. Se memorizaba, se recitaba en voz alta, se pasaba de generación en generación. Hoy eso pervive en la música popular y en las tradiciones de muchos lugares. Pero la palabra escrita causó una separación. Los poetas empezaron a creer que eran una especie de oráculos. Ahí la poesía cayó en desgracia. Dejó de ser un canto, que alivia las penas o hace suspirar, y pasó a ser un enigma, un acertijo, y empezó a ser una materia escolar, cargada de deberes.
Ben Lerner plantea que el «odio por la poesía» se debe a una promesa incumplida. La poesía promete trascendencia, pero fracasa estrepitosamente. Esa fractura la experimentan tanto los poetas como los lectores. Y de ahí también esa dicotomía entre quienes aman los versos oscuros que no dicen nada, porque los asocian con un ideal y quienes los odian porque no ven nada en ellos, del mismo modo en que hay quienes se sienten embelesados por versos del tipo «me duché y sigo pensando en ti» mientras que otros los odian por superficiales.
¿Estaremos dominados por la degeneración o abuso del realismo sucio?
R/ No. Es una tendencia, solamente. Es fácil encontrar muchos ejemplos de estilos diferentes. Igual podríamos decir que en muchos ámbitos sigue dominando una concepción metafísica de la poesía. La cantidad de escritores, de talleres, de grupos, de lugares y de editoriales es enorme. Diría que hay de todo.
¿Se convertirán los poetas lúdicos y metafóricos en escritores malditos?
Es que se puede ser lúdico y metafórico de muchas maneras. Ahora, no sé si hoy es posible imaginar autores malditos. Lo que sí me parece es que necesitamos más manifestaciones contraculturales. Decantarse por una poesía pretendidamente oscura a fuerza de versos enrevesados o preferir una llana repleta de obviedades son dos caras de la misma moneda. Lo interesante es lo que rompe con ambas modalidades, lo que surge en el medio, lo que se sale de esas corrientes.
¿Cuál es el panorama en Centroamérica, y en especial en Costa Rica?
Sinceramente no sé cuál es el panorama. Es decir, ¿hablamos de la escritura o hablamos del mercado literario? Sobre el segundo resulta muy complicado. Creo que en Costa Rica se publica en exceso. Hay muchas facilidades y opciones. Parece que en el resto de Centroamérica hay más dificultades materiales para hacerlo. Por otro lado, no hay distribución entre nuestros países. Tampoco con el sur del continente. Conocemos con mayor facilidad lo que se publica en México o España que lo que se publica en Nicaragua o en Chile.
Sobre lo segundo, sobre todo en Costa Rica, creo que vivimos sumidos en cierta mentalidad subdesarrollada, a la espera de la aprobación de los grandes centros literarios o de las grandes figuras del medio, pero igualmente enfrascados en visiones sumamente provincianas sobre qué es la poesía o qué significa escribir. Lo preocupante es que lo notás entre la gente joven. Salvo algunas excepciones de gran calidad no ves a muchos tratando de romper o cambiar los paradigmas. Al final todos se pliegan a la academia o al coloquialismo y todos esperan ser descubiertos. Aún no se percatan de que una carrera literaria es una de las más modestas que pueda existir, y que la escritura siempre corre por otro lado, siempre está sucediendo al margen.